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Las mafias le tienen miedo a la información: Saviano y Villavicencio

Gonzalo Ortiz

Escritor, periodista y editor; académico de la Lengua y de la Historia; politico y profesor universitario. Fue vicealcalde de Quito y embajador en Colombia.

Actualizada:

17 jul 2025 - 06:00

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Este lunes, durante la lectura de la sentencia del tribunal de apelación de Roma, que confirmó las condenas de primera instancia contra un jefe mafioso italiano y contra el abogado de este, Roberto Saviano rompió a llorar, abrazando a su abogado.

Saviano —como usted lector, que lee noticias internacionales, lo sabe—, es un periodista y escritor, autor del libro “Gomorra” (2006), que vive desde hace muchos años rodeado del más elevado nivel de protección de la policía italiana.

En una entrevista publicada la mañana del propio lunes en el Corriere della Sera, Saviano definió esta sentencia como la más importante de su vida, aunque anticipaba que, cualquiera que esta fuera, “Me han robado la vida”.

Para los años de prisión que acumulan el capo mafioso Francesco Bidognetti, alias Cicciotto ’e Mezzanotte (algo así como Panchito de Medianoche, o también Gordito de Medianoche, que está preso bajo el régimen de máxima seguridad desde 1993), y su abogado, Michele Santonastaso, la condena impuesta por el tribunal no es importante, apenas un año y medio; sin embargo, para Saviano y, a mi parecer, para todos los periodistas del mundo, tiene un valor simbólico.

Como explicó el propio Saviano a la salida del tribunal: “Dieciséis años de proceso no son una victoria para nadie, pero tengo la demostración de que la Camorra, en un tribunal, públicamente, dio su interpretación: que es la información lo que les da miedo”.

Al leerlo en la prensa europea he recordado vívidamente a Fernando Villavicencio: es la información lo que les da miedo a las mafias y el que informa se vuelve un blanco.

“Ahora tenemos la prueba oficial —continuó Saviano—, en esta segunda instancia, de que los jefes mafiosos, con sus abogados, firmaron un escrito en el que señalaron como responsables a quienes narraban el poder criminal. Y no atacaron a la política, sino al periodismo, insinuando que considerarían a los periodistas –mencionaron mi nombre y el de Rosaria Capacchione– responsables de sus condenas. Nunca había ocurrido algo así en un tribunal, en ninguna parte del mundo”.

En efecto. Fue en el año 2008 cuando, en pleno proceso contra los jefes mafiosos napolitanos, uno de sus abogados se levantó y leyó, en nombre de sus defendidos, un documento virulento, con una mención directa al libro publicado dos años antes: “Gomorra”, de Roberto Saviano, y a los artículos de una cronista del diario napolitano Il Mattino, Rosaria Capacchione.

En aquellos días se celebraba el proceso “Spartacus”, con el que se desarticulaba la cúpula del clan de los Casalesi, quizás la más feroz de las ramas de la Camorra napolitana, como pondera una crónica de La Vanguardia firmada por Francesco Olivo.

El capo, desde la cárcel, señalaba a sus enemigos: no solo al Estado, a los jueces y a los policías, sino, sobre todo, a los periodistas.

Olivo relata que quienes entendieron inmediatamente la gravedad fueron las fuerzas de seguridad italianas, que sacaron a Saviano de su casa para ponerlo bajo protección, una medida que de hecho nunca se ha interrumpido hasta hoy.

Lo más grave es que a la par de las amenazas de la mafia, sobre Saviano también las hay políticas, de representantes de la derecha, como Matteo Salvini.

Pero esa es otra historia. Por ahora, enfoquémonos en esta de la (lenta) justicia italiana: dieciséis años después, los jueces han determinado que aquel discurso del abogado de los mafiosos contenía una amenaza seria contra la vida de Saviano, autor de aquel libro que cambió la percepción del clan de los Casalesi, pero también la vida del periodista napolitano.

Es que el capo Bidognetti, ordenó a su abogado que señalara al libro “Gomorra” como la causa de los problemas del clan.

En los últimos tiempos, el tono de Saviano se ha vuelto más amargo: “Nada podrá devolverme lo que esta historia me ha quitado. Durante años odié a Bidognetti y a su abogado, convencido de que eran ellos los culpables de mi situación –escribió en el Corriere della Sera–. Pero, en el fondo, fui yo quien no se apartó de esta locura. Elegí quedarme, contar, resistir. Soy yo quien está en el banquillo de los acusados, debí haberme ido ante este sistema de cosas. No tuve la fuerza para protegerme. Sea cual sea el veredicto, mi vida ha sido triturada”.

