Murió buscando otra oportunidad; la historia de Jorge Velásquez, el obrero ecuatoriano sepultado tras colapso de un edificio en el centro de Madrid
Le decían "el defensor del pueblo". Un obrero querido por sus compañeros, el migrante quiteño había salido de Ecuador nuevamente y ahora quería conseguir la nacionalidad española. Vivía con su esposa y su hija de 25 años en las periferias de Madrid. Esta es su historia.

Jorge Velásquez llegó a España por segunda vez en su vida. Dejó nuevamente Ecuador por la crisis económica y tenía 20 días trabajando en el edificio que se derrumbó en Madrid.
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Fotocomposición/Soraya Constante
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MADRID. La familia mantuvo la esperanza de hallarlo con vida hasta que escucharon a los rescatistas pedir dos mantas blancas. Eran cerca de las tres de la madrugada cuando los psicólogos del SAMUR les dieron la noticia que no querían oír: habían encontrado muertos a los dos obreros que quedaron sepultados bajo unos ocho metros de escombros tras el colapso parcial del edificio en la calle de las Hileras, número 4, de Madrid. Uno de ellos era Jorge Velázquez Pacheco, quiteño de 55 años, que buscaba una segunda oportunidad en España. Había vivido 14 años en España antes de volver a Ecuador, donde pasó ocho años junto a su familia. Pero hace un par de años decidió intentarlo de nuevo: viajó a Madrid. Alquiló dos habitaciones en Fuenlabrada, en la periferia de la capital. Allí vivía con Ana, su esposa, y con Chantal, su hija de 25 años.
Jorge trabajaba con la empresa de demoliciones Anka desde febrero y llevaba apenas 20 días en el edificio que se iba a convertir en un hotel en el centro de Madrid, según la persona designada por la empresa para acompañar a los deudos, quien pide ocultar su nombre. La rehabilitación tomaría dos años y medio y hace solo seis meses había arrancado la fase de demolición. La prensa local ha informado que tenía una inspección técnica "desfavorable", de 2022, relativa al "estado general" de "fachadas, exteriores y medianeras", así como de la "conservación de cubiertas y azoteas", según el Colegio de Arquitectos de Madrid.
Anka, por su lado, sostiene que se trató de un accidente y no de una negligencia. El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, lanzó ante los medios una hipótesis que apunta al exceso de "material de obra apilado en la sexta planta", pero pidió prudencia hasta conocer la causa definitiva. Jorge estaba en la sexta planta, parado justo en el lugar donde se hundió un forjado, esa estructural horizontal que separa los pisos de un edificio, actuando como suelo o techo. En ese momento había unos 45 empleados que fueron testigos del colapso del edificio que aplastó a las otras víctimas que estaban en la planta primera y en el bajo: los dos obreros procedentes de África y la joven española arquitecta y encargada de la obra.
"Era querido, le decían el defensor del pueblo"
La familia se niega a cerrar el caso y buscará asesoría en el sindicato de Comisiones Obreras para apersonarse en la investigación que se lleva a cabo en un juzgado de Madrid. Pero por ahora están ocupados en la despedida de Jorge, en una sala del Tanatorio Sur de Madrid. Su esposa, Ana, justo había iniciado esta semana sus vacaciones en Ecuador, y no llevaba ni un día cuando le informaron del accidente e hizo todo para volar de vuelta. Llegó el jueves por la tarde a Madrid, pagando lo indecible por un billete comprado a última hora, justo a tiempo para reunirse con su difunto marido, cuyo cuerpo salió este jueves del Instituto Médico Forense tras la identificación hecha con las huellas dactilares.

Ni Ana ni la hija del fallecido pueden hablar, no salen del shock, solo quieren pasar la última noche con su ser querido. El hermano de la mujer, Julio Galarza, hace frente a la situación y cuenta los hechos. “Era querido en la empresa, el defensor del pueblo, así le decían”, recuerda mientras toma un sorbo de agua de canela que unos conocidos han preparado para el velatorio.
Jorge volvió a migrar a España con la esperanza de conseguir la nacionalidad. “Ya la había presentado”, cuenta su cuñado. “Con eso podría moverse por Europa. Era su ilusión, tener la estabilidad que tanto había costado”. Su hija también buscaba lo mismo porque a pesar de haber nacido en España fue parte de esos hijos de migrantes que no pudieron ser españoles por el cambio constitucional de Rafael Correa que otorgaba la nacionalidad ecuatoriana a los hijos de los migrantes ecuatorianos. Solo Ana se sentía segura en Europa por los papeles suizos que consiguió tras pasar algunas temporadas trabajando en ese país.
“No hemos visto el cuerpo, nos han dicho que es mejor recordarlo como era”, menciona Julio de repente, y cuenta que será incinerado este viernes, y que Ana ha decidido quedarse con las cenizas. “Repatriar cuesta mucho, y además ella quiere tenerlo cerca”, explica.
Accidentes en la construcción, de los más frecuentes
Solo el año pasado hubo más de medio millón de trabajadores, incluyendo españoles, que registraron un accidente laboral. Dentro de los extranjeros, los más afectados son marroquíes, rumanos, colombianos, venezolanos y ecuatorianos, que tuvieron 4.233 afectados, sobre todo, en la edad de 40 a 49 años, según el Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo .
Según los datos de 2024, último año de la estadística de bajas por nacionalidad, los accidentes en el sector de la construcción han provocado la baja médica de 1.080 obreros ecuatorianos.
La soledad tras la tragedia
Julio y su sobrina fueron a la embajada de Ecuador en Madrid para pedir apoyo para las gestiones, como él es ecuatoriano, pero se llevaron un chasco, aunque su visita sirvió para que la misión diplomática haga un comunicado diciendo que están en “acompañamiento continuo”. “¿Usted los ve aquí? Yo no. Cuando fuimos allí nos atendieron dos señoritas y nos ofrecieron un listado de funerarias y dijeron que nos podían pasar el contacto de una asociación de migrantes”, dice Julio con una mezcla de cansancio y rabia.
“Nos sentimos un poco solos, pero al menos la empresa se ha portado bien, aunque no estaban obligados a nada”. La compañía de demoliciones se ocupó de los gastos funerarios y ya entregó a la familia el sueldo y el finiquito del fallecido. Falta el dinero del seguro, serán unos 48.000 euros, según la persona de la empresa que está cerca de la familia.
“Estamos dejando la vida aquí, literalmente”, piensa Julio en voz alta mientras da fuego a varias personas que se acercan con un tabaco en la mano y aprovechan para darle el pésame.
La historia del migrante fallecido termina con trámites tediosos y una incineración programada a la una de la tarde de este viernes 10 de octubre en un cementerio madrileño.
España le dio una segunda oportunidad. Pero también le quitó la vida.
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