Una sociedad sin ideas

En corto y sencillo, ese es el diagnóstico del país. Una sociedad sin ideas. Sin ideas en lo cultural, sin ideas en lo económico y, esencialmente, sin ideas en lo político. Este país, en el que en algún momento se discutía entre la viabilidad de seguir la doctrina social demócrata, la de corte neoliberal o la del mayor intervencionismo estatal, ahora no es más que un continuo señalamiento de lugares comunes. Declaramos la importancia de la educación sin dar pistas sobre cómo mejorarla. Proponemos cerrar filas en la lucha contra el crimen organizado sin proponer soluciones específicas que vayan más allá de la retórica vacía. En definitiva, transitamos de a poco, pero con firmeza, a constituirnos en una sociedad en la que nos conformamos con lo básico. Nada muy distinto al ciclo natural de las plantas.

La personalización de la discusión pública es un síntoma inequívoco de que vamos por el camino de la fatuidad. No debatimos lo que dijo tal o cual actor político en función de la propuesta en sí misma sino a partir de la simpatía o antipatía que nos genera el emisor. Puedo estar de acuerdo con lo que el sujeto de marras señala, pero si es él quien lo menciona, entonces abiertamente debo oponerme. Con esa forma de proceder es difícil llegar a acuerdos mínimos. Con esa perspectiva de lo que es el debate político, pronto, antes de que tengamos tiempo de reacción, estaremos enfrentados nuevamente a los discursos mesiánicos que lo único que llevan de sustancia es el deseo de acumular poder por el mero hecho de ostentarlo. Nada que no haya sido una constante en la historia política del Ecuador.

¡Cuánta falta le hace al país una propuesta política de centro derecha! ¡Cuánta falta le hace al país una propuesta política de centro izquierda! Ni se diga de las opciones abiertamente de derecha o de izquierda. Todas esas alternativas, que el votante merece tener en la papeleta electoral, se han apagado de a poco. Por ello, resulta discutible el surgimiento de la tercera vía. ¿Dónde están las dos corrientes ideológicas que se enfrentan y que dan lugar a una alternativa intermedia? Acá eso no existe. Lo que se ve, cada vez con mayor claridad, es la implantación de sólidas bases para una sociedad sin ideas.

• La desnutrición infantil, otro tema de grandes acuerdos 

El alcance y límite de los subsidios, por ejemplo, no es un tema de debate. Cualquiera que llega al poder no hace sino disponer indiscriminadamente de esa mal llamada herramienta de gobernabilidad. Por ello, en ese nivel no hay nada que diferencie claramente las ofertas de unas organizaciones políticas respecto de otras. Proponer ideas es más costoso que seguir en la misma línea, equivocada o no, pero que está ya implementada. Algo similar ocurre con la seguridad social. Todos cerramos filas en torno a la necesidad de fortalecerla y mantenerla, pero cuando se trata de discutir las vías para llegar a ese fin, el silencio puede más. El informe de la comisión encabezada por Augusto de la Torre ha seguido ese camino. No ha sido ni descartado ni apoyado, simplemente se lo ha ignorado. En este caso esa omisión no se puede entender como rechazo sino como pereza. La pereza de las sociedades sin ideas.

Si bien unos pocos medran de la ausencia de debate, claramente aquí caben los auto definidos estrategas de campañas electorales, que en el fondo no son sino vendedores de humo, al común de los ciudadanos la sociedad sin ideas debería preocuparle pues, en el fondo, ese estado situacional le termina afectando. Si el país continúa en la senda de gobiernos sin una orientación clara de lo que consideran los caminos para el bienestar de las mayorías, los indicadores sociales seguirán empeorando y la posibilidad del progreso será cada vez más un anhelo difícil de cumplir. La migración constante y el eufemismo del emprendimiento, que en el fondo esconde la clamorosa demanda de empleo pleno y digno, son señales claras de que las cosas no van bien, sobre todo para los sectores económicamente más desaventajados.

*** 

La sociedad sin ideas es peligrosa para la convivencia pacífica pues resulta ajena a cualquier forma de prosperidad. La sociedad sin ideas, simplemente, desalienta la libertad del ser humano para realizarse a plenitud.