'Son semanas clave y puedes hacer más plata'; trabajar de madrugada en diciembre, dura estrategia de migrantes en Estados Unidos
La temporada de Navidad trae más oportunidades de trabajo para los migrantes ecuatorianos. Es la época en que algunos optan por dormir pocas horas y cubrir turnos en las madrugadas. La recompensa la ven sus familias, en Ecuador, a través de las remesas. PRIMICIAS recogió algunas historias en el área triestatal.

Una mujer cruza una calle de Manhattan, Nueva York, la noche del 4 de diciembre de 2025. Los trabajos nocturnos y de madrugada dan más oportunidades de ingresos en esta temporada navideña.
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NUEVA YORK. A las dos de la madrugada, cuando la mayoría de las persianas están cerradas y el frío de diciembre se vuelve más denso, Pedro ya está despierto. Sale rumbo a un local de ropa en Nueva Jersey, donde trabaja de forma independiente en turnos nocturnos adicionales. Ese no es su empleo principal: su jornada regular comienza a las 11 de la mañana y se extiende hasta las 4 de la tarde. Entre ambos trabajos duerme apenas unas horas. A la una vuelve a levantarse. De 2 a 6 de la mañana, la tienda entra en otro ritmo: inventario, orden y pedidos que deben quedar listos antes de que el comercio despierte.
Pedro, migrante ecuatoriano, aceptó seis horas más de trabajo nocturno durante diciembre. No es una decisión menor. “Son semanas clave y puedes hacer más plata”, dice. El dinero extra tiene destino claro: terminar su casa en Ambato, cambiar el auto, avanzar un poco más en ese proyecto que sigue vivo al otro lado del continente. En las fiestas, mientras otros reducen el paso, él acelera.
El trabajo nocturno no fue lo que imaginó al migrar, pero se convirtió en una estrategia. Diciembre concentra ventas, devoluciones y ajustes contables. El dueño del local necesita manos cuando no hay público, y Pedro necesita ingresos adicionales.
“Es cansado, pero es temporal. Me digo eso cada noche”.
Pedro, migrante ecuatoriano en Nueva Jersey
Durante estas fiestas, cuando el consumo se acelera y las ciudades extienden horarios, miles de migrantes en Estados Unidos asumen jornadas nocturnas o turnos adicionales para sostener sectores clave de la economía. Comercio, fábricas y servicios funcionan a contrarreloj mientras quienes trabajan de noche ajustan el sueño, la vida social y las fiestas a un calendario invertido, marcado por las remesas y los proyectos que continúan lejos del país donde hoy viven.
No es una excepción. En Estados Unidos, el trabajo fuera del horario diurno forma parte de la rutina económica. Datos del Bureau of Labor Statistics (BLS) muestran que aproximadamente el 16,4 % de los trabajadores asalariados labora en turnos nocturnos, rotativos o irregulares. En sectores como comercio minorista, logística, limpieza y servicios de apoyo —donde la presencia de migrantes es alta— estas jornadas se intensifican durante las fiestas de Acción de Gracias, Navidad y Fin de año.
A diferencia de Pedro; Luis, lojano que vive en Nueva York desde hace 11 años, no tomó la noche como una etapa pasajera. La eligió permanentemente. Trabaja en una planta de procesamiento de alimentos cuyo funcionamiento empieza cuando el resto se va. No hay turnos diurnos en su área: toda la cadena arranca después de las once de la noche y se apaga al amanecer. “Aquí la noche no es extra, es lo normal”, dice.
En estas semanas, cuando aumentan los pedidos y la producción se intensifica, ese horario le garantiza estabilidad. El salario es fijo y le permite enviar dinero a su familia con regularidad, justo cuando los gastos de fin de año se acumulan. Luis duerme de día, come a horas calculadas y reduce al mínimo la vida social. “El cuerpo se acostumbra, la vida no tanto”, resume. Para él, la ciudad existe bajo luz artificial, entre máquinas que no descansan y cafeteras que funcionan cuando afuera todo permanece cerrado.
Los efectos de una vida laboral nocturna
Los efectos de este ritmo no son invisibles. La doctora Ana Beltrán, especialista en salud ocupacional, advierte que el trabajo nocturno sostenido altera el sueño y eleva el riesgo de fatiga crónica, ansiedad e incluso enfermedades cardiovasculares. “Muchos migrantes priorizan el ingreso a corto plazo porque tienen objetivos claros: vivienda, deudas, familia. El problema aparece cuando ese esfuerzo se prolonga y el cuerpo pasa la factura”, explica.
Pedro lo siente en el cansancio acumulado, en el café que deja de surtir efecto antes del amanecer. También en la quietud del departamento al que regresa cuando termina el turno nocturno. Esta ambateño vive con una compañera de cuarto, que para las fiestas se va a República Dominicana y admite que trabajar es, en parte, una forma de esquivar la tristeza. “Si me quedo, me pega más. En la fábrica, al menos estoy con amigos, converso, me distraigo, aunque las invitaciones a cenar nunca me faltan”. En diciembre, reconoce, la nostalgia se cuela con más fuerza, “siempre se extraña a la familia, incluso cuando el calendario está lleno”.

Desde la salud laboral, la Occupational Safety and Health Administration (OSHA) advierte que los turnos nocturnos y las jornadas extendidas incrementan la fatiga, reducen la capacidad de concentración y elevan el riesgo de errores y accidentes, especialmente cuando el descanso es irregular. La alteración persistente del sueño, señala la agencia, puede tener efectos acumulativos en la salud física y mental.
Las fiestas atraviesan estas jornadas de modos distintos. No hay cenas largas ni rituales completos. Hay videollamadas breves, regalos comprados de madrugada, mensajes enviados entre turnos. Para Luis, la Navidad llega cuando confirma que el giro fue recibido. Para Pedro, cuando suma otra semana de trabajo nocturno y calcula cuánto falta para cerrar el año.
Estudios del Pew Research Center coinciden en que el funcionamiento continuo de las ciudades estadounidenses depende en gran medida de esta mano de obra que opera fuera de escena, sobre todo en períodos de alta demanda como diciembre. El consumo se multiplica, pero el descanso no entra en la ecuación.
Cuando amanece, Pedro regresa a casa y duerme unas horas antes de empezar su turno regular. En la calle se cruza con quienes comienzan el día sin saber que, mientras dormían, alguien ordenó estanterías, procesó alimentos o dejó todo listo para abrir. En diciembre, cuando la ciudad presume luces y horarios extendidos, su funcionamiento descansa sobre una realidad menos visible: la de quienes trabajan de noche para que todo siga en marcha de día.
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