Bailando en la tierra del trompo

Pablo Cuvi es escritor, editor, sociólogo y periodista. Ha publicado numerosos libros sobre historia, política, arte, viajes, literatura y otros temas.
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Ahora que William Pacho triunfa en el Paris Saint–Germain, su estadio Parque de los Príncipe nos interesa más que el decrépito y disputado Olímpico Atahualpa, lo que es muy curioso porque París fue, sobre todo, una atracción, a veces fatal, y un desafío, muchas veces frustrado, para nuestros intelectuales desde los tiempos en que el mas importante escritor ecuatoriano del siglo XIX, don Juan Montalvo, deambulaba por esas calles casi mitológicas para los habitantes de estos páramos andinos.
Volteado el siglo, un joven aristócrata quiteño, Alfredo Gangotena, que había ido a estudiar ingeniería en París, empezó a escribir una poesía tan poderosa en francés que le llevó a codearse con la ‘crême’ intelectual del momento: Cocteau, Michaux et al.
Con algo de ironía, humm… Benjamín Carrión se refirió a él como el poeta que el Ecuador le regaló a Francia. Burla burlando, si cambiamos poeta por futbolista estaríamos hablando de Pacho. Y estaríamos reconociendo el gran talento de ambos en sus respectivos campos.
A salto de mata llegamos a ‘Huasipungo’ que es, de largo, la novela más importante y más traducida de la literatura ecuatoriana y continúa siendo el ícono literario que nos identifica afuera; ningún otro libro, de ningún género, ha desplazado desde 1934 a la novela que retrató la terrible explotación a los indios.
No es poca cosa que tan solo cuatro años después de su publicación en Quito, con el título ‘La Fosse aux Indiens’, haya circulado con éxito la versión francesa publicada por Ediciones Sociales Internacionales.
Adalberto Ortiz apuntó más alto pues ‘Juyungo: historia de un negro, una isla y otros negros’, fue traducida al francés y editada por Gallimard ni más ni menos, en 1955. Para tener una idea de lo que eso significa, hace pocos años, cuando Mario Vargas Llosa se convirtió en el primer escritor vivo no francés en ser publicado en la colección La Pléiade, de la editorial Gallimard, ese reconocimiento fue noticia internacional.
¿Por qué tan sonada? Porque, en el campo de la cultura, la editorial Gallimard es medio siglo más antigua, importante y prestigiosa que el París Saint–Germain. Claro que los tiempos cambian: el fútbol como espectáculo global cobra cada vez más importancia y el club de Pacho vive su momento de gloria. Como lo vivió Andrés Gómez cuando, en 1990, conquistó el Roland Garros.
En este pimpón entre deporte y literatura, también el cuento Belfegor, de Leonardo Valencia, fue incluido en una antología titulada ‘Les bonnes nouvelles de l’Amérique latine’. Con prólogo del mismo Vargas Llosa, esta publicación del año 2010 forma parte de la colección ‘Du monde entier’ de editorial Gallimard. De mi propia cosecha añado que Belfegor es un personaje del estero que descubrí en ‘La luna nómada’, colección de cuentos que Valencia dio a luz en Lima, en 1995, y que ha sido traducido a varias lenguas.
La guinda del pastel es la también guayaquileña Mónica Ojeda, radicada en Madrid. En la misma colección de Gallimard apareció en 2022 la versión francesa de su novela ‘Mandíbula’ a la que la revista cultural Babelia calificara de deslumbrante, una magistral historia de ingenuidad y violencia, excepcional por la variedad de registros y de voces, por el rigor poético y la prosa “que por momentos alcanza el estado de gracia”.
Con semejante recomendación, he empezado a leer ‘Mandíbula’ y confirmo que Ojeda es una muy buena escritora. (Con ‘Nefando’ tuve problemas, pero esa es otra historia). Quizás le toque a Ojeda escribir la gran novela que deje por fin descansar a ‘Huasipungo’, considerando que el indigenismo se agotó hace 80 años.
Y se me quedan en el tintero Jorge Enrique Adoum y mi gran amigo Telmo Herrera, quien dibuja a tinta, escribe y dirige teatro en París desde hace medio siglo. Él sí que ha bailado en la tierra del trompo.