Punto de fuga
10 días de no hacer nada (aunque sea en redes)

Periodista desde 1994, especializada en ciudad, cultura y arte. Columnista de opinión desde 2007. Tiene una maestría en Historia por la Universidad Andina Simón Bolívar. Autora y editora de libros.
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Talvez agosto sea el último refugio para quienes añoramos alguna vez no hacer nada (y no tener nada que hacer obligatoriamente, para no estar angustiados por no estar haciendo eso que tendríamos que hacer). Sé qué están pensando: imposible. Quizás no lo sea tanto. Qué tal si estos 10 días que le quedan al mes los dedicamos al reto de no hacer nada, o casi nada, que tenga que ver con la economía digital.
Este mes, que en mi recuerdo infantil y adolescente es la suma de 31 días eternos y ventosos, conlleva para quienes vivimos en el hemisferio norte la promesa del descanso. Del dolce far niente de los italianos.
Y parece que esa práctica es un vestigio precioso que algunas generaciones tuvieron entre sus manos, y que ya no podrá ser. No al menos para una sociedad tan ansiosa e hiperestimulada por el consumo, sometida a la actividad constante, no tanto física sino mental. Todo en función y al ritmo de un sistema que demanda que no paremos ni un minuto de buscar cosas, de enviar información (sin importar lo vacua o hasta nociva que sea), es decir, de hacer scroll hasta la inconsciencia.
De esta actividad infructuosa es precisamente de la que propongo que nos liberemos durante 10 días. Como está la vida y sus dinámicas, quizá sea la única actividad que habiéndonosla autoimpuesto como obligatoria, podríamos también decidir sacarla de nuestros hábitos momentáneamente.
¿Recuerdan que antes se decía ‘las horas muertas’ para referirse al tiempo sin ocupaciones? Eso, tristemente, es imposible en el mundo actual, tan angurriento de movimiento que nos lleve a generar plata fruto de nuestra actividad digital; plata que, no hay que olvidarlo, siempre va a parar a los bolsillos de otros. Ahora, si acaso, podemos aspirar a tener segundos muertos -cuando por alguna razón no estemos desviando la mirada a nuestro teléfono, tableta o computadora en busca de más memes, más noticias o chismes, más insultos y polémicas en redes, más fotos ajenas, más videos de gente sin criterio opinando cualquier cosa sobre temas que no conoce y un inacabable etcétera.
Todo esto que parece inofensivo o banal, no lo es. Por el contrario, es una fuente enorme de enriquecimiento para unos pocos a costa de nuestro agotamiento mental y emocional. A través de nuestro scroll constante estamos, casi siempre sin saberlo, trabajando para sostener un sistema que fomenta la existencia de un puñado de billonarios y miles de millones de siervos de la gleba digitales (nosotros), que están permanentemente a disposición de esta nueva economía de la atención.
Si decidimos no tener actividad digital estos últimos días de agosto esto se traducirá en que no estaremos trabajando gratis para los tecno-billonarios. Y también en que estaremos sanando, aunque sea mínimamente, nuestra capacidad de concentración y de disfrute de lo tangible. Será un acto de rebeldía mínimo; y un triunfo personal enorme. Son solo 10 días libres del gesto obsesivo (algo deprimente) de agarrar el teléfono para ver qué se actualizó en el feed en los últimos dos minutos. Nos va a hacer bien, acepten el reto.