“Me ponían toallas empapadas y luego me aplicaban electricidad", el testimonio de Susana Cajas, exintegrante de AVC
El miércoles 5 de noviembre de 2025 se instaló en la Corte Nacional de Justicia el primer juicio por un delito de lesa humanidad en la historia de Ecuador, por eventos ocurridos durante el gobierno de León Febres Cordero.

Susana Cajas (con pañuelo rojo), durante la audiencia del 5 de noviembre del 2025 en la Corte Nacional de Justicia por un supuesto delito de lesa humanidad.
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El miércoles 5 de noviembre de 2025 se instaló en la Corte Nacional de Justicia, tras una serie de diferimientos y más de 10 años de espera, el primer juicio por un delito de lesa humanidad en la historia de Ecuador. El caso hace referencia a supuestos excesos cometidos durante el gobierno de León Febres Cordero contra la guerrilla de Alfaro Vive Carajo (AVC).
En la audiencia se abordará el caso Vaca, Cajas Jarrín, que hace referencia la detención de Luis Vaca Jácome, Susana Cajas Lara y Francisco Javier Jarrín Sánchez (militantes de AVC), presuntamente ocurrida el domingo 10 de noviembre de 1985.
Durante la audiencia en referencia, el fiscal general subrogante, Carlos Leonado Alarcón, comenzó llamando a Susana Cajas Lara, una de las presuntas víctimas del caso. La mujer se tomó un poco más de 45 minutos para contar su caso.
En su testimonio, la mujer relató como fue detenida en noviembre de 1995 -junto a Luis Vaca y Francisco Jarrín- y trasladada a dependencias militares, en dónde fue sometida a tortura, abusos sexuales y a una detención arbitraria.
“Me considero víctima porque fui violentada sexualmente, fui vejada. Fui detenida arbitrariamente por militares. Fui torturada, conducida a recintos militares sin ninguna orden judicial y así permanecí 15 días”, dijo Cajas.
Dijo que estaban en el Parque Infantil de Esmeraldas, tomando un refresco, cuando llegó un grupo de militares, parqueo un jeep en la puerta del restaurante, les solicitaron los documentos de identificación y les dijeron que tenían que subirse al vehículo militar, sin dar explicaciones.
Luego de subir a ese vehículo, expuso Cajas, fueron llevados al Batallón Montúfar, en Esmeraldas. En ese sitio, los separaron y no supo que pasó con Vaca y Jarrín. Pero a ella le interrogaron.
Posteriormente, relató, la encapucharon y la llevaron a otro lugar. Cuando le sacaron la capucha se dio cuenta que estaba en un lugar oscuro y solo había una luz fuerte que encandilaba sus ojos y su rostro, por lo que no podía ver nada.
Solo escuchaba una voz que le continúo interrogando, sin agresiones físicas. Pero, luego de un tiempo, la volvieron a encapuchar y la llevaron a una celda. Cajas no recuerda las preguntas que le hicieron en el interrogatorio, en Esmeraldas. De manera general, dijo que le preguntaban el motivo para haber viajado a Esmeraldas y quiénes eran Vaca y Jarrín.
No sabe cuánto tiempo estuvo en ese lugar, pero sí que, tiempo después, la ataron de pies y manos, la encapucharon otra vez y la subieron al balde de una camioneta, dónde estuvo acostada durante un viaje largo, de unas cinco horas, hasta que llegó a un sitio en el que ella sentía frío, que luego pudo constatar que era la Escuela de Inteligencia, en Conocoto.
“Yo no estaba robando o matando. No estaba haciendo nada. Estaba sentada en un restaurante tomándome un refresco. Nunca me dieron la mínima explicación de por qué me están deteniendo”, dijo. Ya en Conocoto, contó Cajas, permaneció encapuchada y atada de manos. Solo recuerda que escuchó la apertura de una puerta metálica y de unas cadenas que sonaban, cuando se abrían candados.
