Jueves, 02 de mayo de 2024
Tablilla de cera

Venga, le cuento algo distinto: Tupak volvió al bosque

Gonzalo Ortiz

Gonzalo Ortiz

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.

Actualizada:

4 Abr 2024 - 5:58

¿Quiere desengancharse un rato, al menos unos minutos, de las noticias negativas? ¿Será posible hacerlo con las nuevas masacres?, ¿Los 80 asesinados en tres días?, ¿El nuevo aluvión de La Gasca?, ¿Las amenazas a la Fiscal General?, ¿La subida del IVA y el peligro de la inflación? 

Es difícil, pero necesario. Creo que no podríamos vivir, al menos yo no podría vivir, si no tuviera fe y si no hubiera naturaleza y cultura.  

Acompáñeme un ratito en una noticia refrescante respecto de la segunda, de la naturaleza, porque este domingo 31 de marzo un oso, un oso andino, un oso de anteojos, al que le pusieron el nombre de Tupak, llegó a los bosques del Parque Nacional Cayambe Coca.

¿Y qué tiene eso de especial, de novedoso? Que el oso no llegó allá por sus propios pies. No amigos, como diría un locutor, llegó allá profundamente dormido, transportado durante 40 minutos en un helicóptero y con escolta: un veterinario y un biólogo estuvieron a su lado.

Los dos humanos lo bajaron en la manta térmica en que dormía y lo colocaron, echado, en un sitio de la montaña identificado por el biólogo como una senda de osos, al lado de un arroyuelo, y esperaron a que se despertase, antes de reemprender vuelo, que solo lo hicieron cuando vieron que el plantígrado estaba bien.

¿Y?, se preguntará usted, tal vez, escéptico. Y yo le respondo que esto no se da todos los días: que en la tarea, una verdadera cruzada, intervinieron el Gobierno Central, a través del Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica (MAATE), la Prefectura de Imbabura, varias organizaciones de conservación y la sociedad civil.

¿Tanto para no más de un oso? Así es. Fíjese que antes de ponerlo a dormir para transportarlo, en el Zoológico de Quito, donde estuvo bajo cuidado profesional durante tres meses, el equipo veterinario le hizo una nueva revisión completa, incluidas tomas de sangre y rayos X.

Antes, ya habían descubierto que tenía moquillo y se lo curaron. Además, previo a subirlo, como peso muerto, a la cabina del helicóptero, la Fundación Cóndor Andino le colocó un collar de rastreo satelital, con el que se le está monitoreado para ver por dónde anda en la espesura del bosque andino de la vertiente oriental de la cordillera oriental. 

El director de Bienestar Animal del Zoológico de Quito, David Mora, monitoreó en el vuelo el estado del animal, para asegurar que viaje seguro. Al volver, Mora dijo que Tupak se “quedó despierto y estable. Pudimos constatar su recuperación porque ya estaba con todos sus reflejos y deglutiendo. Ha vuelto al bosque, así que estamos muy contentos, lo logramos. Ahora sí, ¡larga vida a Tupak!”, concluyó.  

El biólogo especialista del Consejo Provincial de Imbabura, Andrés Laguna, definió el lugar donde se colocaría al individuo. El hábitat en que lo soltaron abarca “un bosque húmedo montano alto, el páramo y bosque tropical, donde existen diferentes tipos de cobertura vegetal. Esto va a facilitar que Tupak tenga alimento todo el año”.

Un parámetro importante del sitio escogido es que se halla alejado de territorios habitados por el ser humano. ¿Por qué? Porque Tupak tuvo que ser sacado a fines de 2023 de la  cuenca alta del río Pisque, entre las provincias de Imbabura y Pichincha, donde andaba cerca de zonas habitadas por campesinos que tienen ganado y cultivos de maíz que estaban siendo afectados. 

Y no fue la primera vez. Ya en febrero de 2023, la Prefectura de Imbabura lo trasladó a un lugar alejado y le colocó un collar de rastreo satelital, pero volvió a las pocas semanas.

