Martes, 23 de abril de 2024
Iluminaciones

El indigenismo es una ideología ultramontana y violenta

Gonzalo Maldonado

Gonzalo Maldonado

Economista y periodista. Trader de commodities, índices y monedas.

Actualizada:

13 Oct 2020 - 19:10

Para el indigenismo no hay clases económicas sino razas; no hay inequidades de género o diferencias sociales sino culturas e ideologías irreconciliables. Tampoco hay individuos con características diferenciadas, sino colectividades o grupos homogéneos que parecieran transitar por la vida con actitud casi bovina.

Se trata ­-dicen los indigenistas- de una comunidad de seres humanos en “estado natural”, incontaminado por vicios occidentales como aquel de acumular poder o riqueza. Son la personificación de ese hombre noble e inocente que Rousseau imaginó antes del Contrato Social.

Nada dicen los indigenistas sobre los sacrificios humanos, las prácticas de destierro de pueblos enteros ni sobre las sangrientas luchas por el poder que protagonizaron los miembros del Imperio Inca. (Los conquistadores españoles tomaron ventaja de la pugna entre Huáscar y Atahualpa para conquistar más fácilmente el Incario).

Para preservar aquella sociedad supuestamente impoluta se requiere construir un cerco autárquico; un feudo cerrado a cal y canto para que vivan allí solamente los verdaderos creyentes, un paraíso tan aterrador como País de los ciegos que imaginó H.G. Wells precisamente en Ecuador.

Esta imagen utópica del indigenismo fue originalmente inculcada por el Inca Garcilaso de la Vega quien buscaba formar una imagen más bien amable y pura del los indígenas americanos, algo que semejara con la narrativa cristiana del Paraíso.

Pero ese intento de maquillaje banal fue utilizado más tarde para forjar una utopía mucho más peligrosa y, aparentemente, violenta cuando se le vinculó al socialismo y al comunismo marxista.

Fue un salto al vacío que los ideólogos de ayer y de hoy -liderados por Mariátegui- dieron sin que nadie pusiera objeciones. Arguedas, autor de Los ríos profundos también contribuyó a cimentar la falacia del indigenismo.

La desarticulación mal hecha del subsidio al diesel insufló energía y oxígeno a los líderes del indigenismo en Ecuador. Por haber sido mal adoptada, una medida de política económica que hace todo el sentido del mundo, no solo provocó crispación social sino que terminó resucitando a los líderes de esta ideología ultramontana que parecen envalentonados por la ausencia de líderes y por la debilidad de las autoridades gubernamentales y locales.

Hace pocos días vimos al señor Iza retratándose en Washington, junto a monumentos históricos construidos para honrar valores como la democracia y la libertad. Fue hasta esa ciudad a lanzar un libro, Estallido, que, en esencia, es una apología de la violencia.

¿Qué hubiera pasado si el señor Iza y sus acompañantes hubieran intentado profanar la estatua de Lincoln que yace cerca de donde se retrataron? Hubieran sido detenidos y juzgados.

¿Qué sucedió en estos días cuando el señor Iza y sus acompañantes profanaron una estatua de la reina Isabel? Se fueron muy campantes a sus casas.

El país no puede permitir que el radicalismo ultramontano florezca en el Ecuador. Somos un país diverso y heterogéneo que debe encontrar su destino dentro de los paradigmas de la modernidad.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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