Pabel Muñoz radicaliza su postura frente al Gobierno, pero también dentro de Revolución Ciudadana
El alcalde de Quito, Pabel Muñoz, hizo de la sesión solemne del 6 de Diciembre una tribuna para reclamar un lugar en el espacio político nacional, arropado por colegas como Aquiles Alvarez. Estas son las claves de su apuesta.

El alcalde de Quito, Pabel Muñoz (con el puño en alto), celebra luego del discurso solemne del 6 de diciembre de 2025. Lo acompañan, entre otros, el alcalde de Guayaquil, Aquiles Alvarez.
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El alcalde de Quito, Pabel Muñoz, no dejó pasar la oportunidad de mostrarse como una figura política fuerte y dejar por sentado, en la sesión solemne del 6 de Diciembre, que irá por la reelección (sin importar lo que puedan opinar los mandamases de Revolución Ciudadana) y que tampoco está en sus planes bajar el tono de su enfrentamiento con el Gobierno Nacional de Daniel Noboa.
Esto lo dejó perfectamente claro en su discurso, dividido en dos partes: la primera, en que enumeró ejemplos del duro conflicto con el Gobierno, y la segunda, en que pasó revista a lo que considera logros de su gestión y aseguró, al mencionar una encuesta, que goza del apoyo de la mayoría de ciudadanos. Los gritos de "¡Reelección, reelección!" brotaban desde el graderío.
Eso, por sí solo, ya fue suficiente para reforzar que se postulará para la reelección, algo que había proclamado en la víspera en un discurso más vehemente en el Mercado Mayorista, donde vestía con camisa y no de terno y corbata, y con el ambiente de las Fiestas de Quito como telón de fondo.
Fue vehemente, pero no espontáneo, pues Pabel Muñoz ha ido subiendo la energía de sus acciones y sus frases desde que el proceso de revocatoria del mandato en su contra se desbarrancó. Libre de esa presión, el alcalde ahora apuesta por reclamar un lugar en el espacio político nacional. Sí, nacional.
Lo hizo junto a colegas como Aquiles Alvarez, el (¿cada vez más presidenciable?) alcalde de Guayaquil, y Paola Pabón, prefecta de Pichincha, figuras del progresismo que también guardan distancia del Gobierno de Noboa, al que de todos modos jamás le negaron legitimidad, pero que también están lejos de la postura radical de Rafael Correa en cuanto al apoyo a Nicolás Maduro y a la teoría de la tinta bailarina.
De hecho, también estaba invitada Marcela Aguiñaga, la prefecta del Guayas que abandona Revolución Ciudadana, pero no asistió a la sesión solemne de Quito por asuntos personales (al día siguiente se anunció la muerte del padre de la prefecta).
Pabel Muñoz ha defendido a Aguiñaga dentro de Revolución Ciudadana, pero con la mesura suficiente para exigir un "durísimo debate interno" en la próxima convención de la RC y que el movimiento salga con posiciones unificadas. Esa sigue siendo la postura.
Rafael Correa, ante eso, se ha mostrado algo osco. Escribió la palabra "tibio" cuando se habló de los candidatos a la reelección como Pabel Muñoz y Marcela Aguiñaga, y criticó al alcalde de Quito por premiar a Andrés Vallejo por haber sido embajador en tiempos de Guillermo Lasso, deconociendo la amplísima trayectoria política e intelectual que son la razón del reconocimiento del Concejo de Quito al exministro de la ID.
Y el problema es que esa convención correísta no termina de llegar nunca, y el Gobierno mantiene su presión sobre las autoridades locales. Por eso, el gesto de Pabel Muñoz de reunir a sus colegas y realizar un reclamo con todos los símbolos de Quito detrás, y eso incluye tomar canelazo y bailar en La Tola, es una manifestación de unidad ante esas dos fuerzas que los tienen emparedados.
Por eso, no es una locura que esa "tercera vía" de la que ya se empieza a hablar para romper con la polarización actual de la política pueda salir de esta corriente.
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