Luego, la empujaron por unas gradas hacia “un calabozo oscuro, de un metro por dos metros, y maloliente”. Recuerda que solo tenía una ventana por la que le llamaban para llevarla a los interrogatorios.
Los interrogatorios, dijo, se hicieron en cuartos con paredes manchadas de sangre, donde había baterías de carros. En esos sitios la obligaban a desnudarse y agregó que nunca vio a los torturadores. “Solo una vez vi una mano gorda y velluda que manoseaba”, agregó Cajas.
“Me ponían toallas empapadas en todo el cuerpo, para posteriormente aplicarme electricidad, sobre todo en los senos, en las nalgas y en las ingles, en sectores cercanos a la vagina”, relato entre lágrimas.
También contó que las personas que la interrogaban y torturándose burlaban de ella, “cogían mis interiores y me ponían en la boca. Me provocaban vómito y me dicen eres tan asquerosa que te da asco tu propio calzón”.
“Me manosearon todo el tiempo, siempre tenía manos sobre mi cuerpo. Me manoseaban los senos, las nalgas, se acercaban a la vagina. Siempre tuve que rogarles que no me manoseen tanto”, agregó Cajas en su testimonio.
Añadió que cuando no respondía lo que ellos querían saber o lo que esperaban como respuesta, le pegaban y le trataban con mucha furia.
Entonces, la llevaban a un sitio tan pequeño, que nunca podía permanecer estirada o parada. “Era como el castigo del castigo, la tortura de la tortura”, aseguró. Dijo que años después supo que a este lugar le llamaban ‘el infiernillo’.
“Me decían eres una prostituta. Eres de Alfaro Vive solo para buscar marido y amantes. Me decían que soy tonta”, dijo.
También testificó que cuando no estaba en estos interrogatorios, había hombres que iban a su calabozo a seguir manoseándola y querer a tener relaciones sexuales con ella, aunque nunca lo hicieron.
En otros momentos, en cambio, la desnudaban y llevaban a una ducha, donde la dejaban durante horas bajo el agua. “Hubo días, en los que se bajaban los pantalones y me mostraban su pene erecto”.
No sabe cuántos días pasaron, hasta que la subieron a un vehículo y la llevaron a otro lugar, que no sabe dónde fue, solo identificó que era una casa. Era un sitio en el que permaneció un día entero en el piso, atada de manos y con los ojos tapados. Sintió que la iban a matar.
Sobre sus compañeros, dijo que por muchos días no supo nada de Vaca y Jarrín. Hasta que días después, solo sintió que en el calabozo junto al suyo estaba Jarrín y nunca más supo nada de Vaca, solo que escuchaba a los militares decir: “se escapó el flaco”.
Días después, recordó Cajas, empezaron a sacarle a un espacio verde, dónde tomaba el sol mientras las personas que la cuidaban la manoseaban permanentemente. “Yo deje de forcejear, sentía que mi cuerpo ya no era mío”.
Hasta que un día, después de varios días, la subieron a un vehículo junto a Jarrín. Llegaron a un sitio, los bajaron a empujones -encapuchada-, la sentaron y le dijeron “si regresas a ver, te matamos”.
Entonces, se dio cuenta que Francisco Jarrín estaba a su lado. “Yo esperaba el tiro en la cabeza. Decía me van a matar. Entré en un ataque de histeria, mientras estaba en una quebrada”.
Siguiendo con el relato, Susana Cajas contó que llegó un carro civil. Pensó que le podían ayudar. Pero, luego un grupo de hombres los subió a ese vehículo y comenzaron a reírse.
Entonces, el carro empezó a moverse y se dio cuenta que estaban cerca de Cumbayá. Los llevaron al Centro de Detención Provisional (CDP), en el centro de Quito. En ese lugar, estuvo casi dos años presa, acusada de falsificación de documentos hasta que fue sobreseída y salió libre.
“Después de que me liberaron seguía perseguida. La casa de mis padres seguía siendo allanada. Seguía el régimen de León Febres Cordero”, dijo.
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