Jueves, 02 de mayo de 2024
Economía y Desarrollo

La desigualdad en Ecuador y la indiferencia frente a ella

Andrés Mideros Mora

Andrés Mideros Mora

Doctor en Economía, máster en Economía del Desarrollo y en Política Pública. Director general académico de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

Actualizada:

15 Mar 2022 - 19:00

Las desigualdades evidencian la falta de oportunidades y el nivel de injusticia que prevalecen en una sociedad. La pobreza es el nivel de desigualdad extremo, el no poder satisfacer necesidades básicas.

De acuerdo con la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo (Enemdu) en su muestra anual para 2021 (que incluye información a lo largo de los 12 meses del año), el 28,9% de la población se encontró en esta situación de privaciones extremas.

Las desigualdades que existen en Ecuador se hacen evidentes al observar que el nivel de pobreza entre las mujeres es de 29,5%; en pueblos y nacionalidades indígenas es del 56,7%, y en pueblos afroecuatorianos y montubios es del 37,7% y del 38,3%, respectivamente.

Estas brechas de género y de etnia dan cuenta de cómo el machismo y el racismo excluyen y empobrecen a determinados grupos de personas, exponiendo la realidad de una sociedad injusta, que aún reproduce estructuras coloniales.

La desigualdad se observa también en función de la edad y el territorio. Así, la pobreza en niños y adolescentes (NNA) se encuentra en el 38,5%.

Mientras que los NNA deberían ser atendidos con prioridad por la sociedad, en Ecuador resulta que es el grupo más empobrecido. Algo está mal en las prioridades nacionales.

El área rural, por su parte, presenta un nivel de empobrecimiento del 41,7%, en comparación con el 22,8% del área urbana. La deuda pendiente con el sector rural es evidente y da cuenta de un proceso de desarrollo desequilibrado.

Entre los problemas que están detrás de estos resultados, se encuentra la falta de oportunidades de determinados grupos poblacionales.

Si bien la calidad del empleo es un problema nacional, siendo que menos de una de cada tres personas ocupadas tiene un empleo adecuado a escala nacional.

En el caso de las mujeres es apenas una de cada cuatro, en pueblos y nacionalidades indígenas es una de cada siete, y en personas adultas mayores es una de cada nueve.

Lo propio pasa con la informalidad. En el caso de pueblos y nacionalidades indígenas, montubios y afroecuatorianos el empleo en el sector informal alcanza el 77,5%, 66,4% y 51,5% respectivamente.

Mientras que de las personas adultas mayores con empleo, el 78,0% está en el sector informal de la economía, con condiciones precarias y de vulnerabilidad económica, al no contar con mecanismos de protección social.

La falta de oportunidades se observa con más fuerza entre los jóvenes. El porcentaje de jóvenes (entre 18 y 29 años de edad) que ni trabajan ni estudian es de 23,9% (prácticamente uno de cada cuatro).

Y, las desigualdades de género y etnia son evidentes. La diferencia entre hombres y mujeres de 24,4 puntos porcentuales, en contra de estas últimas; y en el caso de jóvenes afroecuatorianos el porcentaje alcanza el 33,6%, siendo el más alto entre los grupos de auto identificación étnica.

Las cifras que dan cuenta de la falta de oportunidades y de las brechas de desigualdad son públicas y claras.

Combatir el machismo y el racismo, priorizar el desarrollo infantil y rural, apoyar integralmente a los jóvenes, son evidentes prioridades nacionales. Las instituciones del Estado, el Ejecutivo y el Legislativo parecen estar desconectados de la realidad de las personas.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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