El indiscreto encanto de la política
Daniel Noboa y el arte de gobernar en medio del asedio

Catedrático universitario, comunicador y analista político. Máster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Salamanca.
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Un presidente sitiado no siempre lo está por una oposición poderosa. A veces es la suma de varios frentes abiertos la que termina definiendo una crisis.
Ese parece ser el escenario de Daniel Noboa: un estratega hábil, con un capital político todavía apreciable, pero rodeado de conflictos que se multiplican y se entrelazan.
El descontento por la eliminación del subsidio al diésel encendió la chispa del paro nacional convocado por sectores indígenas y sindicales, reavivando el fantasma de octubre de 2019 y junio de 2022.
A ello se suma la disputa con la Corte Constitucional, que no es solo un pulso jurídico, sino la tensión más directa con el árbitro que fija los límites del poder.
En paralelo, Cuenca se erige como capital simbólica de la resistencia ambiental, cuestionando la legitimidad de la minería en un país urgido de inversión, pero también celoso de sus bienes comunes.
La inseguridad, mientras tanto, persiste como telón de fondo ineludible: masacres en las cárceles, calles tomadas por bandas y una población que siente que los índices de violencia no mejoran.
Si bien la macroeconomía muestra señales positivas, el alivio no llega al bolsillo del ciudadano.
La salud pública continúa en crisis, y los alcaldes de las principales ciudades aprovechan, con habilidad, el espacio dejado por una oposición desvanecida.
A este inventario de tensiones internas se suman dos frentes que pesan más de lo que se admite: la creciente fragilidad de la mayoría oficialista en la Asamblea y la presión del FMI, cuyo respaldo financiero depende de ajustes que desgastan aún más la imagen del Ejecutivo.
El hilo conductor es evidente: el riesgo no está en cada conflicto aislado, sino en su simultaneidad.
Gobernar en medio del asedio exige escoger batallas, ordenar prioridades y, sobre todo, tejer pactos mínimos que den oxígeno a la gobernanza.
El arte de gobernar en crisis no está en responder con fuerza a todo, sino en trazar narrativas claras y evitar que la suma de incendios consuma al propio gobierno.
El verdadero reto de Noboa no es derrotar a sus adversarios uno por uno, sino convivir con todos los frentes sin que terminen derrotándolo.