Las visas de profesional altamente cualificado, una vía rápida para migrar a España
Michelle y Máximo son dos jóvenes auditores ecuatorianos fichados desde España. ¿Qué se necesita para acceder a este tipo de visas?

Michelle Valarezo (primera a la derecha) es una ecuatoriana que llegó a España a formar parte del equipo de una auditora internacional que contrata jóvenes talentos de distintas partes del mundo.
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MADRID. Michelle Valarezo y Máximo Hidalgo son dos ecuatorianos que accedieron a España por un atajo migratorio diseñado para el talento que el mercado necesita. Ambos son auditores y fueron fichados por PricewaterhouseCoopers (PwC), una de las Big Four, que recluta activamente jóvenes profesionales con experiencia para sus áreas de auditoría, consultoría y asesoría fiscal y legal. La oferta les llegó por LinkedIn. A los dos les pareció, al inicio, una estafa. Solo cuando el contacto continuó desde un correo institucional y el proceso de selección avanzó, entendieron que era real.
Cuando Michelle recibió la propuesta, acababa de incorporarse a PwC Ecuador tras dejar Ernst & Young, su competencia directa, donde había escalado hasta convertirse en auditora senior y liderar equipos de hasta diez personas. Llevaba algo más de cuatro años de experiencia desde que salió de las aulas de la ESPE. Máximo, por su parte, había hecho carrera en Deloitte & Touche. Entró como junior cuando cursaba el octavo semestre de Contabilidad y Auditoría en la Universidad Central del Ecuador y ascendió hasta manejar cuentas de peso como Bayer Ecuador y empresas del Grupo La Favorita.
Ambos coinciden en que su paso por estas multinacionales en Ecuador fue el “pilar” o el “plus” que les permitió ser reclutados para trabajar en España. Los dos se conocieron antes de viajar. Coincidieron haciendo trámites en el consulado de España en Quito, mientras gestionaban sus visados como profesionales altamente cualificados. Entre filas, papeles y esperas, se hicieron amigos. Sin saberlo del todo, venían al mismo lugar.
Michelle tardó siete meses en completar el proceso; Máximo, nueve. En ambos casos, el visado de Profesional Altamente Cualificado funcionó como un salvoconducto: no solo les permitió entrar y residir legalmente en España, sino también migrar acompañados. Michelle llegó a Madrid con su pareja gracias a una unión de hecho. Máximo viajó primero solo y luego hizo el mismo trámite para traer a su novia.
Sus vidas avanzaron en paralelo en Madrid, aunque sus experiencias laborales pronto comenzaron a divergir. Máximo dejó PwC al poco tiempo. Sintió que, en una organización tan grande, el trabajador pierde su identidad individual. Pasó —dice— de ser una persona con nombre y apellido a convertirse en un número fácilmente reemplazable. También vivió un fuerte choque cultural. En España, afirma, “el cliente manda”, incluso por encima del criterio técnico del auditor. Cuando intentó aplicar procedimientos de revisión más rigurosos, similares a los que usaba en Ecuador, el cliente se quejó y sus superiores le ordenaron limitarse a repetir lo hecho el año anterior.

Además, las jornadas eran extenuantes. Diez horas como mínimo, doce con frecuencia y hasta catorce en temporada alta. Su vida se redujo a la ruta entre casa y oficina. “Pasaron nueve meses y todavía estaba perdido en Madrid”, recuerda.
Máximo se cambió a una empresa llamada Afianza como controlador financiero y finalmente recaló en Plenergy Grupo como auditor interno, con mejor salario y horario. Logró que las empresas le mantuvieran el visado de profesional altamente cualificado y, tras tres años de residencia, obtuvo la nacionalidad española. Pero en una de las empresas tuvo un problema que por un tiempo le marcó. Tras presentar unas cuentas anuales, uno de sus superiores reaccionó de forma desproporcionada: golpeó la mesa y le gritó delante de otros compañeros. Luego puso en duda su trayectoria profesional en Ecuador. “¿Esto casi no te enseñaron en Deloitte, que dices que has trabajado tanto tiempo?”, le lanzó. Máximo optó por no responder. No por falta de argumentos, sino por miedo. Temió que una discusión escalara y afectara su estatus migratorio.
Durante un tiempo interpretó el episodio como racismo. Sin embargo, con el tiempo observó que ese mismo jefe trataba de forma agresiva a todos por igual: españoles, migrantes y otro compañero ecuatoriano. Concluyó que no se trataba de un ataque dirigido por su origen, sino de una cultura laboral normalizada en el maltrato. Una constatación que no suaviza el golpe, pero lo explica.
La experiencia de Michelle fue distinta. Ella sigue en PwC, trabajando desde la planta 49 de una de sus torres en Madrid. Reconoce que la carga laboral es intensa, especialmente entre enero y abril, pero asegura que es más llevadera que en Ecuador. “Aquí trabajamos de nueve de la mañana a doce de la noche; en Ecuador yo trabajaba hasta la una, dos o tres de la mañana”, compara.

