Viernes, 26 de abril de 2024
Leyenda Urbana

Miedo en Guayaquil, azotada por el crimen vinculado al narcotráfico. Ecuador contiene el aliento

Thalía Flores y Flores

Thalía Flores y Flores

Periodista; becaria de la Fondation Journalistes en Europa. Ha sido corresponsal, Editora Política, Editora General y Subdirectora de Información del Diario HOY. Conduce el programa de radio “Descifrando con Thalía Flores” y es corresponsal del Diario ABC de España.

Actualizada:

31 Ene 2022 - 19:03

El solo imaginar lo que planeaban hacer con 554 tacos de pentolita, 600 cápsulas explosivas y mil metros de cordón detonante, decomisados en Guayaquil la semana pasada en una vivienda en la que había abundante cocaína, hiela la sangre.

"El impacto sería devastador en cuatro cuadras a la redonda, incluyendo edificios, creando un agujero de 20 metros de profundidad; o usado para detonar coches bomba", dice, conmovido, un experto en explosivos.

Guayaquil es hoy el epicentro de una violencia apocalíptica, por la acción de un crimen organizado vinculado al narcotráfico y a la delincuencia común.

No hay sitio que se salve, sea pobre o rico; con buena infraestructura o abandonado, provocando angustia, decepción, impotencia y furia entre la gente que ha perdido su libertad.

Más de 100 muertes violentas, en un mes, resulta aterrador. Un "casus belli" contra el narcotráfico, porque 80% de los decesos está vinculado a esa siniestra actividad.

En tiempos normales, miles se habrían lanzado a las calles para exigir el fin de la violencia, pero estamos en pandemia.

En estas circunstancias, la afectación es también psicológica, más aún si para movilizarse la gente debe tomar rutas prolongadas para evitar hasta un semáforo, dónde sus vidas corren riesgo.

El drama está reflejado en la encuesta más reciente de Click Report que menciona que para el 41,94% de los guayaquileños el principal problema de la urbe es la delincuencia y la inseguridad, por encima del desempleo (24,4%) y la crisis económica y la pobreza (13,9%).

Ciudades como Quito, Cuenca, Lago Agrio, Portoviejo y otras más padecen también por la acción de la delincuencia. En Ecuador se mata a sangre fría, tal como muestran las narco-series, que parecen haber "normalizado" el crimen.

En enero, en el país se contabilizaron 244 homicidios; el triple que en el mismo mes en 2021.

Son tiempos de tribulación, mientras que Estados Unidos y Canadá alertan a sus ciudadanos para no viajar a Ecuador, afectando la imagen y el turismo ya decrecientes.

Como sociedad expiamos los errores del pasado, cuando un déspota eliminó la visa y se entregó la ciudadanía universal, que fue aprovechada por indeseables de todas las latitudes.

Con alevosía, apeó a la soberanía como pretexto para no renovar el convenio de la Base de Manta, sabiendo que el crimen es transnacional y requiere la cooperación internacional. Se abandonó las Fronteras Vivas permitiendo que, tras el acuerdo de paz en Colombia (2016), penetraran las bandas criminales. Y, como un hecho infame adicional, colocaron radares que nunca funcionaron.

Por si fuera poco, se desarticuló la UIES y se rompió las relaciones diplomáticas con Colombia, luego del bombardeo en Angostura, dónde fue ultimado a Raúl Reyes, segundo de las FARC, lo que nos impidió tener información clave de los grupos armados.

Con mucho cinismo y memoria selectiva, hoy, no recuerdan estas acciones que propiciaron el escenario actual, y pretenden, aprovechándose de la amnesia que ataca al país, dejar en el olvido que también se liberó la tabla de consumo individual de drogas.

De hecho, uno de los factores que explica las matanzas en las calles, es el micro tráfico; la lucha de las bandas por el territorio para comercializar las micro-dosis, cuya disputa llega a los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, los grandes proveedores.

En el exterior, se señalan otros hechos.

La Oficina de Naciones Unidas contra la Droga y Delito (UNODC, por sus siglas en inglés), señala que grupos europeos son actores importantes en el envío de cocaína a ese continente.

Esto explicaría la presencia, en el país, de ciudadanos europeos, sobre todo de Albania, como aquel que fuera asesinado, días atrás, en Guayaquil, y que pertenecería a una organización que mueve toneladas de droga.

El portal InsightCrime denomina a Ecuador "autopista de la cocaína hacia Estados Unidos y Europa".

Por esto, el volumen de dinero es igualmente descomunal, lo que explica la denunciada complicidad de jueces, fiscales, autoridades de diversos niveles, y los "narco generales".

Con todo esto, es evidente que Ecuador carece de un sistema de Inteligencia y Contrainteligencia eficaz, que se anticipe al tráfico de drogas y a las acciones de los sicarios.

Lo dijo el secretario de Estado de Estados Unidos, Anthony Blinken: la buena noticia de los decomisos, es mala porque prueba que el tráfico ha aumentado.

En este escenario y con la posición geoestratégica excepcional del país, se impone un Plan de Seguridad Nacional para cuidar las fronteras, el Pacífico y, sobre todo, proteger a los ciudadanos, más allá de la Ley Orgánica de Seguridad Integral y Fortalecimiento de la Fuerza Pública, enviada por el Ejecutivo y que tiene que ser aprobada, con apremio, por la Asamblea.

Cuando se sabe de "amenazas híbridas", que implicaría que ciertas naciones podrían estar interesadas en desestabilizar a Ecuador, con acciones económicas, diplomáticas, comunicativas, militares, etcétera, no hay tiempo que perder.

Es urgente firmar acuerdos con la Unión Europea, Estados Unidos, otros países amigos, y Naciones Unidas, para usar tecnología de punta.

También lo es atacar las desigualdades sociales, porque los indicadores son tan desgarradores como intolerables, y claman al cielo.

En momentos tan aciagos, se impone un liderazgo político firme que, por ahora, no se divisa, pero debe gestarse cuando todos ansían el fin de la violencia.

Guayaquil y Ecuador entero tienen que vencer el miedo, ponerse en pie y caminar. ¡La Patria está en peligro!

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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