Viernes, 19 de abril de 2024
En sus Marcas, Listos, Fuego

Cabezas de piedra

Felipe Rodríguez Moreno

Felipe Rodríguez Moreno

PhD en Derecho Penal; máster en Creación Literaria; máster en Argumentación Jurídica. Abogado litigante, escritor y catedrático universitario.

Actualizada:

22 Feb 2022 - 20:00

Hace unos meses escribí una columna titulada: ¿Por qué creen en tantas tonterías? y, como a muchos les gustó, he decidido escribir una serie sobre un tema tan rico y complejo que no se agota con estas pocas líneas.

¿Por qué nos es tan difícil discutir en redes? Simple: porque somos sapiens y, para nuestra especie, la evidencia no siempre puede cambiar la manera en que pensamos.

Lo que vemos del mundo no es la copia exacta de la realidad, sino el resultado del filtro de nuestra propia historia, de nuestros prejuicios y suposiciones.

Por ello, cuando nos enfrentamos a datos objetivos que contradicen nuestra visión del mundo, no los acogemos, sino que los esquivamos porque amenazan nuestras creencias.

Los malos lectores (esos que leen solo titulares o que son alérgicos a los libros) y los fanáticos de cualquier fanatismo, frente a la evidencia, no ponen en juego la verdad, sino su propia identidad.

Los fanáticos de cualquier fanatismo, frente a la evidencia, no ponen en juego la verdad, sino su propia identidad.

El poder de nuestras creencias sobre las evidencias se llama "disonancia cognitiva", lo que significa que el cerebro rechaza de inicio todo aquello que entre en conflicto con nuestra programación previa.

¿Cómo enfrenta el cerebro la evidencia que nos incomoda? Con algo llamado "razonamiento motivado". Nuestro cerebro selecciona datos coincidentes con lo que queremos creer y refuerza los prejuicios, mientras evita o resta valor a los datos que contradicen nuestro pensamiento.

Los expertos en evolución sostienen que este es un mecanismo humano para mantener el equilibrio mental.

De todo lo anterior nace mi sesgo favorito de estudio: el "sesgo de confirmación", que se refiere a que únicamente buscamos información (más aún con la aparición de Internet) que apoye nuestras creencias.

Por ejemplo, si usted es antivacunas, no va a buscar evidencia que contradiga lo que cree. Es obvio que en Google va a escribir: "10 razones por las que no debo vacunarme".

¿Y qué cree? Pues que encontrará esas 10 razones y va a defender su postura con un evidente "sesgo de confirmación".

Los "sesgos de confirmación" no lo hacen ni más inteligente, ni más sesudo, ni más informado. Todo lo contrario, lo sesgan tanto que usted mismo insulta su inteligencia, devana sus sesos y se convierte en un desinformado, pues donde no existe contrastación reflexionada de información contrapuesta y sometida a análisis, no existen objetividad ni solvencia intelectual en postura alguna.

Aquí viene lo peor. Los "sesgos de confirmación" agravan el imaginario cuando tendemos a considerar a los expertos como más legítimos y respetables en tanto y cuanto apoyen lo que creemos, al punto de convertir a cualquier mequetrefe en genio.

Todo lo anterior deriva en que seamos más capaces de recordar (almacenamiento de información en la memoria) aquellos datos que coinciden con nuestra forma de ver el mundo. Este fenómeno se conoce como "aprendizaje selectivo".

Vamos a detenernos aquí. En una próxima entrega veremos más sobre sesgos. Ahora es el turno de algunas reflexiones.

¿Entienden ahora por qué son tan violentas las redes sociales? Porque no hablamos el mismo idioma. Porque intentamos ganar discusiones con argumentos frente a quienes, por sesgos cognitivos, jamás los admitirán (y va de lado y lado).

Piensen en cómo confirman sus creencias. Reflexionen en cómo refuerzan sus posturas. Recuerden el tipo de búsquedas que realizan en Internet y miren a quienes siguen en redes.

Solo quien es capaz de liberarse de sus sesgos, y de valorar con profundidad el pensamiento ajeno, es capaz de cambiar de opinión y de reírse de los atolondrados.

Y por eso hay líderes políticos miserables e impolutos, que no importa cuántos escándalos de corrupción se les comprueben o se les monten, sus seguidores y sus detractores no creerán ni en la evidencia de la conducta ni en la evidencia del montaje.

Quiero acabar esta segunda entrega con una anécdota que lo resume todo (sí, lo único que quiero es activar sus sesgos). Hace poco un carismático líder católico negacionista de la evolución fue cuestionado en una rueda de prensa sobre:

-Padre, si la evolución no existe y todo empezó con Adán y Eva, ¿cómo explica usted la existencia de fósiles de dinosaurios.

-Hijo, esos fósiles existen, pero existen solo porque fueron colocados por el Diablo en la tierra para poner a prueba nuestra fe.

Quien preguntó no replicó, pues recordó que cuando las cabezas son de piedra, su impermeabilidad nos obliga a suspirar.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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