Viernes, 03 de mayo de 2024
Contrapunto

Mozart se quedó con la gloria del Réquiem, ¿y Süssmayr qué?

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

21 Oct 2023 - 5:59

Franz Xaver Süssmayr o Süssmayer (1766-1803) fue un clarinetista discípulo de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791) y lo que más se conoce de él es que "completó" el famoso Réquiem que el genio de Salzburgo dejó inconcluso.

Casi toda la literatura existente coincide que así fue, muy pocos biógrafos reivindican el hecho de que Süssmayr escribió casi la totalidad de la famosa obra que Mozart compuso por encargo en los últimos días de su vida.

En el Diccionario de Autores, de Montaner y Simón, Barcelona 1973, se revelan algunos detalles que permiten entender qué fue lo que ocurrió tras la muerte de Mozart y su Réquiem inacabado.

Casi como una leyenda recogida en novelas y en el cine, se dice que la última obra de Mozart fue concebida en circunstancias trágicas y misteriosas.

Un "taciturno y extraño" desconocido entregó una carta al músico con el encargo de escribir una misa de réquiem y con la promesa de una buena recompensa. Ese personaje, que llegó hasta la casa del músico protegido por las sombras de la noche, según Montaner y Simón, era el camarero del conde Franz von Walsegg-Stuppach, rico y aficionado, que encargaba obras a los mejores compositores de la época y las hacía ejecutar haciéndolas pasar por suyas.

Según esta fuente, "de los 12 fragmentos que componen la obra, el Introitus y el Kyrie salieron absolutamente terminados de las manos y del genio creativo del compositor".

"Los siguientes parecen haber sido orquestados por Süssmayr con esbozos de Mozart, que aseguran al menos la autenticidad de su diseño metódico y de sus principales intervenciones musicales", se dice en el libro.

También resalta que las tres partes últimas -Sanctus, Benedictus y Agnus Dei- "parecen ser
totalmente de Süssmayr
que, sin embargo, se sirvió (se basó) cuanto pudo de la música preexistente de su maestro".

Efemérides Musicales, una página web dedicada a los grandes maestros de la música, señala que Constanze, la viuda de Mozart, deseaba que la obra sea terminada tomando como base las partituras y borradores que el músico no alcanzó a terminar.

Tras pasar por varias manos, finalmente, el encargado fue Süssmayr, que había participado exitosamente en los recitativos de una de las óperas de Mozart: 'La Clemenza di Tito', una obra
escénica seria, en dos actos.

Esta última fuente menciona análisis grafológicos que confirman que en las partituras del Réquiem intervienen cuatro personas distintas, incluida Wolfgang Amadeus Mozart.

El estreno oficial, una vez terminada la obra, ocurrió en Viena en 1793. Fue un éxito garantizado también por la popularidad que había alcanzado el maestro más importante del periodo clásico de la música.

Constanze Weber, insiste Efemérides, continuó promocionando la obra como creación completa y absoluta de su difunto y famoso esposo.

La enciclopedia Salvat de los Grandes Compositores anota que el Réquiem en re menor, K. 626 también confirma que fue Süssmayr el encargado de concluir este grandioso canto fúnebre, que finalmente fue entregado meses después (no especifica cuántos) al conde Walsegg-Stuppach.

En la descripción de la obra Salvat la califica de "grave, sombría, nada en ella denuncia una
contaminación operística u ornamental".

El colorido orquestal, prosigue, es oscuro, con predominio del timbre mortecino de los corni di bassetto (especie de clarinete contralto), "timbre muy afín al de las obras masónicas de Mozart, con las que el Réquiem tiene muchos puntos de contacto".

Süssmayr, hijo de un sacristán, compuso misas y oratorios y al menos seis óperas, que no figuran entre las más destacadas de este género, pero su mayor logro fue la misa de réquiem más aclamada por la crítica mundial.

Sin embargo, la viuda de Mozart se encargó de que el secreto del discípulo perdure en el tiempo para que la fiebre mozartiana nunca decline.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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