Tablilla de cera
Andrés Vallejo no se calla nada

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Muchas de las cosas que sostiene Andrés Vallejo en su libro mixto de memorias y reflexiones publicado por Dinediciones, que se presenta al público esta noche, y que lleva el título “Caminos recorridos. Lecciones aprendidas”, tienen aplicación en esta coyuntura de paro, bloqueos, violencia, actuación policial y militar.
Sus 930 páginas podrían intimidar a más de un lector, pero, en realidad, se leen con interés pues se componen de artículos cortos que pintan situaciones vividas por Vallejo a lo largo de su vida.
El concejal de Quito que más largo tiempo haya estado en funciones, habiendo sido también presidente ocasional del Concejo, vicealcalde y alcalde de la ciudad; diputado varias veces y presidente del Congreso Nacional; ministro de Gobierno, presidente de la Junta Monetaria y embajador del Ecuador en España, tiene mucho que contar.
Uno de los fundadores de la Izquierda Democrática, único partido al que ha pertenecido, también fue su director nacional y personaje con influjo inmenso dentro de sus filas hasta poco antes del desastre actual.
Vallejo combinó esa amplia actividad política con una destacada carrera en el sector privado. Empezó, como nos cuenta, de amanuense en el Banco del Pichincha, luego realizó un largo periplo en la Mutualista Pichincha, fue gerente del Banco del Pacífico en Quito y subgerente del Banco Popular.
Y digo que lo que narra tiene aplicación directa, porque el libro entero es una lección de democracia, patriotismo y sensatez.
Entre los episodios históricos que cuenta en sus más de 280 capítulos, están la formación de la ID, la relación con Jaime Roldós, la pérdida de Borja en 1984, la conformación del Bloque Progresista, su presidencia del Congreso, el secuestro de Febres Cordero.
En este capítulo, por ejemplo, nos enteramos si hubo intentos de Blasco Peñaherrera de reemplazar al mandatario secuestrado (spoiler: no los hubo, aunque sí de otros socialcristianos) y el papel crucial que desempeñó ese día Eugenia Cordovez.
El autoritarismo y los abusos de Febres Cordero están retratados con estilo terso y claro. Lo mismo las primarias de la ID en 1987, el triunfo de Borja, los primeros episodios ya desde la toma de posesión, la relación del Gobierno con las FF. AA. y la Policía Nacional, su actuación como ministro de Gobierno.
Pero es quizá más relevante para la actual coyuntura su relato del levantamiento indígena de 1990 y la comparación que hace con los estallidos sociales de 2019 y 2022, la presencia de infiltrados en estos últimos y la importancia del diálogo, mecanismo que, de entrada, ha sido desechado por el actual Gobierno.
En las más de 200 páginas dedicadas a los acontecimientos del Gobierno de Borja hay temas cruciales de derechos humanos: la investigación de la desaparición de los hermanos Restrepo, del asesinato de Consuelo Benavides, la ley de gracia a los comandos de Taura, la paz con Alfaro Vive Carajo y otros, que, a pesar de que las circunstancias son muy distintas a más de 30 años de aquellos hechos, contienen lecciones permanentes de gobierno, sagacidad política y respeto a la democracia.
Todo esto salpimentado con anécdotas graciosas, momentos de distensión, bromas, ecuavóley, pero también dramas familiares como la desaparición y búsqueda de su hijo biólogo perdido en la selva amazónica o la evocación cálida y poética de su esposa Sonia, que partió demasiado temprano.
Capítulos duros y veraces son los que se refieren a su actuación como diputado nacional en 1992, el Gobierno de Sixto Durán, la nefasta Ley de Instituciones Financieras, la rifa de Ecuatoriana de Aviación, los extremismos de la “modernización”, que no era sino privatización, la mezcla de interés público e interés privado y la resurrección política de Febres Cordero.
Aplica la misma frontalidad a lo acontecido después, por ejemplo, sobre “los capítulos que se le olvidaron a Mahuad” en su explicación novelada de cómo se hizo la dolarización, y el “manicomio”, que así lo llama, en que ha vivido en Ecuador en el siglo XXI, donde, por supuesto, se habla de Correa, sus quimeras, su corrupción y sus abusos.
Me gustan menos sus capítulos dedicados al fútbol, no tanto los de sus experiencias como directivo de El Nacional sino su disquisición, que tal vez no cabía en un libro de memorias, sobre las inmensas cantidades de dinero que hoy mueven el tenis y el balompié.
En cambio, es de sumo interés todo lo relativo a su actividad municipal. Nos recuerda el discurso que dio como concejal en la sesión solemne del 6 de diciembre de 1975 pidiendo la renuncia del Gral. Rodríguez Lara, quien se hallaba presente.
Y también el escándalo de corrupción de HT International en la construcción de la avenida Occidental, cuando Miguel Falconí renunció a la vicealcaldía, a Álvaro Pérez le dio un infarto y Vallejo, como presidente ocasional del concejo, tuvo que asumir la alcaldía y, ante la evidencia de lo torcido del caso, declarar nulo el contrato.
Su actuación como vicealcalde de Paco Moncayo está también plenamente detallada y, en especial, el logro de dotar a Quito de un nuevo aeropuerto, gesta en que se triunfó, para bien de la capital, a pesar de los obstáculos puestos por poderosos intereses económicos.
Para ello utilizaron a una concejala corrupta y no pararon mientes en emplear también a la justicia, igual de corrupta, que levantó una acusación infundada de peculado contra el alcalde, el vicealcalde, 13 concejales y otros funcionarios del municipio y la concesionaria canadiense, proceso en que felizmente se triunfó dejando clara la límpida eficacia de todo lo actuado.
Vallejo no se calla nada, ni en este ni en otros episodios, en algunos de los cuales tuve participación directa y por lo tanto soy testigo de lo que cuenta.
También recuerda todo el trabajo realizado en Vida para Quito, con tantos logros para la salud ambiental de la ciudad (Nadie se da cuenta, pero los 4 millones de árboles plantados en la administración de Moncayo, tienen hoy más de 15 años y son los que dan hoy un aspecto arbolado a Quito).
Al publicar este libro, que conozco desde cuando estaba en borrador, Vallejo ha cumplido con creces la obligación que él mismo dice que tiene todo político de dejar un recuento de su actuación en la historia nacional.