Tablilla de cera
La valentía de dos hijas frente al ruido de la impunidad
Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.
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Por estos días, mientras el país parece acostumbrarse a convivir con el crimen organizado, dos jóvenes ecuatorianas, Amanda y Tamia Villavicencio, han decidido recordarnos que la justicia no es un guiñapo más de la podredumbre que nos envuelve, sino que es esencial para la supervivencia del Ecuador, un deber moral de todos y, en particular, del presidente de la República.
Sus palabras, plasmadas en la carta abierta a Daniel Noboa, desnudan la enfermedad política y ética que corroe al Ecuador. Han pasado más de dos años desde el asesinato de su padre, Fernando Villavicencio y, sin embargo —como ellas dicen con claridad—, seguimos parados sobre la misma herida, sin respuestas, con más preguntas y con demasiados intereses dispuestos a torcer la verdad.
La carta de las hijas del excandidato presidencial acusa lo que muchos temen pero pocos se atreven a expresar: que existe un sistema que opera para desviar, enturbiar y enterrar el caso.
Y denuncian que ese sistema tiene nombres y apellidos. Señalan pistas, mencionan actores, cuestionan silencios. Exigen que se investigue a José Serrano, Ronny Aleaga, Xavier Jordán, Daniel Salcedo y otros nombres que flotan alrededor del expediente como apariciones que nadie se decide a enfrentar.
No piden sentencias anticipadas: exigen investigación, acción, responsabilidad del Estado. Es lo mínimo que una democracia decente les debería ofrecer.
Pero lo más potente de su mensaje no está solo en lo judicial: está en lo moral.
Amanda y Tamia describen una “perversión pública” en la que delincuentes sentenciados como Rafael Correa o amigos de los capos, aparecen dando lecciones de ética.
Y tienen razón: resulta grotesco que figuras con condenas firmes o con vínculos políticos con redes criminales pretendan hoy dictar cátedra sobre moralidad pública. El país parece vivir al revés: los victimarios hablan, las víctimas son hostigadas; los acusados reclaman, los inocentes deben defenderse.
Correa aparece citado no por resentimiento, sino por algo mucho más grave: porque, según las hijas, la estructura política que él lidera fue señalada por su padre y por investigaciones periodísticas como una maquinaria infiltrada por financiamiento ilícito.
Y porque fue esa denuncia la que contribuyó a su muerte. Una acusación que no debe ser ignorada ni minimizada sino investigada. Y eso depende del Estado, no de la familia.
El llamado de Amanda y Tamia es tan claro como ineludible: presidente, que el crimen no quede impune, que se depuren las instituciones, que se siga el rastro del dinero, que se rompa la colusión entre política y narcotráfico.
No es una carta política ni un discurso electoral. Es un reclamo de hijas que se quedaron sin padre y que ven cómo quienes deberían responder desfilan libres, opinando, pontificando, distorsionando los hechos, mientras la justicia se mueve al ritmo de presiones y amenazas.
Mientras tanto Correa, con la soberbia de siempre, adjudicándose el triunfo en la consulta, se atreve a decir, en entrevista con la radio-alfombra que tiene, que lo que hizo el pueblo el 16 “fue revocarle el mandato a este sinvergüenza, y si tuviera algo de valentía y de dignidad, pondría su cargo —lo permite la constitución— a disposición del pueblo ecuatoriano”.
¿La desfachatez y la sinvergüencería de quién será? Porque lo que demuestra es su obsesión de botar gobiernos, y que, ya que no hubo Asamblea Constituyente para allí negociar la impunidad, el único camino que le queda es crear el caos.
Lo recuerdan Amanda y Tania: “Nuestro padre no fue asesinado por fantasmas. Fue eliminado por una estructura delincuencial de alcance transnacional… Y esta estructura, de lo que se conoce, tendría un nombre en el espectro político: el correísmo”.
Noboa, y su nuevo secretario jurídico (por fin un gran nombre en el Gabinete) deben tomar en serio los pedidos de las hijas de Fernando: “El caso Metástasis es una prueba irrefutable de que dinero del narcotráfico ha financiado campañas políticas del correísmo”.
Y la advertencia final de su mensaje: si el asesinato de Fernando Villavicencio queda impune, “la República del Ecuador habrá llegado a su fin”.
No es exageración. Es la oportunidad para que el país decida dónde está: del lado de quienes piden justicia con la verdad en la mano, o del lado de quienes pretenden que se olvide todo, que nos callemos todos y que aceptemos la podredumbre como destino.
Amanda y Tamia han mostrado más coraje que muchos políticos. El país les debe, al menos, escuchar. El Estado les debe justicia.