El indiscreto encanto de la política
El desgaste de Noboa en Cuenca
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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En política, los hechos dicen más que las palabras. En las últimas semanas, el presidente Daniel Noboa ha convertido a Cuenca en el centro de su agenda: organiza conciertos internacionales, entrega becas a jóvenes, dispone operativos, impulsa ferias e incluso ha sorteado vehículos eléctricos.
Un esfuerzo gubernamental poco habitual en el austro, que reflejaba algo más que entusiasmo: inquietud por las encuestas.
El contraste con el pasado febrero es notorio. En la segunda vuelta presidencial, Noboa obtuvo el 65,6 % de los votos en Cuenca, un apoyo que, aunque incluía el voto anticorreísta, también mostraba simpatía y expectativas hacia su figura.
Ese capital político hoy se ha debilitado.
El punto de quiebre llegó el 23 de junio, cuando el Ministerio de Ambiente, Agua y Transición Ecológica otorgó a la minera canadiense Dundee Precious Metals la licencia ambiental para explotar el proyecto Loma Larga, en Quimsacocha.
Esa decisión rompió un pacto tácito entre la ciudad y su entorno natural. La reacción fue inmediata: una efervescente indignación cívica que alcanzó su punto máximo en la Marcha por el Agua, una de las manifestaciones más multitudinarias de los últimos años en Ecuador.
El error del Gobierno no fue solo técnico, sino simbólico. Interpretó el conflicto por el agua como una pugna política entre autoridades seccionales y el poder central, cuando en realidad se trataba de una defensa profunda de la identidad cultural de los cuencanos.
No fue un acto de oposición, sino de afirmación. Una causa suprapartidista, nacida del mismo sustrato que ha sostenido la historia de Cuenca: el agua, la cultura y la autonomía cívica.
Ese arraigo explica por qué los discursos y las recientes dádivas estatales se disuelven con rapidez aquí.
Aunque semanas después el Gobierno revocó la licencia ante la presión social, la relación entre Cuenca y Carondelet quedó lastimada.
La incógnita ahora es si la maquinaria estatal y la campaña de última hora lograrán revertir lo que indican las encuestas o, al menos, reducir la distancia.
Pero, más allá del resultado del domingo, el mensaje ya está escrito: Cuenca habló con serenidad y firmeza. La identidad no se negocia.