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Esto no es político

¿Fin de la paridad?

María Sol Borja

Periodista. Conductora del podcast Esto no es Político. Ha sido editora política, reportera de noticias, cronista y colaboradora en medios nacionales e internacionales como New York Times y Washington Post.

Actualizada:

02 jul 2025 - 05:50

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Una reforma al Código de la Democracia, aprobada de forma tramposa la semana pasada por la Asamblea Nacional, golpea nuevamente el derecho de participación política de las mujeres. Con ella, la obligatoriedad de aplicar la paridad en las elecciones queda en duda y se podría borrar de un plumazo décadas de lucha por conquistar espacios que, por siglos, han sido sistemáticamente negados a las mujeres. 

Las últimas reformas sobre paridad habían sido aprobadas en 2020 y empezaron a ser aplicadas en su totalidad en 2023, obligando a las organizaciones políticas a hacer esfuerzos mínimos para incorporar la mitad de mujeres en sus listas, incluyendo el binomio presidencial; si el candidato a presidente era hombre, la candidata a vicepresidenta debía obligatoriamente ser mujer.

  • Colectivos de mujeres exigen veto a la reforma del Código de la Democracia por atentar contra la paridad

Eso permitió a muchas de las mujeres llegar hoy a tener una curul en la Asamblea Nacional. Su participación fue posible gracias al marco legal por el que muchas otras pelearon durante décadas. Quizás, sin esa norma, no habría llegado a la Asamblea Rosa Torres, la presidenta de la Comisión de Justicia, a quien el bloque de la Revolución Ciudadana señaló de no haber informado del cambio en el articulado previo a la aprobación.

La denuncia de que para aprobar la reforma se habría irrespetado el procedimiento parlamentario también la hicieron varias organizaciones de la sociedad civil.

Con esto no solamente deja entrever un vergonzoso intento de echarse abajo el derecho de participar en política de las mujeres sino también la poca transparencia en el ejercicio del poder.

Quienes legislan —aún más quienes presiden las comisiones— deberían ser los primeros en respetar y hacer respetar la ley, en lugar de buscar atajos para evadirla y trampear, no solamente a sus colegas, sino a los ciudadanos que los eligieron.

Han pasado más de diez días desde que se aprobó y casi una semana desde que se levantaron las alertas desde las organizaciones de la sociedad civil, pero Torres no se ha pronunciado.

Si fue un error, podría reconocerlo, disculparse y buscar corregirlo, pues evadir y elegir el silencio deja espacio para la sospecha y la duda. Parte de estar en espacios de poder es la urgencia de rendir cuentas.

La participación de mujeres en política es fundamental y dejarlo claro —sin las ambigüedades por las que se cambió el artículo 99 del Código de la Democracia— es una obligación en el ejercicio transparente de legislar.

Después del abuso espantoso que se ha dado a las denuncias de violencia política de género, desvirtuando por completo su propósito, no se puede desconocer que hay desinterés en cierto sector de la clase política de que exista un marco legal que realmente garantice la participación de las mujeres en política. Con más razón aún, eso demuestra la necesidad de que este sea robustecido y protegido.

La paridad no es un favor, ni una concesión, ni un privilegio. Es un derecho que ha costado décadas de lucha.

Leer argumentos tan pobres como que no se debería obligar a que haya mujeres, sino “los mejores”, parte de la deplorable premisa de que los mejores, en masculino, son hombres. No mujeres.

Lo mínimo que se puede esperar en pleno 2025 es que quienes dirigen los partidos —en su gran mayoría, hombres— hagan el esfuerzo de que ellas también sean parte activa del partido político y no permanezcan eternamente relegadas a ser las que sirven el café.

¿Que ha dado paso a representantes mujeres impresentables? Sí. Innegable.

Pero antes de que aparezcan en política, vimos décadas de hombres impresentables, en gobiernos abusivos, violadores de derechos humanos, corruptos, cobardes, mediocres. ¿Y alguien se atrevió a decir que eran así porque eran hombres?

Jamás.

Cuando una legisladora no podía ni leer, hace pocas semanas, un discurso en el pleno, se culpó el hecho de que ella esté allí, a la paridad.

¿Alguien culpó a la paridad el hecho de que sea un hombre quien dirigía el país en enero, el mes más violento en la historia del Ecuador?

No. Porque a los hombres se los mide con una vara distinta. De ellas se espera más. Cuando una mujer falla, la crítica legítima no es a ella, es a todas las mujeres, al hecho de que estén en política, a la paridad.

Eliminar la paridad en elecciones significa cerrar aún más los caminos que ya de por sí han sido espinosos para las mujeres.

La ventaja es que pronto sabremos también cuál fue la real intención en esta decisión: si fue un error de ADN o no, se verá en la decisión presidencial de vetar las reformas o dejarlas tal cual salieron de la Asamblea Nacional.

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