Plaza de Toros Quito: El día que la guerrilla colombiana secuestró al dueño del coso de Iñaquito
El anuncio de la demolición de la Plaza de Toros Quito ha desatado que muchos recuerden historias relacionadas con ese lugar. Pero ninguna es tan dramática como el secuestro del empresario español Pablo Martín Berrocal.

El empresario Pablo Martín Berrocal es entrevistado por Gloria Carabalí en la Plaza de Toros Quito, en una fecha sin determinarse.
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Toros Ecuador
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Lo habían investigado tan de cerca, que sabían más de su agenda privada que él mismo. Minuciosos como si escribieran una novela de Dostoievski, los guerrilleros conocían que Pablo Martín Berrocal, el dueño de la Plaza de Toros Quito, viajaba a Ecuador cuatro veces al año. También sabían que el empresario caminaba sin compañía por las calles. Así lo abordaron, con la guardia baja, para llevárselo secuestrado. Era el 9 de agosto de 1986.
El secuestro de Pablo Martín Berrocal es, probablemente, la historia más dramática, pero al mismo tiempo la menos conocida, de las que se desprenden de la Plaza de Toros Quito, epicentro de las Fiestas de Quito en la segunda mitad del siglo XX, cuando la fiesta brava era el eje de los festejos.
Los guerrilleros de Ejército de Liberación Nacional (ELN) lo atraparon en alguna calle cercana a la Plaza de Toros y lo condujeron a algún lugar que no pudo ser determinado por la Polícia ni por él mismo. Era la época en que gobernaba el socialdemócrata Rodrigo Borja, que llegó al poder luego de que su predecesor León Febres Cordero arrasó con la guerrilla local de Alfaro Vive Carajo (AVC). ¿Eran los residuos de esta organización los responsables? Quizás.
Eso sí, el ELN ha estado involucrado en otros secuestros en territorio ecuatoriano y utilizaba al país —lo sigue utilizando— como brazo logístico para actividades ilegales como el control del cultivo y comercialización de drogas. Y su red de contactos permitió a los guerrilleros tener éxito en este secuestro.
Berrocal pasó poco más de ocho meses custodiado por dos hombres que permanecían encapuchados. El español consideró que eran ecuatorianos por el acento y por las palabras. En los días finales de su cautiverio, una mujer se unió el equipo de vigilancia, que mataba sus días jugando dominó. No había periódicos ni televisión.
No conversaban mucho, ni entre ellos ni con Pablo Martín Berrocal, que solo podía imaginar cómo se realizaban las negociaciones con su familia. Le habían obligado a escribir una carta a su esposa, Blanca Paradela, y le tomaron una fotografía (las de antes, que debían ser reveladas en un cuarto oscuro) para enviarlas como pruebas de vida.
Sus vigilantes tampoco le daban ningún detalle de cómo avanzaban los tratos. No podía enterarse de que una compañía internacional del ramo de seguros, la Control Risk, asesoraba a la familia en la negociación, que además no se desarrollaba en Ecuador.
Diciembre lo pasó fatal. No sabía quién organizaría la Feria Jesús del Gran Poder, de la que Berrocal era partícipe antes de que comprara la Plaza de Toros en 1986, ni si sería liberado a tiempo para Navidad.
Finalmente, un día le pidieron que se levantara porque se iba de ahí. Lo encapucharon y lo metieron en un vehículo. Luego de un viaje que no acertó calcular en su duración, lo sacaron a la calle. Según los datos de prensa de la época, Berrocal fue abandonado en la vereda de la misma Plaza de Toros Quito, pero no en la Avenida Amazonas sino en la Río Cofanes, más discreta. Por fin era libre y eso ocurrió el Domingo de Resurrección, el 15 de abril de 1990. Nunca se supo si eso fue coincidencia o un retorcido simbolismo de los captores.
Berrocal jamás dio detalles públicos del secuestro. La cifra que pagó su familia tampoco se especificó, pero la prensa española fijó el monto en un millón de dólares cerrados, que equivalían a 110 millones de pesetas de la época. Tampoco trascendió su estado de salud, aunque se dijo que fue el normal luego de ocho meses de estar encerrado, con poco sol y escaso contacto con las noticias y la vida.
Pero Berrocal sí tuvo una frase dedicada a sus captores: "Los secuestradores son la escoria del género humano". No obstante, recuperó el ánimo y, con la libertad suya nuevamente, retomó la organización de la Feria Jesús del Gran Poder en Quito. Con más ojo al caminar, por supuesto.
Tiempo después, en 1994, Berrocal vendió la gran mayoría de sus acciones de Citotusa, la empresa dueña de la Plaza de Toros, aunque no puso fin al contacto con su querida Plaza de Toros Quito, que la había comprado en 1986 a su compatriota Luis Miguel Dominguín y a la que remozó para que estuviera a la altura de las corridas y la fiesta que se vivía en la capital.
Pablo Martín Berrocal, nacido en Madrid el 30 de junio de 1943, falleció el 19 de mayo de 2020. Cinco años después, se auncia que la Plaza de Toros Quito puede ser demolida, evidencia de que las horas pasan lentamente, pero los años pasan veloces.
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