El indiscreto encanto de la política
Noboa ya no se mide con el correísmo, sino frente a sí mismo

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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El pasado sábado se marcó un hito en la narrativa política ecuatoriana. Con la ceremonia de posesión de su segundo mandato, Daniel Noboa dejó de ser una figura emergente para convertirse en su propia vara de medición.
Ya no es el outsider que desafiaba al sistema ni el heredero de crisis ajenas. Hoy encarna, simultáneamente, al Ejecutivo, al Legislativo, a la narrativa y a la expectativa.
El poder se concentra en su figura, y con ello, también el peso de la responsabilidad.
Noboa renueva su gobierno con poder real. Lidera la primera fuerza en la Asamblea Nacional, goza de una popularidad sostenida y proyecta el capital simbólico de un “Nuevo Ecuador” que ha dejado de ser campaña para convertirse en mandato.
La retórica de la herencia incómoda ha caducado. No hay Asamblea opositora que lo bloquee, ni una vicepresidenta díscola que lo desafíe. Tampoco quedan fantasmas del pasado a quienes culpar. Se agotaron las excusas.
Y es precisamente esa ventaja estructural la que expone su mayor reto: ya no se mide con Correa ni con Lasso, mucho menos con Moreno. Se mide con el Noboa de 2023. Con quien prometió un país seguro, próspero y moderno. Con quien aseguró haberlo rescatado del abismo. Con quien ahora dispone de herramientas institucionales y apoyo popular para cumplir.
El país espera resultados, no distracciones. Gestión eficaz, no escenografía. Claridad estratégica, no solo relato. La omisión de temas cruciales en su discurso de posesión —como la reforma política, el Plan Fénix o el rol de la oposición— refleja una tensión no resuelta: Noboa ejerce el poder, pero aún no define una dirección clara.
Gobernar es comunicar, sí, pero también es priorizar, ejecutar y sostener. Si acierta, marcará un nuevo estándar de liderazgo para una generación. Si fracasa, será solo su culpa. Porque esta vez, el adversario no está afuera. Está en el espejo.