Así fue la lucha de los migrantes por jugar ecuavóley en Madrid: del desalojo constante a la conquista oficial de un espacio
Iban de un parque a otro. Corrían ante la llegada de la policía, que los desalojaba. Pero ahora, un grupo de migrantes ecuatorianos hicieron historia al conseguir una autorización oficial para jugar en Madrid su deporte favorito sin la presión policial.

El parque Pradolongo, en Madrid, es una zona donde se reúnen migrantes ecuatorianos para jugar ecuavóley.
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Soraya Constante
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MADRID. El ecuavóley llegó en el equipaje de muchos ecuatorianos que, al instalarse en España, buscaron descampados y terrenos de tierra para improvisar sus canchas y mantener viva la tradición. María Valverde, una asidua a estos espacios, recuerda que, al principio, eran reuniones familiares. “Yo empecé en Plaza Elíptica con mi familia, jugábamos mi esposo, mi hijo, mi cuñado con su hijo y su mujer”, cuenta. Desde aquella plaza, en el sur de Madrid, se mudaron a San Martín de la Vega, un municipio a las afueras, hasta que fueron desalojados. Después probaron en Villaverde Alto, de nuevo en el sur de la capital, pero allí también los echaron. Finalmente, encontraron su sitio en el parque de Pradolongo, en Usera, donde llevan ya unos veinte años jugando, y acaban de lograr una autorización municipal para seguir haciéndolo.
María y los otros ecuatorianos que practican este deporte en Pradolongo hicieron historia en mayo pasado al conseguir una autorización de la Junta del distrito de Usera para seguir ocupando esos espacios sin la presión policial, aunque todavía está por ver si les adecuarán los espacios y colocarán la luminaria adecuada, baños y un quiosco para disponer de bebidas frescas. El pedido de los ecuatorianos se hizo escuchar gracias a que un reconocido líder barrial, Félix López-Rey, se puso de su lado y presentó la propuesta de mano de uno de los partidos más jóvenes y cercanos con la migración: Más Madrid.
Y es que el ecuavóley en Madrid tiene una historia de huida constante. Los ecuatorianos corriendo para escapar de la policía municipal que los acusa de infringir la normativa por usar espacios no adecuados para el deporte o por consumir bebidas alcohólicas. Del acoso policial habla María, que es “dueña” de un par de canchas en Pradolongo, es decir, se ocupa de colgar las redes que le mandan desde Ecuador y que son tejidas por los presos en alguna cárcel que no puede precisar, y pone el balón de fútbol. “La policía nos trataba como si fuéramos unos delincuentes, caía uno y enseguida venían cuatro, cinco, siete, ocho patrulleros, nos quitaban las redes, lo miraban todo, nos revisaban bolsos”.
Parte de la estrategia de los ecuatorianos para conseguir la autorización fue formar la Asociación Deportiva de Ecuavóley Pradolongo, que está presidida por Bolívar Ontaneda. “Nos reunimos un grupo de compañeros aquí, el señor español (Félix López-Rey) nos dijo que hagamos un comunicado para decir que somos gente trabajadora, gente que queremos disfrutar del parque, el parque para qué va a estar así, vacío, si lo podemos utilizar. El parque antes estaba muerto”, cuenta.
El ecuavóley llegó a los debates municipales
La promoción del ecuavóley en los debates municipales de Madrid, incluyendo Pradolongo, ha sido una constante, buscando adecuar los espacios existentes para satisfacer la demanda de esta práctica deportiva que es un importante pilar de identidad cultural y social para la comunidad ecuatoriana. El Grupo Municipal Socialista en la Junta Municipal del Distrito de Usera en 2018, presentó una proposición para habilitar dos canchas de vóley transversales en una de las canchas de fútbol del Parque Meseta, pero todo fue letra mojada.
El Pradolongo tiene 60 hectáreas y es un parque emblemático de Madrid, pero buena parte del sitio está abandonado. Los ecuatorianos alegan, con razón, que ellos dan vida al lugar. Sus hijos ocupan las canchas de fútbol y baloncesto mientras los adultos juegan ecuavóley. Su presencia es más notoria en verano porque con los días largos se quedan jugando a veces hasta la medianoche. “¿Dónde vamos a ir? Un teatro, un museo… ¿Cuánto gastas? Hay que hacer cola con la familia, con los niños, con todo. No te diviertes ni nada allí. Porque la cultura es de aquí y pues nosotros no sabemos quién ha pintado esto ni que nada. Nosotros sabemos nuestra cultura. Entonces, ¿dónde vas mejor? Al parque. Vienes con los niños, todos somos conocidos y somos de Ecuador, entonces es como desestresarnos, aquí llegamos, conversa el uno, conversa el otro y dentro de la cancha jugamos”, argumenta María.

De la necesidad de contar con el espacio para jugar habla Bolívar, que al igual que su compatriota monta sus redes sobre una cancha de baloncesto que es usada solamente por las mañanas. “Trabajamos de domingo a domingo y las tardes en casa nos ahogamos, ahora mismo con este calor en un piso, ¿Dónde te quedas?. Esto lo llevamos en la sangre”, dice y muestra la papeleta de una multa que le dejaron los municipales en Semana Santa. Todavía no le llega el valor a pagar, pero se lee que la infracción es por jugar el deporte de los ecuatorianos en un espacio no adecuado para ello.

Los que se suman al juego deben “pagar la bola”, es decir aportar una pequeña cuota para cubrir los costos del desgaste de la pelota que cuesta unos 60 euros. Llegan con sus sillas plegables y sus heladeras llenas de bebidas frías. Los que gestionan las canchas se ocupan de recoger toda la basura para evitar problemas y están atentos a cualquier comportamiento que llame la atención.
En el Pradolongo también hay españoles y migrantes de otras nacionalidades, aunque ellos prefieren practicar el vóley, con sus redes más bajas y las reglas mundialmente conocidas. El ecuavóley solo convoca a los ecuatorianos y se practica en al menos 13 países, incluyendo España, gracias a la diáspora ecuatoriana. De vez en cuando se encuentra a una persona de otra nacionalidad como Eva Correa, que es boliviana, y llegó a Pradolongo porque se casó con un jugador de ecuavóley.
Mucho se ha escrito sobre los deportes introducidos por los migrantes, como el cricket (practicado por pakistaníes) o el ecuavóley. Se dice que facilitan el encuentro con otras personas (migrantes y no migrantes) y que son una importante vía de integración social, pero en la práctica se siguen jugando en descampados y canchas precarias.
Hoy, al menos en Pradolongo, las voces ecuatorianas llenan un parque que, de otro modo, estaría en silencio. Tras años de carreras para esquivar patrullas, multas y desalojos, la autorización municipal es un reconocimiento a una comunidad que ha encontrado en esas canchas su propio pedazo de Ecuador en Madrid.
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