Viernes, 19 de abril de 2024
Efecto Mariposa

Otra vez votamos mal

Yasmín Salazar Méndez

Yasmín Salazar Méndez

Profesora e Investigadora del Departamento de Economía Cuantitativa de la Escuela Politécnica Nacional EPN. Doctora en Economía. Investiga sobre temas relacionados con pobreza y desigualdad.

Actualizada:

23 Mar 2022 - 19:03

Los asambleístas del periodo 2017-2021 se despidieron con una credibilidad de 7,6% y con una aprobación de 10,7%.

Con esas calificaciones parecía que nadie podría caer más bajo, pero, según la encuestadora Cedatos, a menos de un año de gestión, la actual Asamblea tiene una aprobación de 11,7% y una credibilidad de 6,5%, es decir, otra vez votamos mal.

Esos puntajes no son gratuitos, el escándalo de los carros nuevos, el "si van a robar, roben bien", los negocios de doña Bella Jiménez, y de otros que, sospechosamente, salieron ilesos, explican bien los números.

También cabe mencionar la revelación de que asambleístas de gustos refinados y con altas aspiraciones piden, a cambio de votos, que les "entreguen" instituciones clave, como la Unidad de Análisis Financiero y Económico (UAFE).

Esta última información me parecía increíble, sin embargo, la Ministra de Gobierno lo confirmó en una entrevista, aunque sin mencionar el nombre del legislador. 

Si a eso se suman las escasas propuestas para aportar a la solución de los problemas del país, el bajo nivel de discusión y los argumentos que demuestran poco o ningún conocimiento de temas de gran importancia para Ecuador, la evaluación a los actuales asambleístas está justificada.

A pesar de todas las quejas que podamos tener sobre los legisladores, lo cierto es que estos señores ocupan una curul porque nosotros así lo decidimos. Los asambleístas están representándonos gracias a que, no sé cómo o bajo los efectos de qué sustancia rara, les dimos no solo nuestro voto, sino nuestra confianza. 

Y digo esto porque no me cuadra que, en la encuesta de Latinobarómetro 2020, la corrupción sea una de las principales preocupaciones de los ecuatorianos y, aun así, en plena democracia, sigamos eligiendo a gente que nos llena de indignación.

Sin embargo, algunos estudios y experimentos aportan respuestas a esta pregunta compleja: ¿por qué votamos por los corruptos de siempre?

La primera razón es que la información para saber si un candidato es una persona íntegra puede ser escasa, y así es difícil juzgar si un político es o no corrupto, y siempre quedará la duda. Es natural que esto suceda, pues los actos de corrupción, por obvias razones, tratan de ocultarse. De ahí que, poner las manos al fuego por un político puede ser una actitud muy arriesgada.

En el caso de los que sí tienen denuncias de corrupción, el efecto en los votantes no necesariamente será negativo debido a que estas acusaciones pueden ser catalogadas de revanchas políticas, y más bien se puede reafirmar la lealtad partidista por la supuesta persecución. En algunos casos, incluso se pueden minimizar las acusaciones y hasta justificarlas. 

Si este argumento parece poco creíble, puedo mencionar el conocido caso de un político mexicano Hilario Ramírez, quien públicamente dijo: "sí robé, pero poquito", solo USD 1,5 millones, pero se justificó diciendo que "lo que robaba con una mano, con la otra daba a los pobres". Después de estas declaraciones, se presentó a una reelección y la ganó.

En Ecuador, no recuerdo qué político acusado de corrupción haya sido tan sincero con sus electores. De todas formas, no canto victoria aún, puede ser que, si en el futuro se ofrece la reelección de la asambleísta que daba consejos de cómo robar bien, los ecuatorianos también sirvamos como anécdota.

Otra razón que podría explicar por qué elegimos tan mal es que, en contextos de altos niveles de corrupción, se puede comparar a los distintos políticos y elegir al mal menor; es decir, se puede votar por el que se piensa que robó menos.

Otro argumento que ayuda a entender decisiones electorales es que, a la hora de votar, la corrupción no es el único aspecto que guía la decisión de los votantes.

Por ejemplo, si un candidato corrupto está en contra del aborto, podría tener los votos de personas provida, quienes incluso podrían dejar la corrupción en un segundo plano.

No solo la postura en temas controversiales puede inclinar el voto, también los electores ven características, como la etnia, el aspecto físico, la clase social y el partido de los políticos. 

Por último, los estudios que analizan por qué los políticos corruptos ganan elecciones reportan que los actos de corrupción pueden ser ignorados si un político hizo una buena gestión, es decir, puede pesar más el buen desempeño, sobre todo si es en términos económicos, que cualquier escándalo.

Las razones presentadas en esta columna para explicar por qué elegimos políticos corruptos son el resultado de análisis realizados en diferentes países, aunque el comportamiento electoral puede variar según el contexto cultural.

Con todo, algunos de los argumentos que presenté corresponden a estudios realizados en países latinoamericanos (Argentina, Chile, Uruguay y Brasil), y pueden ayudar a entender lo que estamos viviendo en estos días en Ecuador.

La indignación que produce la actual Asamblea ha hecho que circule fuertemente la opción de la muerte cruzada. Sin embargo, si vamos a votar como siempre, no habrá quién nos salve.

A los políticos corruptos los elegimos nosotros, ellos existen, electoralmente, por nuestros votos.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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