Lo invisible de las ciudades
El Centro de Quito: reflejo de una ciudad desmembrada

Arquitecto, urbanista y escritor. Profesor e Investigador del Colegio de Arquitectura y Diseño Interior de la USFQ. Escribe en varios medios de comunicación sobre asuntos urbanos. Ha publicado también como novelista.
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Conversaba en clases con mis estudiantes de Teoría Urbana II, en la USFQ, sobre cuán genérica se ha vuelto nuestra ciudad; al punto de que hasta el Centro Histórico lo usamos como comodín comercial. Creemos que lo hemos abandonado y que lo hemos dejado a su suerte, pero la realidad es aún más cruel. Lo usamos de mala manera. ¿Por qué? Porque eso da más plata.
A primera vista, tenemos la impresión que el Centro Histórico está en completo abandono. La carencia de residentes en las plantas altas de sus edificios nos lleva a semejante conclusión. Efectivamente, eso se siente aún más durante la noche, cuando los trabajadores del centro regresan a sus casas y las calles históricas de la capital quedan abandonadas.
Mucho se ha hablado de que se debe repoblar el Centro Histórico. Lo que no se discute aún son las razones por las cuales las mencionadas condiciones de abandono persisten. Las respuestas a estas incógnitas provienen desde la economía urbana. Revisémoslas.
El edificio promedio del centro histórico se encuentra actualmente utilizado por comercios en su planta baja. Sus plantas altas suelen ser usadas como bodegas de mercadería de dichos almacenes. Más allá de que convertir departamentos en bodegas es indebido y cuestionable, se puede comprender que esto signifique un rédito positivo al propietario del comercio, o al propietario del inmueble, en caso de no ser la misma persona.
El propietario del comercio ahorra un montón de tiempo y dinero, al hacer una sola descarga en un solo inmueble, sin necesidad de traslados posteriores. Los espacios destinados a bodegaje requieren muy poco mantenimiento. El costo de ese mismo piso, rehabilitado como departamento, sería mucho mayor; y pocos estarían dispuestos a pagarlo. ¿Por qué? Porque simplemente no hay los servicios complementarios para vivir en él. Muchos de los potenciales inquilinos interesados en vivir en el Centro Histórico encontrarían insuficiente a los servicios de abastecimiento de alimentos que hay en el centro; esto como consecuencia de la inercia que nos empuja a los supermercados. Un punto más crítico, en el caso de las familias más jóvenes, sería la educación. Estamos hablando de personas con un poder adquisitivo medio/alto, que preferirían formar a sus hijos en instituciones privadas. Vivir en el Centro los obligaría a mandar sus hijos a colegios en el valle de Tumbaco o en el Hipercentro, en el mejor de los casos, con gastos en transporte y perdiendo tiempo innecesario en ello.
En resumen, el propietario de una planta alta en el Centro Histórico gana más por tener su propiedad destinada a bodegaje de los comercios cercanos. Sus posibles inquilinos interesados en el uso residencial dependerían mucho de otros servicios indispensables que no se dan de manera eficiente en el Centro Histórico. Quizá por ello no estén interesados en pagar mucho por dichos arriendos.
La otra alternativa que tienen estos edificios es la turística. En ella reciben un valor mucho mayor por metro cuadrado; y si logran un flujo permanente de huéspedes, sus ganancias resultan más que satisfactorias. Sin embargo, no podemos pedir que el centro se rebose de hoteles. Eso sería matar a la gallina de los huevos de oro.
Debemos entender, que no solo por remodelar construcciones antiguas, la gente comenzará a habitarlas. Creo que hay que hacer mejoras en los servicios educativos públicos en los barrios que anhelamos repoblar. Una interesante alternativa sería que los colegios privados -sobre todo aquellos que se fueron a los valles orientales- “adopten” instituciones públicas tradicionales, tanto en el Centro Histórico, como en La Mariscal. Si no, las nuevas familias que lleguen no echarán raíces; o lo harán pagando el elevado precio de vivir en una ciudad desmembrada.