Viernes, 29 de marzo de 2024
De la Vida Real

La clave del mail y los problemas tecnológicos en familia

Valentina Febres Cordero

Valentina Febres Cordero

Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido. 

Actualizada:

13 Mar 2022 - 19:00

–Aló, pá. Tengo una llamada perdida tuya.

–Sí, Tinita. Te estábamos llamando con tu mamá para ver si tú sabes la clave de mi mail.

–No, pá. No tengo idea. 

Estas llamadas de mis papás me ponen de mal genio. Siempre les digo que anoten las claves, y me contestan bravísimos: "Valen, no pensamos que nos íbamos a olvidar. Era la fecha de nacimiento y las iniciales de alguno de ustedes", refiriéndose a los hijos o nietos.

El año pasado, mi mamá se bajó una aplicación para anotar las claves. Estaba feliz, porque decía que jamás me volvería a necesitar, pero la novelería no le duró más de 15 días. Se olvidó la clave de la aplicación, y no hubo manera de recuperarla.

Como saben que las llamadas con el 'temita' tecnológico me enervan, ahora le llaman a El Pacaí, mi hijo mayor.

–Má, ya vengo que los abuelos me necesitan.

Suena el teléfono: "Aló, ¿qué pasa mi rey?"

–Má, ¿sabes cómo cambiar el idioma en HBO? Es que los abuelos quieren ver la serie en español y está en francés. No sé cómo cambiarlo.

–Ya les he explicado miles de veces… Ya voy.

–Gracias, má.

Yo, muy solvente, pensaba que jamás les pediría ayuda a mis hijos para solucionar algún problema tecnológico, pero debo reconocer que ellos conocen y manejan mejor que yo mi celular.

No sé qué manía tienen. Cada vez que ven mi teléfono, lo agarran y le cambian todo –desde el teclado hasta el idioma–.

El martes pasado, me tenía que ir a Cumbayá. Puse el 'Waze', y me salió una voz que decía: "Relájate, respira profundo. Vamos a ir por una ruta de armonía, paz y sabiduría. No pierdas los estribos. Respira profundo. A 200 metros, gira a la izquierda y saldrás libre de tensión".

Perdí la cabeza. Fui todo el viaje estresadísima, oyendo la voz de este sujeto que me guiaba con "paz y armonía". Ahí es cuando no soporto a mis guaguas.

La otra vez, pusieron una voz de un superhéroe que decía: "Vamos a dominar la galaxia. Sigue derecho para conquistar el mundo y en la rotonda toma la primera salida para que puedas vencer". Siento que ellos conspiran contra mi cordura, y el Waze los acolita.

Llegué a la casa y pegué el grito respectivo.

-Má, te juramos que ni hemos visto tu celular en años. 

Atufada y enervada, puse un nuevo patrón para que nadie pudiera desbloquear mi teléfono. Pero acto seguido me olvidé la figurita que ingresé. Bloqueé el celular.

Tuve que pedir socorro:

-¡Pacaí, ayúdame, por favor!

Él, sobradísimo, agarró el teléfono y aplastó tres botones. El celular se prendió, y dijo:

-Má, literal, te lo dejé como nuevo.

Inocentemente me reí. No era chiste: el celular estaba literalmente como nuevo.

El Pacaí se encargó de poner otro patrón, que solo él y yo sabríamos. El secreto no duró ni una hora:

-Má, ya sé cuál es la clave. Es injusto que solo El Pacaí la sepa. Me reclamó La Amalia. 

En este punto, lo injusto me parece lo más justo que existe. Mi teléfono tiene otra vez el teclado rosado y un ringtone de reguetón, que suena a todo volumen:

-"Esa señorita está muy sexy/ Esa señorita quiere bailar".

Y, cuando mi pá me llama, yo contesto bailando.

–Aló, Tinita. ¿Puedes venir? Estoy hecho un lío con un archivo que tengo que poner en una cosa que no sé en dónde conectar en la computadora. 

Respiro profundo e invoco la voz relajante del Waze.

–Pá, voy ahorita.

Mi papá quería que copiara un documento de su compu a una flash memory, aparato bastante obsoleto para mí. La computadora de mis papás tiene tal cantidad de cables, que no hay lugar para conectar algo extra.

No me compliqué. Mandé el archivo, que era bastante pesado, por WeTransfer. Fui a mi laptop, conecté la flash y lo guardé. 

Mi pá, furioso, me decía:

-Valentina, el archivo está en mi computadora. Necesito ese archivo aquí (mostrándome la flash). 

¿Cómo le explico sin sonar antipática? Igual, él no va a entender lo que hice. Muy calmada, le dije:

-Pá, aquí está el archivo. Tú confía en mí.

Ni gracias me dijo y se fue bravísimo. 

–Aló ¿Qué pasó, pá?

–Eres un genio. No sé cómo hiciste, pero sí ha estado el archivo. Gracias, Tinita de mi corazón. Otra cosa: ¿cómo salgo de la música del teléfono? Entré a la reunión y se prendió esta pendejada.

–Pá, cuando vengas te explico. 

–Mejor que me explique El Pacaí. Él me tiene más paciencia que tú.

–Pá, porfa, no dejes que El Pacaí cambie nada en el Waze. Solo que te explique cómo salir de Spotify.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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