Ahorrar lejos de casa: el reto financiero de los migrantes ecuatorianos en Estados Unidos
Julio vive en Nueva York, en un departamento que comparten 12 personas. Pero a dos cuadras tiene un BMW del 2022. Su esfuerzo de trabajo es gigante y quiere ahorrar e invertir. ¿Cuáles son las opciones y guías que tienen los migrantes en Estados Unidos?

Ahorrar e invertir bien es un desafío para los migrantes ecuatorianos en Estados Unidos.
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Fotocomposición/Diana González
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NUEVA YORK. Julio aún recuerda la primera vez que sostuvo un fajo de billetes en sus manos después de una jornada doble en Nueva York. “Nunca había visto tanto dinero junto”, admite. No era riqueza, era cansancio convertido en efectivo: ocho horas en una bodega y cinco más repartiendo comida. El papel verde parecía prometerlo todo. Ese mismo día pensó en tres cosas: enviar parte a su madre en las afueras de Cuenca, abonar a la deuda del coyotero y soñar con un carro que confirmara que el sacrificio valía la pena.
Hoy vive en un departamento compartido en Queens con otras cuatro familias de migrantes. Suman 12 en total. Entre todos dividen un baño y una cocina donde apenas cabe una mesa plegable. Su cuarto es pequeño, apenas lo justo para una cama y una maleta abierta que hace de cajonera improvisada. Pero a dos cuadras, en la calle, reluce su BMW 2022. “Ese carro es mi lujo, mi trofeo. Lo pagué casi de contado”, dice sonriendo y con orgullo. En su muñeca brilla un reloj dorado acompañado de cadena y anillo con el escudo de Barcelona, comprados a un amigo lojano. “Señorita, no es vanidad”, insiste.
La contradicción no es solo suya. En 2024, según el Banco Central del Ecuador, las remesas sumaron USD 6.539,8 millones, un incremento del 20,1 % respecto al año anterior. En el primer trimestre de 2025 ya alcanzaban USD 1.724,3 millones, récord histórico para ese periodo. Cerca del 70 % provino de Estados Unidos. Pero mientras una parte sostiene hogares a lo lejos, otra se disuelve en símbolos de estatus y consumos inmediatos.
La socióloga Pamela Paredes sostiene que esos símbolos son “escudos emocionales”. “El migrante trabaja primero para saldar la deuda del viaje. Después busca que se note el valor de ese esfuerzo, aunque la vida cotidiana siga siendo apretada. El auto, la joya, son señales de que ya existe un lugar en el mundo”.
Proyectos en Ecuador pese a retorno incierto
Julio también envía dinero a Ecuador. Aun sin saber si volverá, financia la construcción de una casa y participa en un negocio de mariscos con un primo que vive en Manta.
“Quizá nunca regrese, pero sentir que tengo algo allá me da seguridad. No quiero perder mis raíces”.
Julio, migrante ecuatoriano que envía dinero a Manta para construir y participar de un negocio
El economista Andrés Mejía interpreta esa conducta como un puente más que como cálculo: “Los migrantes construyen casas o negocios en Ecuador no siempre porque planeen volver, sino porque necesitan pertenecer. Es nostalgia, orgullo y lazos familiares. Las casas levantadas en los pueblos son monumentos a esa necesidad de permanecer”.
Carmen, migrante de Portoviejo, trabajó tres años en limpieza y cuidando ancianos antes de saldar una deuda de USD. 13.000. “Cuando terminé, lo primero que hice fue comprar un carro nuevo. Fue un error, lo usaba poco y me quitó la oportunidad de ahorrar”, recuerda. Hoy, con 48 años, cambió su estrategia: aporta a un fondo en una cooperativa ecuatoriana y financia la universidad de su hija en Guayaquil.
José, en el Bronx, representa el otro extremo. Gana USD. 3.800 al mes, envía USD 500 quincenales a su familia en Ecuador y el resto se va en arriendo y gastos corrientes. “Quiero ahorrar, pero siempre aparece algo. Ya voy a tener 10 años aquí y solo tengo un carro usado”.
Productos especializados para migrantes
La banca privada también busca jugar un papel más activo. Desde Banco Pichincha explican que su meta es dejar de ser solo un canal de envío y convertirse en un aliado estratégico para los migrantes. “Nuestro compromiso es que cada dólar enviado desde el exterior tenga un impacto multiplicador. Para eso ofrecemos programas de educación financiera como Aprendamos de Dinero, que brinda cursos y contenidos prácticos para que las familias usen mejor sus recursos”, explica un vocero.
Además, el banco ha diseñado productos específicos para la diáspora, como la cuenta Ecuatorianos en el Exterior, que puede abrirse desde Estados Unidos y permite pagar servicios en Ecuador, enviar dinero o incluso acceder a créditos para la compra de vivienda. “El migrante necesita herramientas sencillas y útiles que le den seguridad y le permitan transformar su esfuerzo en patrimonio”, añade el vocero.
En medio de este panorama, organizaciones como ARIVA, en el Bronx, ofrecen un respiro. Sus programas gratuitos enseñan a manejar presupuestos, abrir cuentas bancarias, reducir deudas o presentar impuestos incluso sin número de Seguro Social, utilizando el ITIN. Su iniciativa “La Ventanilla” en el Consulado de Ecuador en Nueva York busca acercar educación financiera a migrantes que, como José, trabajan en la informalidad y necesitan orientación para transformar su esfuerzo en estabilidad.
Al final, los consejos se repiten como mantra entre economistas y asesores financieros:
- Automatizar el ahorro mensual.
- Evitar las compras impulsivas.
- Usar servicios de asesoría confiables.
- Convertir las remesas en proyectos con retorno real.
Como insiste Mejía: “El ahorro no puede depender de lo que sobra. Debe ser lo primero que se aparta, aunque sean 100 dólares al mes”.
Julio escucha esos consejos, pero mientras guarda las llaves de su BMW y revisa las fotos que su madre le envía del techo recién terminado de su casa en Cuenca, prefiere pensar en otra cosa: “Quizá nunca la habite, pero verla ahí me da fuerzas”. En esa mezcla de sacrificio, consumo y nostalgia se escribe la contabilidad emocional de quienes sostienen con esfuerzo dos economías a la vez.
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