La Selección en Guayaquil, ¿un craso error o una maravillosa jugada de la Ecuafútbol?
La Tricolor jugará en Guayaquil los partidos de Eliminatorias al Mundial 2026 con Brasil y Argentina. ¿Se trata de una decisión pensada desde lo deportivo o hay algo más en este cambio?

Enner Valencia festeja uno de los goles de Ecuador en la victoria ante Bolivia, en el estadio Banco Pichincha de Guayaquil, el 14 de noviembre de 2024.
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La Tricolor jugará en Guayaquil los partidos de Eliminatorias al Mundial 2026 con Brasil y Argentina. El anuncio ha desatado debate y polémica, y plantea algunas preguntas, empezando por esta: ¿alguna ciudad puede proclamarse dueña absoluta de la Selección Nacional de Ecuador?
En un país históricamente partido en dos regiones, plantearse que una sola ciudad merecía ser la "casa de la Selección" era peligroso e impopular. Siempre habría enfado e insatisfacción. Por eso, jamás se proclamó que, por ejemplo, el Estadio Olímpico Atahualpa de Quito era el "estadio nacional de Ecuador". De facto lo era, por supuesto, pero no hubo ese reconocimiento explícito pese a que, en el siglo XXI, fue la cancha clave para las clasificaciones a los mundiales.
La infraestructura del Estadio Olímpico Atahualpa entró en declive y la lentitud paquidérmica de las autoridades para su renovación (o reconstrucción o lo que sea) generó que la Selección se mudase al estadio de Liga de Quito desde la pandemia. No le ha ido mal ahí, es la verdad, pero el Estadio Rodrigo Paz tampoco fue considerado como la "casa de la Selección". Era, después de todo, una casa prestada.
Por eso, desde lo conceptual no es tan dramático que la Tricolor pase a Guayaquil por unas fechas. Es más, también debería ir a Cuenca, Ambato y otras ciudades. Antes era así, en épocas en que no había legionarios y era sencillo reunir a la Selección para jugar en cualquier parte. Claro, eso también ocurría porque la Tricolor era usada por la dirigencia de turno para congrasiarse con los caciques de las regiones, pero los hinchas eran felices con ver al equipo de todos.
Desde lo deportivo, hay otras consideraciones. El cambio de sede para los próximos cotejos constituye un anuncio trascendente, pues los rivales serán Brasil y Argentina. No se trata de Bolivia ni de un equipo en el sótano de la tabla, ¡son los equipos de Messi y Neymar! Y llevarlos a Guayaquil luego de que los hemos tenido sufriendo en la altitud de Quito por 25 años años puede parecer una proclamación: ya no necesitamos de la altura para ganarles.
La altura es una ventaja real para los deportistas que están adaptados, pues poseen más glóbulos rojos que los viajeros recientes. Pero jamás ha sido determinante, pues con planificación (y sentido común) es posible sacarle provecho o, en caso de los rivales, contrarrestar sus efectos. Siempre será más importante contar con un buen equipo y con una actitud ganadora.
Finalmente, está la parte política y financiera. Quizás la penosa asistencia al evento del Centenario de Barcelona SC haga pensar que no hay garantías de que el público de Guayaquil acudirá en masa a apoyar a la Tricolor. Pero, en realidad, hace tiempo que dichas garantías ya no existen porque el público ya no es el mismo de 2002.
Para la Ecuafútbol, se trata de una apuesta de alto riesgo. Perder los cotejos con Brasil y Argentina constituirá una severa derrota de imagen, que podría ser incluso más dura si la hinchada no se hace presente o si se comporta de forma agresiva.
En el otro extremo, ganar los seis puntos será algo más que un triunfo deportivo, y eso es algo que necesita una Ecuafútbol afectada por los fiascos de los equipos juveniles en los sudamericanos 2025 y el tema de Darwin Guagua. Como siempre en el fútbol, solamente tiene razón el que gana luego del pitazo final.
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