Las muertes violentas tienen horario y motivo en Guayaquil, también escenario: el 77% ocurre en la vía pública
Las cifras de mayo, el mes más violento en la historia reciente de Ecuador, revelan el perfil de las víctimas de este delito, que acumula a escala nacional 3.939 asesinatos en lo que va de 2025.

Un hombre fue asesinado durante un ataque armado en Puerto Santa Ana, Guayaquil.
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En la ciudad de mayor violencia del país, los crímenes se producen por un motivo, con prevalencia en una franja horaria y tienen como escenario, en el 77% de los casos, la vía pública, revelan las cifras de este delito en mayo, el mes más violento en la historia reciente de Ecuador.
Una revisión de las estadísticas del Ministerio del Interior señala que Ecuador registró ese mes 915 muertes violentas y a la cabeza de las ciudades se mantiene Guayaquil, con el 90,5%, que equivale a 313 crímenes, 242 ocurridos en sus calles y avenidas, incluso frente a escuelas.
Delante de niños y después de dejar a su hijo en el plantel, por ejemplo, un ciudadano fue asesinado el 20 de mayo en los exteriores de un centro educativo en las calles 26 y Francisco Segura, en el suburbio de Guayaquil. Testigos contaron que el hombre intentó escapar del ataque, pero los proyectiles lo alcanzaron y murió al instante.
Un día antes, el 19 de mayo, dos hombres, de 20 y 31 años, fueron emboscados en un callejón de la manzana 186 de la ciudadela Floresta 2, uno de ellos se dirigía a trabajar en una obra de construcción. Ambos fueron baleados por sicarios que se movilizaban en una moto.

Que la mayoría de los asesinatos ocurran en la vía pública -analiza Valeria Romero, investigadora del Observatorio de Seguridad, Crimen y Defensa de la Fundación Ciudadanía y Desarrollo- “demuestra la debilidad del Estado para garantizar la seguridad en espacios tan fundamentales como las calles y avenidas”.
“Los crímenes en la vía pública también tienen un carácter simbólico: son muy visibles para la comunidad, para los vecinos y peatones, y esto genera miedo, sensación de inseguridad. El crimen busca marcar territorio, mandar mensajes a sus rivales”.
Valeria Romero, experta en Seguridad
Las cifras de los crímenes registrados en mayo revelan también el perfil de las víctimas. El 89% de los asesinados, un total de 280, fueron hombres cuyas edades, en más de la mitad de los casos, oscilaban entre los 18 y 35 años.
Pero fuera de ese rango, también se han registrado crímenes, especialmente de menores de edad. El 22 de mayo, por ejemplo, dos personas, de 16 y 49 años, fueron blanco de un ataque armado en la avenida Perimetral, en el sector de la Rosalía, en la Trinitaria, sur de Guayaquil.
Y el 13 de mayo, tres adolescentes cayeron víctimas de las balas en una masacre en el bloque 10 de Flor de Bastión, en el distrito Nueva Prosperina, el epicentro de la violencia en esta ciudad. Los cuerpos de Erick, de 14 años; Marlon y Jair, de 16 años, cayeron mientras escuchaban la prédica de un pastor evangélico de 41 años, quien también murió por las balas.
“Se trataría de una confrontación entre Los Tiguerones Fénix y Los Igualitos. Las víctimas serían parte directa o indirectamente, de una de estas organizaciones”, señaló el jefe del distrito Nueva Prosperina, Jhanon Varela.
Amenazas y drogas
Las cifras revelan que la mayoría de los crímenes no son una casualidad, sino que tienen una motivación. En Guayaquil, de los 313 asesinados en mayo, 166 (53%) habían recibido una amenaza, mientras que el 40% estaba ligado al tráfico interno de drogas o microtráfico.
Entre ellos, Edwards Vilela, de 35 años, y Ana María Quintero, de 38, una pareja que tenía dos meses de haber llegado a Guayaquil, huyendo de las intimidaciones que habían recibido en el sector El Arbolito, donde vivían, en Durán, según reportaron sus familiares a la Policía.
Ambos fueron asesinados la noche del 22 de mayo en las calles Seis de Marzo y Pedro Moncayo, en pleno centro de la ciudad. Los dos tenían antecedentes penales y sobre sus cuerpos los sicarios descargaron doce proyectiles de una pistola de calibre nueve milímetros.

No obstante, la experta en seguridad, Valeria Romero, cree que, aunque la mayoría de las muertes ocurre en contexto de disputa de control territorial, ajuste de cuentas o microtráfico, “no podemos encerrarnos en la narrativa de que esto es una guerra de bandas”.
“De los 3.939 asesinatos de enero a mayo de 2025, una porción significativa responde a dinámicas de extorsión (…), pero también hay 186 homicidios por robo. No podemos encasillar a todas las víctimas y decir que estaban envueltas en redes de crimen o microtráfico, la violencia tiene varios brazos y nos afecta a todos”, dice Romero.
Horario nocturno
La violencia también tiene una franja horaria donde opera con mayor libertad en Guayaquil. Las cifras del Ministerio del Interior revelan que, en esta ciudad, el 55% de los asesinatos ocurre entre las 18:00 y 02:00.
En esas ocho horas se produjeron 172 de las 313 muertes violentas registradas en mayo. Entre ellas, por ejemplo, la de tres personas la noche del martes 13, en el Guasmo, en el sur de Guayaquil.

Los sicariatos ocurrieron cerca de las 19:00. Los vecinos reportaron que dos hombres en una moto dispararon y los cuerpos de dos de las víctimas cayeron sobre la calzada, uno a 20 metros del otro, mientras que una tercera víctima fue baleada a cinco cuadras de distancia.
En horas de la noche, a las 21:00, también se cometió una masacre que dejó cuatro muertos y tres heridos. En las calles Escobedo, entre Junín y Luis Urdaneta, sicarios dispararon desde una camioneta contra siete personas afuera de un hotel céntrico de Guayaquil.
El ataque fue considerado por la Policía como una disputa de territorio, pues todas las víctimas tenían antecedentes penales por tráfico de drogas y armas y, tras un operativo en la zona, se hallaron sustancias ilícitas en habitaciones del hotel atacado.
El cometimiento de crímenes con prevalencia en el horario nocturno -dice la investigadora del Observatorio de Seguridad- refuerza el argumento de que no estamos en un contexto de guerra y que la política pública debe enfocarse en la seguridad ciudadana.
“Este horario coincide con una reducción natural de la vigilancia estatal y comunitaria, porque hay menor presencia policial en los barrios y zonas rurales en la noche, muchas cámaras de videovigilancia pública no funcionan correctamente por la falta de iluminación o fallas de mantenimiento”.
Valeria Romero, experta en seguridad
Caída la noche, además, hay una menor circulación de testigos o vecinos en espacios públicos, lo que favorece a los agresores, que pueden no ser identificados y la movilidad de sicarios o extorsionadores puede darse de manera encubierta.
Los crímenes a altas horas de la noche, dice la experta, se dan “de manera calculada y estratégica, más que impulsiva, porque facilitan la impunidad”.
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