El indiscreto encanto de la política
Gobernar en silencio: una estrategia agotada
Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Callar, en un ecosistema donde todos opinan de todo, dio ventaja al presidente Daniel Noboa durante un tiempo.
El silencio lo volvió distinto, disruptivo. Lo blindó del desgaste inmediato y lo mantuvo, por momentos, fuera del radar de la responsabilidad política.
No reaccionar a cada crisis ni asociarse a problemas fue una forma calculada de administrar el riesgo.
Acompañada de una comunicación digital optimista, moderna y emocional, esa táctica funcionó mientras las expectativas superaron a los resultados. El capital simbólico se sostuvo más en la narrativa que en la gestión.
Hoy, sin embargo, el silencio ya no se interpreta como prudencia. No solidarizarse públicamente con víctimas de la violencia o con quienes padecen las fallas del sistema de salud —como la madre que recibió el cuerpo de su hija en una caja de cartón en Macas— transmite una idea incómoda: distancia frente al dolor.
El presidente, como señaló el analista político Antonio Ricaurte, es “amo de lo que calla”. Pero también empieza a ser rehén de lo que omite. En política, el silencio no es vacío: comunica. Y cuando se prolonga, comunica ausencia.
Los viajes al exterior en plena crisis interna agravan esa percepción. No se cuestiona la agenda internacional, sino el momento elegido y el vacío simbólico que deja. En momentos duros, una palabra presidencial oportuna vale más que comunicados tardíos.
La estrategia era coherente en la etapa inicial del gobierno: callar para evitar el desgaste mientras construía capital político, apostando a que escándalos nuevos diluyeran los viejos. Ese recurso se agotó.
El rechazo mayoritario a la consulta popular de noviembre fue el primer indicador claro de que la comunicación ya no alcanza para cubrir la falta de resultados.
Cuando la narrativa no se respalda en hechos, pierde eficacia; y el silencio, lejos de proteger, expone.
Gobernar implica asumir costos, tomar posición y, sobre todo, aparecer cuando más cuesta hacerlo.
Hoy, el desafío presidencial es recuperar el sentido del mando. Porque en política, callar frente a la crisis no es neutralidad: es una forma de renuncia.