Miércoles, 24 de abril de 2024

Svetlana Alexiévich, René Espinosa, Jorge Vargas y Samantha Schweblin: las lecturas de domingo

Autor:

Eduardo Varas

Actualizada:

16 Jun 2019 - 0:05

Autor: Eduardo Varas

Actualizada:

16 Jun 2019 - 0:05

René Espinosa y 'Lo que no existe, palabras para un cuerpo ausente' - Foto: PRIMICIAS

Un poemario sobre los conjuros de la palabra; historias desde el desastre nuclear más terrorífico que ha sufrido la humanidad; un conjunto de relatos donde hay horror y tecnología y una novela en la que una mujer recuerda su historia con su hija, en las recomendaciones para este domingo.


 

Lo que no existe, palabras para un cuerpo ausente

René Espinosa C.

Editorial Cactus Pink, 2019

USD 5,90

La palabra tiene el poder de desaparecer lo que va generando. En este poemario de René Espinosa la contención es lo que manda, sobre todo porque hay un traslado, un viaje que es al mismo tiempo una especie de sentencia.

La voz poética crea un universo al mismo tiempo que lo va desapareciendo, como si todo lo que se nombrara perdiera efecto.

Conformado por 62 poemas de corta extensión, Lo que no existe… se extiende por un lugar en el que no hay nada y, en una especie de trampa, a medida que las cosas e imágenes surgen, estas dejan de tener poder. Por más que la voz intenta retener todo ese pasado, todos esos recuerdos, a través de una constante reiteración de los versos, la misión falla.

El viaje de reflejos, de pasar de un estado al otro, de fluir —todo el poemario parece ser un río que no se puede contener, especialmente, por el ritmo—:

“Ciertos momentos de felicidad

ciertas alegrías cercanas

no es esto lo que veo

es siempre una trampa

siempre el jardín de las delicias

un amargo sueño de colores fascinantes

un sueño y su doble

un barco que se aleja

Espinosa ha hecho un poemario que es su propio objeto. No se trata de lo que quiere decir, es lo que dice y lo que avanza a la velocidad de la lectura. Un poema es un poema y nada más.

 


 

Voces de Chernóbil

Svetlana Alexiévich

Debate, 2015

USD 26

Svetlana Alexievich y 'Voces de Chernóbil'.

Svetlana Alexievich y 'Voces de Chernóbil'. PRIMICIAS

Con la miniserie producida por HBO en la cabeza de media humanidad, quizás sea momento de regresar a este libro que sirvió como base para que Craig Mazin creara este espectáculo de cinco partes, que ha tomado al mundo por sorpresa.

Voces de Chernóbil es un trabajo que a la Premio Nobel de Literatura 2015, Svetlana Alexiévich, le tomó 10 años terminar, tiempo en el que entrevistó a más de 500 personas que tuvieron que ver con el accidente en la estación de Chernóbil, en abril de 1986, ya sea como víctimas o testigos. Originalmente publicado en 1997, el libro captura dos elementos que permiten que este libro sea primordial: el horror y la belleza detrás de eso.

Sí, horror por lo terrible que se cuenta: las muertes, la soledad, la destrucción, el abandono, así como la belleza que tiene que ver con las vidas y las formas que encontraron los sobrevivientes para seguir adelante. Como si, en el peor de los momentos, la humanidad descubriera un resquicio para resplandecer.

Alexiévich no se convierte en la voz de nadie. Magistralmente coloca los testimonios de sus entrevistados en primera persona, uno detrás de otro, en orden cronológico, para que sean ellos los que cuentan la tragedia, las primeras acciones, los esfuerzos y los finales. Conmueve, sí, pero sobre todo revela aquello que no se conocía del hecho, del corazón de los soviéticos de ese momento.

No se lo sabe al inicio, pero a medida que se avanza se asume que eso que duele leer es el sacrificio de un grupo de personas que debe ser comprendido como tal. Alexiévich es un faro de moral en el mundo de ahora.

Si bien no aparece en los créditos del show de tv, los productores firmaron un contrato con ella para el uso de las historias de su libro. Esa influencia de esta periodista se siente desde el primer minuto de la serie, así que a veces no es necesario que un nombre confirme lo que el mundo reconoce.


 

Las cosas que no decimos

Jorge Vargas Chavarría

Casa de la Cultura Ecuatoriana, 2018

USD 12

Jorge Vargas Chavarría y 'las cosas que no decimos'.

Jorge Vargas Chavarría y 'las cosas que no decimos'. PRIMICIAS

En la contratapa de este libro de relatos, la escritora Mónica Ojeda da en el clavo en un frase contundente, que sirve como clave de lectura: “En Las cosas que no decimos, Jorge Vargas Chavarría nos entrega cuentos que podrían ser episodios de Black Mirror o de American Horror Story.

¿Es esta descripción una manera de quitar tensión o destino literario a un libro? No, la literatura lleva suficientes años siendo un espacio de hibridación entre el mundo exterior y la palabra. Por eso, lo que hace el autor (Guayaquil, 1992) es enfrentarse a la página y dar al lector de sus cuentos una serie de historias en las que brillan lo humano y sus relaciones.

Puede ser que el miedo, el amor, la impavidez y la sospecha muevan a los personajes que Vargas crea; incluso la tecnología sirve de vehículo. Pero en el fondo todo vuelve a la esencia de la humanidad, a aquello que se oculta y a lo que se revela de otros en función de los hechos que se narran y que van de lo sorpresivo a lo terrible. De ahí el título de la colección.

Este es un libro de 10 cuentos que tienen en Toys un arranque poderoso y en Las reglas de la casa una pesadilla que en pocas palabras se queda en la mente de quien la lee. Sin embargo, en Aquellas cosas raras es que la colección estalla, porque a veces uno mismo es su propio monstruo.


 

Distancia de rescate

Samantha Schweblin

Penguin Random House, 2014

USD 18,50

Samantha Schweblin y 'Distancia de rescate'.

Samantha Schweblin y 'Distancia de rescate'. PRIMICIAS

Hay algo asfixiante en esta novela y tiene que ver con la manera en que se presenta el contacto entre madres y sus hijos, que es la base de esta narración que está a punto de ser una película original de Netflix.

Schweblin hace una historia de pura introspección, de recuerdos, en la que hay una tensión en doble vía, con la maternidad como bandera de batalla. La conciencia de final es un espacio enteramente personal, esto en el marco de un peligro y el horror real de no ser capaces de proteger, ni auxiliar a los pequeños.

El miedo es que pase algo con el hijo. Y la argentina genera una novela de corta extensión —124 páginas— en la que Amanda está muy mal en una sala de emergencias, muriendo, pensando en su hija Nina, mientras cuenta todo lo que ha pasado en su vida a un niño, David, que ¿está ahí? Algo ha sucedido, que lleva a una solución fantástica, que parece dividir el destino de los hijos.

Se ha dicho que esta es una novela de terror y sí, hay páginas que podrían ofrecer esa lectura, sobre todo en aquellas en que los menores parecen ser versiones argentinas de Los niños del maíz. Sin embargo, la sensación no es más que un efecto. Lo que da pavor es lo interno, lo que Amanda percibe y vuelve palabra. Ese es el mérito de esta novela fabulosa.