Jueves, 25 de abril de 2024
De la Vida Real

El despiste y los enredos son la verdadera inteligencia superior

Valentina Febres Cordero

Valentina Febres Cordero

Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido. 

Actualizada:

12 Ene 2020 - 19:00

Siempre he estado absolutamente convencida que soy tontísima. Bueno, hasta ayer. 

Era un tema que me preocupaba mucho. Sufría en silencio. Así soy, me consolaba. Por más esfuerzos que he hecho por tratar de solucionar mi problema, solo he conseguido empeorarlo. Y los comentarios de las personas cercanas siempre son: 

-Ay Valen, pero por Dios, cómo pudiste perder las llaves otra vez. 

-Valen, cómo te olvidaste algo tan importante.

- No, Valentina, no era hoy, fue ayer.

-Valen, por qué le saludas, si no le conoces.

-Valen, pareces muda, has venido a mi casa miles de veces y siempre te pierdes. 

-No puedo creer Valen, otra vez te olvidaste la cartera. 

-Pero Valenta, te he rogado que contestes el celular.

-Valentina ¿dónde dejaste las facturas?

-Valen, nunca sabes dónde estacionaste tu carro…

Y así me he pasado por la vida. Una vez un amigo me dijo. “Me desespera estar contigo, pasas el 70% del tiempo buscando algo en tu cartera o en tu mochila”.

Me han criticado tanto que muchas veces me he sentido mal. Pero, sí creo que mi caso de despiste es severo. Voy manejando por la autopista y entro en pánico pensando: “bestia, las llaves del auto”. Es un microsegundo de un susto mortal.

El otro día, mientras hablaba por celular con una amiga, buscaba como loca el celular. Debajo de la cama, sobre la cocina, hasta dentro de la refrigeradora. Y mi marido me pregunta: ¿Qué buscas? Le digo en voz bajita, mi celu y él me dice, lo tienes en la mano, junto a la oreja.

El jueves pasado me puse bravísima con mi hijo porque se olvidó de los cuadernos para hacer los deberes. Porque eso sí, yo soy una madre ejemplar.

  • Pacaí, dice en tu agenda que tienes deber de mate.
  • Má, me olvidé del cuaderno.
  • (Yo en mi mente, repito lo que he oído toda la vida y digo en voz alta con la misma entonación de mi mamá) – Pero por Dios hijito, cómo te puedes olvidar de algo tan importante. Tienes que poner atención a lo que haces. Y ahora ¿cómo vas a hacer el deber? No puedes ser tan despistado.
  • Ve quien lo dice, el otro día tú me diste el antibiótico del ñaño a mí y el jarabe para mi tos al ñaño.
  • No te compares conmigo. Cada quien es cada quien. (Claro, me deja sin argumentos).

Me he analizado mucho y tengo que asumir que soy bastante caótica, pero tengo buena voluntad. Mientras cocino y pico las cosas siempre, en mi cabeza, escribo cuentos que son tan trágicos que, para disimular mi llanto, enseguida empiezo a picar cebolla. Pero mientras tanto ya se quemó el aceite, ya se regó la sopa, ya se apagó la hornilla. 

Lo mismo me sucede cuando pongo la ropa en la lavadora, mi mente vuela y ya no sé si eché el detergente, si puse cloro o el suavizante. Sufro, me angustio, y espero a ver el resultado final.

Todo esto me causa conflictos internos. Me creo tonta, me creen tonta, además hay que agregar que soy un poco torpe.

Se me caen las cosas, riego todo. Sí, a veces me río y otras, lloro. No he logrado coordinar entre la cartera, las gafas, el pañuelo, el termo de agua y los lentes. Son objetos que siempre llevo conmigo y siempre terminan en el suelo, olvidados o perdidos.

A veces el despiste también me entretiene. Gracias a él he saludado a políticos, a todo presentador de la tele que se me cruza le doy beso y abrazo, juro que son mis íntimos amigos. Luego me doy cuenta de que no les conozco y me da una vergüenza.

Bueno, ya los saludé pienso. Me pongo tan roja que huyo, a toda velocidad, ante el papelón que pasé y me voy riendo sola.

Pero ayer leí un artículo en Facebook que me cambió la vida por completo, con solo ver el titular: 'Un estudio de la Universidad de Harvard demostró que las personas despistadas tienen una inteligencia superior'.

Inmediatamente me puse a leer. Creyendo ciegamente en cada palabra de tan valioso texto. Mentira, solo leí el título y con eso ya me sentí muy feliz. 

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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