Martes, 23 de abril de 2024
Contrapunto

Quién era Berlioz, el genio francés del romanticismo

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

8 May 2020 - 19:00

El compositor Hector Berlioz (1803-1869), que según el músico Harold Schonberg “hizo pedazos el establishment musical europeo”, tenía en su mente la idea de que una orquesta sinfónica debería estar integrada por 467 músicos y un coro de 360 voces, algo completamente insólito, ya que en los siglos XVIII y XIX el máximo de integrantes era de 60.

Berlioz afirmaba que la orquesta debía estar integrada por 242 cuerdas, treinta arpas, igual número de pianos y 16 trompas, según escribía Schonberg en Lives of the Composers, que Peter Watson, a su vez, registra en Ideas, historia intelectual de la humanidad.

En la actualidad, ninguna orquesta sinfónica es capaz de reunir a tantos músicos e instrumentos en un solo escenario, salvo que se interprete la Octava Sinfonía, de Gustav Mahler, conocida como 'la de los mil', porque entre músicos, solistas y coro reúne a ese número de miembros.

Más allá de la anécdota, el francés es considerado entre los más grandes compositores del siglo XIX, que marcó la consolidación del romanticismo y dejó, por causa de Beethoven, la vara muy alta para tratar de igualar o superar al maestro alemán. Se decía entonces que nadie se atrevería a escribir sinfonías después de la Novena, que fuera estrenada en 1824, tres años antes de la muerte del músico de Bonn.

La crítica cultural de la época decía que sería imposible que alguien se atreviera a escribir música sinfónica similar o superior a la que escribiera Beethoven. De hecho Wagner, uno de los grandes de ese siglo, solo se dedicó a la ópera; en tanto que Brahms demoró casi dos décadas para estrenar su primera sinfonía; y Debussy confesaba que la sinfonía del alemán se constituyó en una “pesadilla universal”.

Pero Berlioz, que había llegado a París a estudiar medicina, lo dejó porque le causó repugnancia ver una disección, se atrevió y en 1830 presentó su Sinfonía Fantástica, que se encasilla en lo que se denomina música programática, es decir, que tiene una inspiración, un leitmotiv, que es otra de las características del período romántico.

Berlioz, quien según el director de orquesta Ferdinand Hiller “no creía ni en Dios ni en Bach”, rompió el mito que poco antes se había evidenciado por causa de Beethoven y colocó su música en lo más alto de los escenarios alemanes y vieneses, algo que también parecía imposible para un francés.

La Sinfonía Fantástica, opus 14, al contrario de la mayoría de obras de ese género, que tienen cuatro, consta de cinco movimientos, está inspirada en una obra literaria y lleva como subtítulo Episodios de la vida de un artista y los nombres de cada uno de los movimientos son: Sueños y pasiones, Un baile, Escena en el campo, Marcha al suplicio y Sueño de una noche de aquelarre.  

Aquí la marcha al suplicio o al cadalso (IV movimiento):

La obra de Berlioz es considerada autobiográfica porque en ella describe su apasionada relación con la actriz de teatro irlandesa Harriet Smithson. En el libro de Watson se narra que el músico francés acudía a verla al teatro solo para gritar enfurecido y marcharse cuando el que hacía el papel de su amante la abrazaba en el escenario.

No solo la Sinfonía Fantástica fue considerada una obra sublime; aparte de otras tres sinfonías Berlioz escribió óperas, sonatas, oberturas.

Su música de réquiem está considerada entre las mejores en su género y su sinfonía Romeo y Julieta es una obra fenomenal porque reúne voces solistas, coro y una sonora y armónica instrumentación. 

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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