Lo invisible de las ciudades
Escribiendo ciudades

Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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El domingo pasado cumplí 20 años de escribir sobre arquitectura; y en especial, sobre urbanismo. Fue el 5 de octubre del 2005 cuando decidí escribir mis frustraciones provenientes de la práctica profesional de la arquitectura. Eran los tiempos de los blogs. Llamé al mío “Ladrillazos”, en aras de expresar la violencia con la que me urgía desahogar las frustraciones provocadas por clientes, ingenieros o promotores inmobiliarios de turno. Jamás pensé que ese título terminaría siendo el apodo con el que me llaman algunos amigos cercanos.
Poco a poco, Ladrillazos dejó de ser un espacio para maldecir mis sinsabores y se convirtió en un espacio para darle rienda suelta a mi curiosidad y a mi cinismo. Hice el top 10 de los edificios más feos de ese entonces en Guayaquil. También hicimos el top 10 de los mejores. Robándole la idea del Premio Atila al SAL (Seminario de Arquitectura Latinoamericana), establecí el Premio Calígula. La idea era premiar al edificio más feo que se haya construido cada año. Cuando le di semejante galardón a la sede de la Asamblea Constituyente de Montecristi, su autor me hizo saber el desprecio que sentía por mí. En otra ocasión, recibí un email del arquitecto español Alberto Campo Baeza, agradeciéndome por haber puesto su libro “La Idea Construida” en mi lista de lecturas recomendadas para arquitectos. “No sé quien eres, pero gracias”.
Exploré entonces temas como la ciudad como personaje cinematográfico, los diseños que se han hecho para la intimidad sexual, excluyendo los moteles (siempre los he visto como lugares para lo ilícito o lo cuestionable, no solo lo sexual); además de observaciones sobre arquitectura y urbanismo locales. De ahí, salieron algunas colaboraciones en medios digitales. Y finalmente, tuve el agrado de poder ser columnista de opinión en uno de los diarios con mayor trayectoria en Guayaquil. Escribí para ese diario 11 años, antes de venir a PRIMICIAS, donde siento que logro adaptar mis opiniones a los canales de comunicación de nuestros días.
Hay quienes se jactan de haber construido mucho; de haber hecho edificios y urbanizaciones. Hoy quiero jactarme de haber escrito ciudades; de haber compartido y enseñado lo que deberían ser nuestras ciudades. He escrito sobre lo que está mal, lo que no se puede mejorar y lo que está bien.
Creo que en eso consiste mi granito de arena a mis ciudades y a mi país.
Entre los arquitectos e ingenieros existe la idea que solo sabe aquel que ha construido. No desmerezco el oficio de proyectar y construir. Pero creo que es hora de darle más peso a las ideas. Así como quien no escribe puede caer en el error de no tener sus ideas claras y termina balbuceándolas, así ocurre con las ideas de en arquitectura también. En el urbanismo el problema es el opuesto. En esto le doy la razón a mi colega José Miguel Mantilla: los urbanistas tienden a sobre pensar. A veces meses de diagnóstico terminan en un par de hojas sueltas como propuesta.
Creo que es hora de incorporar nuevas voces en los medios, y así establecer la generación del debate abierto, sobre lo que queremos en nuestras ciudades. Se ven nuevos rostros en redes y medios. Eso abre positivamente el intercambio de ideas y el surgimiento de nuevas visiones.
Invito a todos a escribir los temas que les apasionan. Es en la escritura donde logramos ordenar nuestras ideas; y sin ideas bien estructuradas, en su gran mayoría compuestas por palabras, fallaremos en expresarlas. Peor aún, fallaremos además en la labor de alcanzar acuerdos. Nuestras ciudades y nuestro país, quizá hoy más que nunca, necesitan eso: diálogo y acuerdos.