El Chef de la Política
Un año sin política electoral. ¡Qué alivio!
Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de "Pescadito Editoriales"
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En un país plagado de procesos electorales, muchos de ellos imprevistos y fundamentados en el ego irresuelto de los presidentes, al fin tendremos un año apartados de las siempre tensas interacciones que anteceden y suceden a los resultados de una visita a las urnas. Será un tiempo, por tanto, para que algunos temas sean afinados, otros resueltos y la mayoría, desafortunadamente los que más interesan al común de los ciudadanos, dejados en el velador donde descansan los libros que sabemos que deberíamos leer pero que sucumben ante Morfeo, la modorra o el simple ejercicio de la procrastinación.
El gobierno tendrá un espacio de tiempo para gobernar. ¡Hay ocasiones en las que los pleonasmos son útiles! Más aún en países como el nuestro en el que las obviedades con frecuencia dejan de ser cuestiones superfluas para constituirse en imperativos de acción. La demanda de la gente hacia el presidente es clara: más gestión del aparato estatal, menos parafernalia innecesaria en las redes sociales, menos estridencia en las vocerías, algunas oficiales y otras bajo la máscara de la opinión pública o el periodismo. A trabajar con miras en el futuro, con un guion definido, evitando inútiles confrontaciones con actores ajenos al mundo de la política.
El año de hibernación electoral también debería ser aprovechado por la oposición para renovarse, especialmente en cuanto a su ideario político. Ya no es momento de plantear los principales temas de debate en blanco y negro. El mundo de la política ha cambiado drásticamente y la relación estado-mercado no es la misma que hace varias décadas. La discusión ahora no pasa por el posicionamiento binario de ambas dimensiones de análisis sino por las transversalidades que generan espacios de acuerdo y diálogo más que de tensión. A abrir las cabezas, a reinventarse, a generar cuadros políticos. Si no lo hacen, el siguiente proceso electoral les tomará por sorpresa y tras dicho evento vendrán los lamentos cuando la hora de la pérdida del membrete oficial haya llegado. A ningún político ecuatoriano le gusta quedarse, de la noche a la mañana, sin un negocio próspero, con bajo riesgo y alta rentabilidad.
Un ejercicio similar corresponde a la movilización social, desde sus diferentes perspectivas, temas y objetivos. Una gran debilidad en esos sectores es la falta de estrategia para decir las cosas, valorar los momentos de exponerse públicamente y el tipo de recursos que resultan óptimos en función de los escenarios. No hay que dejar de luchar por los ideales ni claudicar ante las tempestades políticas, simplemente el llamado es a mayor meditación antes de tomar decisiones o proponer acciones. El excesivo ímpetu no siempre es el mejor aliado cuando se trata de obtener victorias sociales o políticas. No es un llamado a callar. Por el contrario, es una plegaria para valorar tiempo y distancia antes de tomar decisiones que pueden generar mayores costos que beneficios.
Como sociedad, en términos amplios, este año puede contribuir para renovar nuestros votos para construir una noción de ciudadanía que hasta ahora ha sido de muy baja intensidad. Criticar menos y hacer más. Asumir las responsabilidades frente a los reveses, o lo que es lo mismo, dejar de buscar culpables frente a los errores propios. Enfrentar el reto diario de aportar a una discusión pública más vertical, ahí otro desafío. Tener títulos universitarios o espacios de opinión deben ser vistos como privilegios (en ocasiones no tan merecidos) y no como la justificación para ofrecer servicios profesionales de forma taimada, exteriorizar los desvaríos siquiátricos o poner sobre la mesa las propias debilidades de espíritu.
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El triunfo del NO, que afectó el ímpetu electoral de más de un actor político, trae consigo una consecuencia que debería ser valorada positivamente. Se abre ahora mismo un espacio de reflexión y trabajo para lo que se viene. El país espera que sus actores políticos asuman este reto como tal. Todos, en conjunto, nos debemos un momento para valorar el tipo de sociedad que estamos construyendo y la racionalidad que nos vincula en nuestras actividades cotidianas. No se va a mejorar la discusión pública en las distintas arenas de toma de decisión pública si no existe un ejercicio de reconstrucción social en los niveles micro de la interacción cotidiana. Un año sin política electoral. ¡Qué alivio!