Jueves, 25 de abril de 2024
Contrapunto

La música barroca también conoció el gran talento de Telemann

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

26 Feb 2021 - 19:03

Una historiadora-musicóloga es contundente: "La síntesis del barroco: Bach". Otros afirman, con mucha razón, que ese género que dominó la música durante 150 años se nutrió del enorme talento de Georg Friedrich Händel (1685-1759), principalmente por la creación de su oratorio 'El Mesías'.

Muy pocos señalan la admiración que sintieron Händel y Johan Sebastian Bach (1685-1750) por Georg Philipp Telemann (1681-1767), quien prefirió abandonar la carrera de derecho para dedicarse a tiempo completo a tocar en las iglesias y a escribir música.

Las óperas, la religiosa, los oratorios, etcétera, era lo más conocido en la época, pero fue Telemann el que estuvo más cercano al clasicismo y fue el primer alemán en reconocer la importancia de la música francesa e italiana. Antes de su partida definitiva a Inglaterra, Händel hizo lo mismo que su compatriota y primero se fue a Italia.

Fue Telemann el que estuvo más cercano al clasicismo.

La idea de comentar sobre Telemann fue por causa de la más reciente novela escrita por el peruano Gustavo Faverón Patriau 'Vivir abajo', que aporta interesantes y selectas citas musicales (el libro será reseñado en otro artículo).

Alguna vez comentamos aquí 'El ruido del tiempo', de Julian Barnes, en el que el autor narraba la noche que Stalin asistió a la ópera para verificar personalmente si la obra que estrenaba Schostakovich era o no contrarrevolucionaria.

A su muerte, los herederos de Stalin, es decir la cúpula del soviet supremo, ordenaron que durante el velorio nunca se dejara de tocar la Sinfonía 6, Patética, de Tchaikovsky. Otro tirano, Hitler, asistía con frecuencia a la ópera de Leipzig para escuchar a Wagner. 

Poder y música siempre tuvieron una relación estrecha. Lo que no es común es imaginar qué clase de música se podría escuchar durante una noche de torturas a presos políticos en el Chile de Augusto Pinochet.

Faverón aclara que su novela es ficción y los personajes ficticios, incluso los históricos o públicos, aun si llevan nombres reales, "les he atribuido hechos inventados".

Sin embargo, la música que se escuchó en una noche de torturas durante la dictadura de Chile existió y la escribió Barthold Heinrich Brockes en 1716. Telemann -como hicieron varios compositores- la musicalizó en 1722. Al igual que las Pasiones de San Juan y de San Mateo (de Bach) la de Telemann es intensamente dramática y de una fuerte influencia religiosa.

Poder y música siempre tuvieron una relación estrecha.

En el libro de Faverón Patriau se cita el álbum o LP (Long Play) con el nombre original Passion-Oratorium: Seliges Erwägen des Leidens und Sterbens Jesu Christi 'Bendita contemplación del amargo sufrimiento y la muerte de nuestro Señor Jesucristo'. Son dos discos que suman una hora y 50 minutos de grabación.

El torturador le encargó al personaje de la novela la tarea de que durante toda la noche no dejara de sonar, con volumen alto, la música de Telemann, pero como no encontró el segundo LP y se limitó a repetir, una y otra vez, las 27 piezas o actos de la primera parte del oratorio.

"Terminaban las primeras 27 piezas de la 'Bendita contemplación del amargo sufrimiento y la muerte de nuestro Señor Jesucristo' y yo movía la aguja al primer surco y todo comenzaba otra vez. Había un parlante en la sala, uno al final de la escalera y muchos en el sótano", narra el personaje que oficiaba de asistente del torturador.

El objetivo, narra la novela, era que los torturados fueran incapaces de escucharse a sí mismos, que sintieran que gritaban sin hacer ruido, que pensaran que sus voces salían para adentro (lo que a su vez debía conducirlos a una sensación de infinita soledad). Día y noche la repetición de los 48 minutos del primer disco del oratorio.

Que los torturados fueran incapaces de escucharse a sí mismos, lo que debía conducirlos a una sensación de infinita soledad.

Durante los diálogos y reflexiones no se explican las razones por las que escogieron a Telemann para una noche de torturas, lo que sí quedaba claro es que la repetición resultaba un tormento para el que ponía la música, porque llegaba directamente a su cerebro, y para los torturados, que la recibían entreverada con su pánico.

Los musicólogos definen a Telemann y a su obra como numéricamente impresionante porque abarca todos los géneros existentes en su época (vocales e instrumentales) que incluyen 40 óperas italianas y alemanas, oratorios, 12 ciclos completos de cantatas, 44 pasiones y centenares de composiciones para orquesta y conjuntos de cámara.

En el siguiente video puede escuchar el audio del Passion Oratorio: 

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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