Columnista Invitada
Marcela Aguiñaga: un adiós inesperado, una crisis anunciada
Dra. en Jurisprudencia, Decana de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la UDLA, Directora Ejecutiva Participación Ciudadana. Con más de 20 años trabajando temas de democracia, procesos electorales, Transparencia y Diálogo Político.
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La reciente renuncia a su alma Mater: la Revolución Ciudadana, por parte de la Prefecta del Guayas Marcela Aguiñaga no es cosa menor. Es un hecho político, que por fuerza obliga a pensar en una reconfiguración de fuerzas en la provincia del Guayas, y esto sucede, a puertas de un proceso electoral para elegir autoridades locales.
Es un hecho que la Revolución Ciudadana atraviesa un proceso sostenido de erosión interna. El último año para ellos, ha estado marcado por su falta de estrategia, unido a su pérdida de capacidad de mantenerse unido como un frente político territorial como lo fuera en sus buenos momentos. La impronta de un liderazgo cuestionado éticamente, y que lo controla todo a larga distancia, ha ido desgastando poco a poco la arquitectura de un proyecto político que ya no es ni la sombra de lo que fuera. Y no levanta cabeza.
La salida de Aguiñaga era sólo cuestión de tiempo. Hoy por hoy, ella es una política experimentada que sabe que, si quiere direccionar adecuadamente su futuro político, debe tomar decisiones calculadas estratégicamente y que le aseguren su posible reelección. Por eso, estar en lado correcto de la contienda es una movida inteligente.
Su gestión en la prefectura la ha llevado con la suficiente habilidad para lograr posicionarse en una provincia de complejo manejo y que, además, ha sido dirigida históricamente por estructuras políticas distintas a las de la actual prefecta.
Entonces, conviene analizar algunas claves que han incidido en su renuncia y que valen la pena tomar en cuenta.
Es evidente que su renuncia se convierte en una salida lógica ante tantas fricciones que había venido experimentando, respecto a la coordinación obligada que su prefectura debía tener con alcaldías, juntas parroquiales y otros actores. La gobernabilidad local para Aguiñaga no ha sido fácil. Las múltiples resistencias que experimentó en los últimos meses le dieron un mensaje claro que supo leer muy bien: debía deshacer su membresía a la RC si no quería que sus bases se empiecen a fragmentar y más bien enfocar su gestión en un accionar técnico y presencia política constante. Y para eso, la RC le empezó a quedar chica.
La renuncia es sin duda una decisión estratégica de fino cálculo político. Si quiere posicionarse en el tablero electoral actual, más vale proyectar una imagen desmarcada de un movimiento desgastado. Quizás así, se entienden muy bien las declaraciones emitidas en el video que ha circulado sobre su separación. En términos políticos, en el Ecuador, se ha premiado -a veces injustamente- a aquellos que se retiran a tiempo y cambian su rumbo para alinearse a proyectos políticos radicalmente distintos y ella lo sabe. Pero, reconstruir su imagen, y proyectar un compromiso diáfano, superando el karma de la RC, va a requerir de mucha habilidad y de una propuesta propia que convenza.
Su renuncia también podría tener otro significado. Puede ser que la misma política ecuatoriana está mutando hacia un momento en donde, a fuerza de la debilidad y volatilidad de los movimientos y partidos, los liderazgos existentes, buscarán reinventarse para no desaparecer víctimas de la volatilidad de las tiendas políticas que los mismos actores políticos ayudaron a construir.
Si bien la salida de Marcela Aguiñaga luce sorpresiva, quizás responde a una movida bien pensada y no sería nada difícil volverla a ver como candidata de otro partido o hasta de una nueva plataforma progresista que plantee una versión política de propósitos renovados.
Para el correísmo, se queda sin una figura política territorial clave, de gran experiencia y manejo estratégico. El costo de esta salida, le significa perder un eje histórico de articulación y presencia importante en Guayas. Además, queda revelado un movimiento atado a una visión que ya no es la que se necesita en estos tiempos. Esta renuncia, debería hacerlos volver a pensar en su estructura, sus propósitos y estrategias políticas, o quizás, asumir este nuevo ciclo para integrar nuevos liderazgos. Esto va a depender de cómo van a gestionar esta baja.
Mientras tanto, Aguiñaga se deja ver amigablemente, con lideresas impensables de contactar en tiempos del correísmo como Lourdes Tibán. Todo indica que muy pronto se verá tostar granizo.