Jueves, 02 de mayo de 2024

'Cien Cuyes': La vejez y la muerte contadas con honestidad

Autor:

Fátima Cárdenas

Actualizada:

16 Jun 2023 - 5:23

El escritor Gustavo Rodríguez ganó el Premio Alfaguara 2023 con la novela 'Cien Cuyes', y se convirtió en el segundo peruano en obtener este galardón, después de Santiago Roncagliolo.

Gustavo Rodríguez Premio Alfaguara 2023

Autor: Fátima Cárdenas

Actualizada:

16 Jun 2023 - 5:23

Es escritor peruano Gustavo Rodríguez fue el segundo peruano en ganar el Premio Alfaguara. - Foto: Archivo Mundo Diners

El escritor Gustavo Rodríguez ganó el Premio Alfaguara 2023 con la novela 'Cien Cuyes', y se convirtió en el segundo peruano en obtener este galardón, después de Santiago Roncagliolo.

Este artículo está basado en Gustavo Rodríguez, un “animal” que escribe, de Gabriel Flores Flores, publicado en la revista Mundo Diners.

"Deberíamos hablar de la muerte con la misma naturalidad con que hablamos del nacimiento". Esta frase Jack Harrison, personaje central de 'Cien cuyes', condensa una de las ideas capitales de la novela de Gustavo Rodríguez: nuestra incapacidad para reconocer que la vejez y la muerte son parte de la vida.

En la novela, la vejez no solo ronda a Harrison. También asecha a Jack, Carmen, a los Siete Magníficos, un grupo de ancianos que vive en un geriátrico, y a Eufrasia, la mujer que los cuida y los ayuda a morir con dignidad.

Gustavo Rodríguez, escritor peruano y ganador del Premio Alfaguara 2023, trabajó muchos años como publicista antes de publicar su primer libro. Por eso aclara que no es un publicista que se metió a escribir, sino todo lo contrario:

"Soy un escritor que, en un momento dado, fue acogido por la publicidad... Eso me ayudó a hacer más ágil a mi cerebro".

¿Cómo se sintió cuando el jurado del Premio Alfaguara le sugirió cambiar el nombre de su libro?

Cuando terminé la novela la titulé 'Cien cuyes'. Antes de mandarla al Premio, mi agente en España me sugirió que escribiera un título más entendible para todos. Su idea era blindar el manuscrito para que, si entraba en una discusión final del jurado, donde todo puede aportar para que una novela gane, no fuera descalificada por el título.

Cuando me llamaron desde España, antes de anunciar que había ganado, me dijeron que el jurado tenía problemas con el título cambiado que envié: “Largo viaje hacia el adiós”. Cuando me preguntaron si tenía un título alternativo, les dije que la novela siempre se llamó 'Cien cuyes'.

Las referencias a los cuyes no solo están en el título, sino también en una metáfora sobre Perú, que lanza uno de los personajes.

El título de la novela ayuda a que discutamos sobre la reivindicación del mundo andino ante el imaginario occidental. Me parece que, así como recibimos de buena fe vocablos extranjeros y los procesamos en su contexto, es justo que en otros lados pase lo mismo con las palabras que usamos por esta parte del mundo.

No sé si en el Ecuador exista el juego del cuy, donde ponen a estos animales dentro de unas cajas con puertitas y uno apuesta a qué cajita se va a meter el cuy. En la novela alguien recoge el pensamiento de una persona que dice que el país es como un cuy desorientado que está buscando a qué casilla meterse dentro de esta caja.

Pasando a los personajes de su nueva novela, ¿en su suegro Jack Harrison está el origen de este libro?

Creo que la impronta de sus últimos meses fue el gatillador del libro, porque ya tenía imágenes de ancianos dando vuelta en mi cabeza desde hace años.

Pero fue la muerte hermosa y en paz que tuvo mi suegro, rodeado de la familia, lo que me llevó a querer transmitir lo que había sentido en esos meses, días y minutos finales de su vida. Tanto así que no solo dediqué la novela a su memoria, sino que decidí crear un personaje que se llama como él y que tiene muchas de sus características como persona.

Jack y Carmen son dos ancianos que están buscando ayuda para morir, ¿por qué sigue siendo un tabú hablar de la muerte asistida?

Quizás porque somos supersticiosos o pensamos que nombrar algo implica que va a ser realidad y objetivamente no es así. Creo que nombrar algo ayuda a que afrontemos el problema y lo procesamos, en vez de poner en nuestros pechos una bomba de tiempo. Hay una tremenda asimetría en el tratamiento que damos a los nacimientos y el que damos a las muertes, cuando ambos son igual de naturales.

También está el Club de los Siete Magníficos. Ellos encarnan esa idea de que lo peor de la vejez no es el deterioro del cuerpo, sino morir solos

Coincido con ellos en que solo hay una cosa peor que una vejez solitaria y es una vejez solitaria y sin dinero. Para mí era importante que esta novela no termine con ancianos solitarios, como da la impresión en las primeras páginas. Gradualmente, la novela termina siendo coral y llena de vida, con viejos que la pasan bien cuando están juntos. Ancianos que se dan cuenta de que es justamente en la compañía, en la generosidad mutua y en los abrazos que pueden darse donde reside lo más hermoso de la vida.

¿"Cien cuyes" es una novela intuitiva?

Todo lo que escribo es intuitivo. Hay una escritora peruana muy buena que ya falleció que se llama Laura Riesco, ella decía que no se consideraba una escritora, sino una mujer que escribe. Yo no me considero un hombre que escribe, yo soy un animal que escribe. Alguien que se deja llevar mucho por lo que siente y por su olfato.

En "Cien cuyes" muestra varios paisajes limeños, pero también las diferencias de clases sociales. ¿Lima sigue siendo esa ciudad clasista que aparece en "Un mundo para Julius" de Bryce Echenique?

La tensión social que hay en la Lima de "Un mundo para Julius" aparece un poco menos intensa en 'Cien cuyes', pero en una ciudad que ahora tiene ocho millones más de habitantes. Algunos periodistas españoles me hicieron ver que la idea literaria de Lima que se tiene en otros lados está anclada a las versiones de Ribeyro, Vargas Llosa o Bryce Echenique, y en esta novela me interesaba que se conociera cuál ha sido la evolución de esta ciudad.

¿Qué es lo que más teme Gustavo Rodríguez de la vejez?

Lo que más temo es ser un viejo solo, pero eso no va a ocurrir, a menos que un extraño accidente colectivo me quite a mis seres queridos, porque en los últimos años me he dedicado a cultivar una red de afectos, aprecios y amores. Quizás haya escrito esta novela para curarme en salud, dejando una especie de testamento en el que aclaro: ¡No quiero eso, ni cagando!

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