Jueves, 25 de abril de 2024
Contrapunto

Ricos y pobres, penurias y éxitos de los grandes músicos

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

29 Oct 2021 - 19:04

Existe un enorme contraste entre los compositores de música en todos los tiempos; pocos acumularon fortunas, como Liszt o Mendelssohn, otros vivían 'con las justas', como en el caso de Beethoven; en el otro extremo aparece un Mozart que ni siquiera dejó dinero para una lápida en su tumba.

La música en los diversos períodos -del Barroco al romántico- fue muy de élite; los compositores tocaban para la aristocracia, los reyes y las reinas o para las iglesias, como fue el caso del que es considerado el padre o el dios de la música: Johan Sebastian Bach.

Bach, para muchos el mayor representante del Barroco, dejó una modesta fortuna a sus herederos, vivía con un sueldo que le pagaba la iglesia, incluso estuvo preso un par de meses y aprovechó el encierro para escribir música.

En el mismo período aparece otro alemán destacado: George Frederick Handel. Se fue de Alemania a Italia y, finalmente, se trasladó a Inglaterra, donde fue apreciado por su virtuosismo.

Enfermo y con pocos recursos, su fortuna la consiguió en sus últimos años y después de escribir una de las obras monumentales de la música: El Mesías.

Al otro lado de Europa, en la Rusia de los zares, Piotr Illich Tchaikovsky sufrió el rigor de la pobreza y de los prejuicios de entonces por causa de su homosexualidad.

En su vida apareció una mecenas que le pagaba un salario anual para que se dedicara a tiempo completo a la composición musical.

La benefactora, a quien nunca vio en persona, le quitó la ayuda y el músico comenzó a sentir la pobreza: murió después de tomar agua contaminada con cólera.

En Alemania Johannes Brahms acompañaba a su padre, que tocaba piano en las tabernas para mantener a la familia. El destino de Johannes cambió cuando conoció a Clara y a Robert Schumann, que tenían un estatus social importante.

Otros músicos como el vienés Franz Schubert nunca sintieron la crisis económica. Schubert no tocaba en los castillos y escribía solo para él y para un reducido grupo de amigos, a quienes presentaba sus obras en reuniones privadas.

Las enfermedades y las epidemias amenazaban a los músicos. No vivían muchos años; Schubert murió cuando tenía apenas 31, en tanto que Mozart vivió hasta un mes antes de cumplir los 36.

El compositor y virtuoso pianista polaco Frederick Chopin vivió 39 años y murió de tuberculosis; el francés Georges Bizet murió de un infarto a los 36 años y sin enterarse de que su mayor obra, la ópera Carmen, había registrado un rotundo éxito.

La otra inquietud de los lectores era cuánto se demoraban los músicos para escribir sus obras o si las encargaban, porque solo así se entendería la enorme producción de composiciones en todos sus géneros.

Salvo Wagner, Verdi y dos o tres más, que solo se dedicaron a escribir óperas, la mayoría se concentraba en las sinfonías y en las óperas, pero entre una y otra composición escribían conciertos, sonatas, oberturas e incluso bagatelas.

Algunos historiadores han asegurado que Mozart fue capaz de escribir en una sola noche la obertura de alguna de sus óperas; al contrario, Brahms tardó una década para estrenar la primera de sus cuatro sinfonías.

Gustav Mahler, que siempre vivió como director de ópera (aunque no escribió ninguna) componía sus titánicas sinfonías solo en el verano, por eso varias de sus nueve sinfonías tardaron hasta tres años para ser interpretadas; de hecho, las dos últimas fueron estrenadas después de su muerte.

Beethoven, que murió a los 56 años, se tomaba su tiempo para componer, pero en su última etapa, la que un musicólogo denominó "la de la vejez" se apuró, compuso su inmortal Novena Sinfonía, la Missa Solemnis y el grupo de sus últimos cuartetos.         

Beethoven fue acogido en Viena donde se le había asignado una pensión anual, una forma de resarcir las culpas de un Estado que permitió que su más brillante músico, Wolfang Amadeus Mozart, muriera en la miseria.

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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