Jueves, 25 de abril de 2024
Contrapunto

Smetana, otro exponente del nacionalismo musical

Fernando Larenas

Fernando Larenas

Periodista y melómano. Ha sido corresponsal internacional, editor de información y editor general de medios de comunicación escritos en Ecuador.

Actualizada:

6 Nov 2020 - 19:01

Único sobreviviente entre 11 hermanos que murieron todavía siendo niños, en la última etapa de su brillante carrera como director y compositor musical, Bedrich Smetana (1824-1884) se quedó sordo por causa de la sífilis y terminó sus días en un manicomio.

A pesar de su infortunio, y en el peor estado de salud, logró concluir su ciclo de poemas sinfónicos Mā Vlast (Mi Patria), un ambicioso proyecto que habla de su natal Bohemia, que perteneció al imperio austro-húngaro, y después a Checoslovaquia, en la actualidad República Checa.

Conocida originalmente como 'el mal francés', la sífilis no tenía remedio y de ella se derivaban graves dolencias, como ocurrió con el músico, cuya sordera total le condujo a la demencia y a la muerte.

Con persistentes e indescriptibles dolores de cabeza y los fuertes zumbidos de oídos se retiró de la vida pública tras una brillante carrera como director de orquesta en Suecia y de compositor en Praga, donde había recibido el apoyo de un visitante ilustre: Franz Liszt, que lo guió durante su etapa de mayor producción musical.

¿Qué representaba el nacionalismo musical en el siglo XIX y a qué obedecía? Fue una respuesta tendiente a liberarse de una especie de monopolio que se ejercía en Italia y Francia, en un comienzo; y luego en Inglaterra, Alemania y Austria.

Entonces surge en aquellas regiones que en esa misma época se mantenían marginadas respecto de las grandes potencias de la Europa occidental, tal como refiere la musicóloga Pola Suárez Urtubey.

Anota que fue algo así como 'una explosión anticolonialista' que acudió a una tercera corriente que buscaba obtener un sincretismo de expresiones espontáneas y tradicionales del pueblo con las grandes formas y procedimientos de la música culta.

Fascinado por el arte musical de Weber, Chopin y Liszt, aparece Smetana en Bohemia con la idea de generar un lenguaje sonoro popular, muy necesario para separarse del clasicismo vienés y del romanticismo alemán. Grieg en Noruega y después Sibelius en Finlandia, también representaron esa corriente.

La producción instrumental y sinfónica de Smetana alcanzó también a la ópera, compuso ocho, y la más elogiada fue La novia vendida, escrita en 1866, considerada su primera ópera nacional y en idioma checo. Después vendría Dalibor y al mismo tiempo las acusaciones acerca de una marcada influencia wagneriana.

Durante su formación musical (había conocido a Liszt en 1840) también a Berlioz en 1846, cuando ya había terminado sus estudios musicales. "Cómo habría de fascinarle al joven Smetana en los albores de las revoluciones de 1848 la figura de este francés agitador y sublime", según la enciclopedia Salvat.

Durante la revolución de junio de 1848, en Praga y en otras capitales del Imperio austro-húngaro, Smetana compuso algunas marchas revolucionarias y la canción patriótica Canto a la libertad. Al año siguiente se casó, tuvo cuatro hijas y tres murieron; la desgracia no terminó ahí, su esposa murió poco tiempo después, de tuberculosis. 

Mā Vlast es la expresión más nacionalista, concebida primero como un grupo de cuatro composiciones, derivó luego en los seis poemas sinfónicos. El primero, Vyšehard, donde las arpas dominan la partitura, se refiere a la ciudadela que se alzaba junto a Praga y que fuera destruida durante las luchas civiles.

El segundo poema sinfónico The Moldau es tal vez el más conocido e interpretado en todo el mundo; describe al río Moldava a lo largo de su curso con predominio de flautas y de cuerdas en pizzicato. Danza, amor, violencia y muerte son expresados mediante la instrumentación de enormes contrastes musicales.

La senda del nacionalismo la continuaría poco después Antonín Dvorák, también nacido en Bohemia, autor de nueve sinfonías, muy influyente en la segunda mitad del siglo XIX.

The Moldau, Vídeňskou filharmonii, dirigida por Daniel Barenboim:

Las opiniones expresadas por los columnistas de PRIMICIAS en este espacio reflejan el pensamiento de sus autores, pero no nuestra posición.

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