Eso pasó con Villavicencio. Con consecuencias radicalmente peores: su vida fue segada. Fue él quien persistió, a pesar de las amenazas. Y eligió quedarse, contar, resistir. Porque sabía que el Ecuador lo necesitaba; que el país necesitaba saber de la corrupción del régimen de Correa, y de los nexos entre el crimen organizado y la política, el sistema judicial, la policía.

Daniel Salcedo en una comparecencia en 2022 ante la Comisión de Fiscalización de la Asamblea Nacional, que entonces presidía Villavicencio, lo dijo claramente: “Usted me mencionó como delincuente, y está bien: estoy siendo sentenciado injustamente. Pero el tiempo dirá las cosas, Fernando. Hoy estamos, y mañana no”.

Si la policía ecuatoriana fuera como la italiana, habría entendido de inmediato que esas palabras encerraban una amenaza directa contra la vida del periodista-asambleísta y le habría rodeado con el más elevado nivel de protección, sin descuidarlo ni un momento.

Salcedo es uno de los sospechosos de ser autor intelectual del crimen de Fernando Villavicencio. ¿Y cómo no, si le amenazó? Pero el miércoles de la semana pasada dijo en la puerta de la Fiscalía otra frase sentenciosa: “Cometieron un error. El error fue dejarme vivo”.

“Voy a declarar todo lo que puedo declarar. No lo iba a hacer. Es más: mi intención ni siquiera era declarar. Pero como intentaron matarme, les aconsejo que se preparen”, amenazó.

Quiere que le creamos que contará lo que sabe o, al menos, como lo dice tan retorcidamente, “lo que puedo declarar”, porque intentaron asesinarle en la cárcel de Riobamba.

Fue el atentado del 24 de junio, en el que su hermano Noé, quien lo protegió, quedó herido con un tiro en el pie y varias puñaladas.

Tres días después de esos hechos, el 27 de junio de 2025, a petición propia, Salcedo —sentenciado a 36 años en casos de corrupción y delincuencia organizada—, rindió su testimonio anticipado en la investigación previa sobre los autores intelectuales del asesinato de Villavicencio.

Dicha investigación, de la que se supo en mayo por un documento de la Fiscalía filtrado a los medios, apuntaría a la presunta participación de Jorge Glas, José Serrano, Xavier Jordán, Ronny Aleaga y el propio Daniel Salcedo.

La parte del documento que se filtró (una orden para que se designe un agente para la investigación) revela que esa investigación previa sobre los autores intelectuales empezó el 23 de octubre de 2023, es decir dos meses y medio después del asesinato de Fernando y dos semanas después de que los seis sicarios colombianos, acusados de ser autores materiales inmediatos, capturados el mismo día del magnicidio, fueran asesinados (6 y 7 de octubre de 2023).

Del testimonio anticipado, que duró unas dos horas y que fue, o debía ser reservado, dos abogados, Damaris Cáceres, de Jorge Glas, y Carlos Manosalvas, de José Serrano, contaron detalles a los periodistas, en un intento obvio de invalidar el proceso. La Fiscalía se vio obligada a recordar que los testimonios anticipados son reservados y que actuaría legalmente contra quienes divulguen su contenido (¿lo ha hecho?).

Cáceres dijo que Salcedo había hablado de la Revolución Ciudadana, pero no como responsable del asesinato. Y que el financista del asesinato habría sido Xavier Jordán, quien habría entregado el anticipo y el pago total.

Manosalvas, por su parte, aseveró que Salcedo solo mencionó “vagamente” a José Serrano, su cliente, llamándolo Pepe.

En sus declaraciones del 9 de julio en la puerta de la Fiscalía (a donde fue llevado por un tema distinto), Salcedo responsabilizó a José Serrano y a Xavier Jordán de cualquier cosa que le llegase a pasar.

Ya sabemos de los vínculos entre ellos. El caso Metástasis confirmó las relaciones entre Salcedo, Jordán y otros pelafustanes con el narcotraficante Leandro Norero. Fue la reivindicación de Villavicencio, que lo venía denunciando desde años atrás, entre otras cosas con la foto de la piscina de los tetones en Miami.

Y no se puede olvidar la conversación entre Norero y Jordán, en los chats difundidos por la Fiscalía, cuando Jordán le pide a su “Ññ”, apócope de “ñaño”, que le ayude a “resolver lo de este villa”; lo que este acepta de inmediato: “Vamos, quién dijo miedo”.

Mataron a Fernando porque informó sobre ellos. Porque se documentó y no dejó de hablar, a pesar de las amenazas. Y, como dije en este mismo espacio, en agosto del año pasado Villavicencio aún les produce miedo.

Con otra mafia, la camorra, y con otro periodista valiente, Saviano, lo que se prueba es que es a la información a lo que las mafias le tienen miedo. Ese es el papel del periodismo valeroso en horas tan aciagas como esta.

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