Jueves, 25 de abril de 2024
El indiscreto encanto de la política

El nuevo "Made in China"

Matías Abad Merchán

Matías Abad Merchán

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.

Actualizada:

15 Ene 2020 - 19:00

La broma recurrente sobre si “la camiseta de la selección de China, es original o china”, aparece año a año en los diferentes eventos deportivos mundiales.

Pero más allá del humor, la frase evidencia un posicionamiento global, todavía vigente, de que el país asiático, ante todo, es un imitador y un productor de artículos de baja calidad.

Esta realidad no ha pasado inadvertida para el Gobierno. En su objetivo de asumir el liderazgo económico mundial, a más de continuar con su proyecto expansionista de la Nueva Ruta de la Seda, China tiene en marcha su programa industrial “Made in China 2025”, orientado a situar al país como potencia mundial en desarrollo tecnológico y productivo.

Esta iniciativa, de hecho, no es tan reciente. En 2015 el primer ministro chino, Li Keqiang, hizo público el programa como una estrategia para pasar del vigente made in China a un invented in China.

El plan contempla tres fases. La primera, que finaliza en 2025, se propone poner a la industria china al mismo nivel que las potencias tecnológicas occidentales. La segunda fase, planificada para el 2035, será una etapa de asentamiento y consolidación; para, finalmente, emprender el camino hacia 2049, con el posicionamiento definitivo de China como líder de la innovación mundial.

Este tipo de políticas no son nuevas, anteriormente en Japón sucedió algo similar. Durante la década de los setenta del siglo pasado, el producto nipón estuvo asociado con “imitaciones baratas de baja calidad”.

Luego, pocos años después, las políticas de fomento de la innovación, sumado a un ambicioso sector empresarial y esa especial disciplina japonesa, condujeron a que Japón pase a ser un líder en innovación
tecnológica y desarrollo de productos.

Por su parte, el plan chino incluye diez sectores de intervención, que van desde el automotriz de bajo consumo de energía, la industria farmacéutica, los semiconductores, la robótica, la inteligencia artificial, entre otros; que son sectores todavía liderados por Estados Unidos y la Unión Europea.

A partir de la exitosa implementación del plan, China espera sostener su crecimiento y aguantar un eventual deterioro de la productividad, misma que podría tener incidencia en los ingresos y calidad de vida de los ciudadanos.

En otras palabras, una oportuna estrategia para mitigar la peligrosa “trampa de la renta media” que, en este caso, podría venir acompañada de un peligroso cuestionamiento ciudadano al modelo político autocrático vigente.

Finalmente, el plan no ha estado exento de cuestionamientos. Subsidios gubernamentales, robo de propiedad intelectual, transferencia tecnológica forzada, inobservancia de derechos laborales, son prácticas chinas que, para las potencias de occidente, se oponen al espíritu y normas del comercio internacional.

En cualquier caso, si todo sale como está planificado, seguramente muy pronto vamos a preferir un auto chino, y no el alemán.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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