Miércoles, 24 de abril de 2024
Contrapunto

La ópera en tiempos del coronavirus

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

20 Mar 2020 - 19:00

Durante el obligado y largo encierro al que fue sometida una enorme porción de la humanidad, algunos vieron una oportunidad para llevar la cultura a la mayoría de la población.

Al parecer, la idea original salió de la Ópera Metropolitana de Nueva York, algo similar se le ocurrió a la Filarmónica de Berlín, a la de Londres, etcétera, hasta que la oferta se abrió y las más importantes orquestas y fundaciones dedicadas a la difusión de la música clásica abrieron sus páginas de Internet sin restricciones.

Llama la atención la idea neoyorquina porque durante toda la semana presentó conocidas óperas de los más importantes compositores y, al mismo tiempo, permitió que comencemos a hablar sobre este género que es tal vez el más complejo y riguroso, al que no todos los músicos pudieron dedicar la mayor parte de su vida (más abajo hablaremos de Verdi y de Wagner).

Cada día una ópera en horario nocturno, la oferta comenzó con Carmen, del francés George Bizet, que la escribió tomando en cuenta un ambiente español de tabernas y toros. La historia está ambientada en Sevilla y los protagonistas son una gitana (Carmen), el torero Escamillo y Don José.

Carmen no tuvo gran acogida al inicio pero eso cambió con el tiempo, algo que el compositor no pudo comprobar porque murió al poco tiempo de su estreno, a los 36 años de edad.

En el segundo día el turno fue para La Bohéme, de Giacomo Puccini, que tiene que ver con la vida libertina o bohemia del París de 1830. Como es frecuente en este género, La Bohéme se basa en una obra literaria y fue estrenada en Milán bajo la batuta de Arturo Toscanini.

Nacido en Lucca, Italia, Puccini fue pianista y organista hasta que se dedicó por completo a escribir óperas, que siguen vigentes en la actualidad en los escenarios mundiales. Él consagró las óperas Madame Butterfly y Turandot.

Después vinieron dos óperas del que es considerado el mayor compositor italiano: Giuseppe Verdi (1813-1901). El miércoles il Trovatore, una obra en cuatro actos, basada en una novela del español Antonio García Gutiérrez, que aborda aspectos de la guerra civil catalana, pese a que en el libreto se dice que es aragonesa. Según los entendidos, se trata de una obra en la que Verdi expresa toda su fuerza instrumental, por encima de las voces y las palabras.

El jueves La Traviata, que en español podría traducirse como la extraviada, es otra de las grandes obras de Verdi, basada en una adaptación teatral de la novela de Alejandro Dumas La dama de las camelias. Escrita en tres actos, es considerada una de las principales composiciones del italiano, en la que el tema central es el amor; y también la muerte.

La Traviata es la última de la trilogía popular de Verdi que comenzó con Rigoletto y luego con il Trovatore.

Para el viernes la Ópera Metropolitana de Nueva York se reservó una obra maravillosa, La fille du régiment (la hija del regimiento), de Gaetano Donizetti que, junto a Rossini y Bellini, crearon lo que en Italia se denominó el bel canto.

Al día siguiente otra obra de Donizetti, Lucía di Lammermoor, que canta sobre los amores imposibles de dos amantes, la mezquindad y el destino.

Y el programador en tiempos de coronavirus se reservó el domingo para cerrar el ciclo de óperas con Eugenio Oneguin, de Piotr Ilich Tchaikovsky, basada en poemas de Alexander Pushkin, uno de los clásicos de la literatura rusa.

El mundo de la ópera tiene dos representantes sobresalientes; uno de ellos goza de enorme aceptación universal, el otro ofrece más resistencias de los críticos porque rompió el modelo tradicional. Uno es Verdi, el mayor representante de la ópera italiana que inauguraron Vincenzo Bellini y Gaetano Donizetti.

Verdi cantó a su pueblo y a sus héroes, pero “mi carrera artística comenzó con esta ópera”, dijo refiriéndose a Nabucco.

El otro es Richard Wagner, que se dedicó a interpretar con su música los temas legendarios o mitológicos, incluso algún drama psicológico como El holandés errante. Pero nadie en la historia de la ópera logró escribir una tetralogía, que el alemán denominó El anillo del Nibelungo, que son cuatro óperas: El oro del Rin, La Walkyria, Sigfrido y El ocaso de los dioses, que al oírlos seguidos pueden durar 14 horas, una buena parte del tiempo que dedicamos a la cuarentena obligatoria.

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www.vocesporlapaz.com 

Crédito: Voces por la Paz

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