Ingresó como senior y su rol principal ha sido formar y supervisar equipos de hasta diez personas, en su mayoría jóvenes españoles recién graduados. Al inicio tuvo que adaptarse al lenguaje cotidiano y técnico. “Cosas básicas: decir esfero aquí no sirve, tienes que decir bolígrafo; computador es ordenador”, cuenta.
En tres años ha ascendido de senior a gerente de auditoría. Aunque su sueldo se duplicó respecto a Ecuador, el alto costo de vida en Madrid redujo su capacidad real de ahorro. “Puedo decir que ahorraba más en Ecuador que aquí”, admite. Aun así, valora positivamente su migración. “Fue como un sueño hecho realidad”, dice ahora. Planea quedarse más tiempo y casarse con la pareja que la acompañó en este proceso.
Máximo no habla de boda, pero junto a su pareja proyecta una larga trayectoria académica y profesional en Europa, sin descartar moverse a otros países del continente.
Ninguno contempla, por ahora, volver a Ecuador. Sus historias se inscriben en el fenómeno de la fuga de cerebros. Máximo lo dice sin rodeos: es lamentable que profesionales cualificados tengan que salir del país por falta de incentivos y de una compensación justa.
Su recorrido revela una verdad incómoda: incluso el carril rápido de la migración tiene peajes. La burocracia se acelera cuando hay talento que atraer, pero el costo emocional, laboral y humano sigue recayendo en quienes cruzan. España abre la puerta; lo que hay después depende de cuánto estés dispuesto a aguantar.
Qué permite el visado para profesionales calificados
Mientras la migración suele narrarse como una carrera de obstáculos burocráticos, existe una vía menos conocida —y mucho más rápida— para profesionales ecuatorianos con alta cualificación que quieren instalarse en España. Se trata de los visados para Profesionales Altamente Cualificados, un sistema pensado para atraer talento extranjero.
La clave de este modelo es que el peso del trámite no recae en el migrante, sino en la empresa. A diferencia de otros procesos, aquí es la compañía contratante la que inicia el camino solicitando una autorización de residencia ante la Unidad de Grandes Empresas y Colectivos Estratégicos (UGE-CE). Solo después, el profesional solicita el visado en el consulado español en Ecuador. Ese visado cumple una doble función: permite la entrada al país y activa automáticamente la residencia.
El sistema también ajusta sus exigencias al perfil del candidato. La administración evalúa cada caso de forma individual, teniendo en cuenta la titulación universitaria o de posgrado —especialmente si proviene de universidades o escuelas de negocios de prestigio— o, en su defecto, una experiencia profesional sólida y acreditada. El puesto debe ofrecer una remuneración acorde a un perfil altamente cualificado y, en teoría, la respuesta administrativa llega rápido: el plazo legal para resolver la solicitud es de diez días.
Uno de los grandes atractivos de este visado es que no obliga a migrar en solitario. Permite la reagrupación familiar simultánea o posterior, incluyendo cónyuge o pareja de hecho, hijos —menores o dependientes económicamente— e incluso ascendientes a cargo. En un contexto donde la migración suele implicar separaciones prolongadas, este detalle no es menor.
Las grandes consultoras internacionales juegan aquí un papel central. Las llamadas Big Four —Deloitte, EY, KPMG y PwC— utilizan activamente estos mecanismos para cubrir la escasez de talento en áreas como auditoría y consultoría. Reclutan de forma directa a través de plataformas como LinkedIn y, en casos concretos, asumen la gestión integral del proceso migratorio: permisos, visado de trabajo y acompañamiento para que la pareja del profesional también pueda trasladarse. La experiencia previa en oficinas ecuatorianas de estas firmas es especialmente valorada, ya que las metodologías y normativas son similares a las españolas.
El visado de nómada digital, otra oportunidad para migrar
Para quienes no encajan en este perfil corporativo, existe otra alternativa dentro del mismo ecosistema legal: el visado de nómada digital. Está pensado para profesionales que trabajan en remoto para empresas fuera de España y permite una estancia inicial de un año, prorrogable hasta cinco, siempre que se acrediten ingresos mínimos anuales de unos 30.240 euros.
En conjunto, el modelo español funciona como una frontera con carril preferente: mientras otros migrantes esperan en filas largas y lentas, el profesional altamente cualificado cruza con un “boleto reservado” que le entrega su empresa. No elimina todas las desigualdades del sistema migratorio, pero muestra con claridad que cuando hay talento que atraer, la burocracia también sabe correr.
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