El programa de monitoreo del oso andino de la Prefectura sabía que se trataba de Tupak, porque lo había seguido desde antes e incluso sabía que es nieto de Silvestre, otro oso identificado por ellos. Los reclamos de los campesinos crecieron porque las familias que subsisten con la ganadería y agricultura lo consideran un peligro.

Esta vez lo capturaron y veterinarias de la fundación Cóndor Andino lo durmieron. Lo curioso fue que Tupak no tenía el collar de rastreo. El dispositivo fue hallado en la casa de una persona que promueve la actividad turística de avistamiento de osos en la zona de Pimampiro, que genera interés a nivel nacional e internacional. ¿Han investigado esto las autoridades?

Lo cierto es que tras esta segunda captura, Tupak, con el permiso del MAATE, fue trasladado al Zoológico de Quito, que es el principal centro de rescate animal en el país, y único dotado de las condiciones para tenerlo de manera temporal, realizarle estudios y tratamientos médicos y alimentarle con la dieta más apropiada.

Todo esto en un recinto cerrado, semejante al páramo, sin contacto humano, para que no se vuelva dependiente del hombre, hasta encontrar la manera de reintroducirlo en una nueva zona más alejada, para evitar su regreso al territorio donde ha ocasionado problemas, lo que ocurrió este domingo.

Este es un nuevo logro del Zoológico de Quito, no debido a su infraestructura, su clínica veterinaria, la mejor del país, y su capacidad técnica y profesional en el bienestar animal, sino también por su capacidad de gestión: logró generar una red de apoyos como una campaña para la reinserción de Tupak en su ambiente natural, logró interesar al MAATE y logró que sus autoridades políticas y poco conocedoras del tema se plegaran a los criterios de los buenos técnicos que tiene esa cartera de Estado y aceptaran financiar el vuelo del helicóptero para la reinserción. 

Pero quizás la lección no es solo la de que sí se puede trabajar en forma coordinada para la conservación. Sino que la historia de Tupak muestra el grave problema que enfrentan especies de fauna silvestre como el oso andino y, como dice Martín Bustamante, director ejecutivo de la Fundación Zoológica del Ecuador, que mantiene este zoológico, “la necesidad de construir relaciones distintas con la biodiversidad y asegurar su persistencia y el funcionamiento de los ecosistemas”. 

Al expandirse la frontera agrícola, los encuentros y conflictos de los humanos con osos y otras especies silvestres son más y más frecuentes.

Pero, además, hay otro problema, y este sí es producto del descuido de campesinos y habitantes urbanos: hoy la mayor amenaza a las especies silvestres andinas pero también del propio ganado de los campesinos, no son los osos ni los pumas ni los lobos ni los cóndores sino los perros abandonados que llegan hasta bosques y páramos, donde, fuera de control, se convierten en feroces depredadores.

Los expertos del Zoológico de Quito, de la fundación Cóndor Andino y, creo que del propio MAATE, calculan que hay entre 30.000 y 50.000 perros ferales por sobre los 3.000 m de altura, en los páramos de la Sierra, y que una buena parte de los ataques atribuidos a fauna silvestre son causados por estas jaurías.

Existen planes de acción para la coexistencia entre la gente y la fauna silvestre (uno de ellos para el subtrópico quiteño, elaborado por el equipo del Zoológico de Quito, bajo la coordinación y acompañamiento de la Secretaría de Ambiente del Municipio de Quito; otro específico para la conservación del oso andino en Ecuador, liderado por el MAATE en colaboración estrecha con la academia, y organizaciones de la sociedad civil).

Toca a cada uno de los actores (gobiernos locales, Gobierno nacional, organizaciones de la sociedad civil), seguir actuando en conjunto para proteger la naturaleza y, por supuesto, a la población campesina pobre, y lograr la conservación de aquella y el progreso de esta.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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