Necesarios aires nuevos: Elecciones en el CAE-P

Próximamente se llevarán a cabo las elecciones en el Colegio de Arquitectos del Pichincha. Termina la gestión de María Samaniego a cargo de dicha agrupación gremial, luego de haberle dado nuevos aires. 

No se puede desconocer que su administración se caracterizó por una mayor apertura a los temas relacionados con situaciones específicas que agobian a la ciudad; pero lamentablemente, estos períodos entre elecciones resultan insuficientes para hacer los cambios que el CAE-P requiere. Por ello, creo que viene bien reconocer la labor realizada hasta la fecha, y conversar sobre los desafíos que quedan aún en el tintero, para la siguiente administración.

• Peor que los apagones

Conviene recordar los propósitos originales por los cuales el Colegio de Arquitectos del Ecuador fue fundado. No se trataba solamente de otro colegio profesional más; también debía servir a los ciudadanos que están más allá de nuestra profesión, como un referente y un generador de debate y de opinión pública sobre los asuntos arquitectónicos y urbanos, relevantes para nuestra sociedad.

Tiempo atrás, cuando se reformó la ley y la afiliación colegial dejó de ser un requisito para la práctica profesional, tanto el colegio nacional de arquitectos, como los colegios provinciales cayeron en crisis aún más lamentables que las sufridas anteriormente. 

El colegio del Guayas se perdió en una serie de riñas, relacionadas con los terrenos de un proyecto de vivienda concebido originalmente para sus miembros. Incluso hubo un colegio de arquitectos en la sierra, que se vio en la necesidad de arrendar su sede como salas para velaciones. El CAE Pichincha lograba sobrevivir, gracias a la organización de la Bienal Panamericana de Arquitectura; y los réditos que ésta generaba. Al no tener recursos similares a la bienal, los demás colegios provinciales padecían desgracias que los condenaban gradualmente a la extinción.

Hubo dos eventos cuestionables en la reciente historia del CAE Pichincha: uno fue el llamamiento a un concurso, que causó grandes expectativas a nivel nacional; pero que resultó ser una triste maniobra para favorecer al poder político de esa época. Dicho concurso se sustentaba en unas bases que no fueron respetadas en el momento de declarar a las propuestas ganadoras. Dicha incongruencia generó una profunda desilusión entre los colegas de mi generación.

El otro evento sobre el cual vale la pena reflexionar, es la creación de la Entidad Colaboradora; una entidad creada para revisar los planos, previo a su ingreso al municipio para la obtención de los permisos de construcción. 

Para su funcionamiento, se convirtió a la sala de exhibiciones del CAE-P en una oficina de burócratas. Dicha entidad le genera prósperos ingresos al CAE-P, pero responde más al municipio que al Colegio de Arquitectos. Evidentemente, esto genera un conflicto de intereses. Aunque no tengamos conocimiento pleno de caso alguno en el que el Municipio haya chantajeado al CAE-P, exigiendo su autocensura so pena de cortar los ingresos de la Entidad Colaboradora; el simple hecho de poder vislumbrar que eso pudiera ocurrir es inaudito e inadmisible.

• Sobre la banalización de la palabra “facho”

El Colegio de Arquitectos fue hecho -entre otros motivos- para poder emitir una opinión profesional sustentada con criterios y argumentos; independiente de los intereses que pudieran tener el municipio, el gobierno o las empresas privadas. Por ello, es indispensable que quien gane la presidencia del CAE-P se comprometa a romper esta adictiva y cuestionable dependencia económica, que impide la imparcialidad de la institución.

Es necesario entonces un giro de timón de carácter generacional. Debemos estar vigilantes a que dichos cambios generacionales no caigan en la tentación de empezar cuestionando a sus antecesores y terminen convirtiendo su gestión en un continuismo lamentable.