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Una Habitación Propia

¿Tú qué harías en esa situación?

Maria Fernanda Ampuero

María Fernanda Ampuero, es una escritora y cronista guayaquileña, ha publicado los libros ‘Lo que aprendí en la peluquería’, ‘Permiso de residencia’ y ‘Pelea de gallos’.

Actualizada:

12 may 2022 - 19:03

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Ha circulado mucho un video de la cámara de seguridad de Comuna Café, un cafecito precioso y delicioso en el barrio de Los Ceibos en Guayaquil, en el que se ve un robo en la terraza del local. 

Aunque la violencia y la inseguridad en Guayaquil la conocemos de sobra, todavía impacta ver a los delincuentes, pistola en mano, llegar a un sitio en el que hay personas conversando, quién sabe, sobre un embarazo, un noviazgo, una enfermedad familiar, una marca de perfume, unas vacaciones, y convertir toda la tranquilidad, el gusto del café, la tortilla de verde, en pánico puro.

Lo he dicho muchas veces: los ladrones roban más que teléfonos y relojes, los ladrones roban alegría, ciudadanía, espontaneidad.

Nos roban lo que todo el mundo merece: una tarde larga con una amiga y un café. 

O sea, vivir y no sobrevivir. 

En el video en cuestión, los ladrones se acercan a las chicas, dos de ellas extranjeras, y les quitan lo que pueden. En el ir y venir de los ladrones, se ve que una de las clientas intenta una y otra vez abrir la puerta del local, pero está cerrada con seguro.

A veces los videos de las cámaras de seguridad son más inquietantes que un thriller. 

¿Por qué esa puerta está cerrada? ¿Por qué dejan a esas chicas atrapadas en la terraza a merced de los ladrones? ¿La persona que puso el seguro las está mirando desde el otro lado?

Se ve la desesperación en el gesto de las chicas al intentar abrir la puerta, se ve que una de ellas se persigna y las otras se agarran de la mano, se ve que se abrazan. 

Están solas con los ladrones. 

Sabemos que hay gente dentro, a salvo, mientras ellas pasan el susto de sus vidas.

Guayaquil es un 'escape room' siniestro. La ciudad 'escape room': no sabes si volverás a casa con vida, con un balazo en la pierna, con todas tus posesiones, con tus ganas de volver a salir a pasear, a comer o a tomar algo. 

Nadie que entra a ese 'escape room' sabe por dónde saldrá el peligro.  

Se ha criticado muchísimo la actitud de la persona que puso seguro a la puerta en el Comuna Café, uno de los poquísimos sitios que quedaban en Guayaquil para tomar un café al aire libre sin sentirte prisionera, un sitio donde sentías que vivías en una ciudad normal. Alguien desde dentro encerró a las chicas y las dejó con los delincuentes. 

Los dueños del local han explicado que sus empleados estaban llamando a la policía y quien puso el seguro fue un cliente. 

Una persona que también tomaba un café se levantó al ver que venían unos tipos armados y cerró la puerta para que no pudieran entrar a robarles también a ellos.

¿Qué piensa usted de esa persona? 

Por supuesto, en las redes sociales se han dicho barbaridades de quien dejó a unas mujeres solas con unos hombres violentos. 

Me he preguntado mucho yo qué haría. Qué haría, por ejemplo, si mi mamá estuviera conmigo tomando un café y que a ella, débil del corazón, probablemente la mataría verme con una pistola en la sien. Qué haría, por ejemplo, si estuviera con una amiga embarazada o con los hijos de mis amigas, lo más valioso que yo tengo. Qué haría, por decir algo, si tuviera en mi cartera todos mis ingresos. 

¿Qué hubiese hecho? 

Es muy fácil criticar sin saber las circunstancias y aunque, Dios me libre, de eximir de responsabilidad a quien apretó ese seguro, pienso que debemos conocer toda la historia antes de crucificar al prójimo. 

¿Hubiera valido de algo dejar la puerta abierta? Los maleantes se hubieran llevado la recaudación de la cafetería, más los bienes de todos quienes estaban adentro, más lo de las chicas de la terraza. 

¿No será que todas somos egoístas ante el peligro? 

¿No será que es mucho más fácil criticar a quien dejó fuera a las tres mujeres irguiéndonos sobre una hipotética heroicidad que no hemos tenido que demostrar nunca? 

¿Y si hubiera sido usted? ¿Y si vio a los hombres venir con pistolas y dijo lo que diría cualquiera: “no quiero que me roben o que, en una confusión, me maten"?

Somos rápidos para juzgar y lentos para reflexionar sobre lo que haríamos en esas circunstancias. Mentiría si les dijera que actuaría diferente de la persona que puso seguro porque no sé si en ese momento mi cerebro podría albergar otro sentimiento que el de la autoprotección y la de la gente que amo. 

La supervivencia es egoísta. 

El problema grave es que Guayaquil es una ciudad sin ley en un país sin ley en el que cada vez tenemos que encerrarnos más en burbujas privadas, dejar de ser ciudadanos y ciudadanas para convertirnos en presos de la inseguridad: unas rejas invisibles, pero terroríficas e infranqueables. 

Una ciudad que le pertenece a la violencia. 

Una ciudad que los ciudadanos que pagan impuestos no pueden considerar propia. 

Una ciudad de película de terror. 

Al menos así lo será para siempre en la cabeza de esas chicas extranjeras que, quién sabe por qué, decidieron conocer la exótica Guayaquil para llevarse de recuerdo del peor día de sus vidas: acorraladas por ladrones armados y a sus espaldas una puerta cerrada. 

Literalmente entre la espada y la pared. 

Es decir, lo que todos los guayaquileños vivimos a diario.

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