El Chef de la Política
Prioridades presidenciales

Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de "Pescadito Editoriales"
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Una agenda de gobierno implica discriminar entre los temas que serán prioritarios y aquellos que se los desarrollará con el paso del tiempo. Aunque ahí hay una definición específica, siempre es posible los cambios repentinos por razones exógenas a la vida política cotidiana, muchas de ellas imposibles de prever. Otros temas de interés, sobre todo en el campo social y de reducción de desigualdades de diferente naturaleza, pueden estar permanentemente presentes, de forma transversal, en la ejecución de los asuntos prioritarios. Así, en un esquema que los buenos gobernantes podrían escribir en una servilleta mientras toman el café de la mañana, se orienta al equipo de apoyo, pero esencialmente a la ciudadanía, sobre la dirección que asumirá la política de un país. Esto no solo aumenta la certidumbre entre los actores locales, sino que propicia mayor confianza y previsibilidad en los agentes económicos internacionales.
La decisión política de determinar las prioridades presidenciales conlleva también la identificación tanto de los actores que se situarán en la oposición como de los eventuales escenarios de conflictividad social que se podrían generar. De esta forma se minimizan los costos que, indefectiblemente, se derivarán de las medidas políticas, económicas o sociales que se vayan a asumir. La máxima de gobernabilidad que está detrás de lo dicho es el peligro de que los gobernantes abran más frentes de combate, en términos figurados, de aquellos para los que disponen de recursos para afrontarlos exitosamente. En términos simples, la idea es que hay que focalizarse en lo más importante, dar pelea en lo que se puede ganar y evitar ganarse enemigos innecesariamente.
En el caso ecuatoriano da la impresión de que las prioridades presidenciales no están del todo claras pues, más allá del combate a la inseguridad, hay una serie de temas que circulan cotidianamente sin que se pueda establecer cuáles de ellos son los que forman parte de la lista básica de la agenda gubernamental. Esta indefinición, que ahora mismo podría no ser notoria en Carondelet, tarde o temprano va a llevar a que en el afán de cubrir varios campos de acción los resultados sean ineficientes y el apoyo popular al gobierno, que ya muestra cierto descenso, siga avanzando.
Adicionalmente, esta ausencia de prioridades presidenciales puede tener el efecto, en el corto o mediano plazo, de abrir tantos frentes de disputa política y de conflictividad social, que el gobierno termine afectado por una avalancha de insatisfacciones que, aunque descoordinadas, puedan generar problemas a la estabilidad del país. Si bien es cierto, la gran ventaja que ahora tiene el presidente es la ausencia de un actor político de oposición con capacidad de interpelación, eso puede variar, más aún si se toma en cuenta la volatilidad que tiene el comportamiento de los diversos actores sociales y políticos del país.
El envío a la Asamblea Nacional de diversos proyectos de ley, rotulados de urgencia económica, pero que en realidad contienen disposiciones que no guardan relación con esa materia, es un síntoma claro de las dificultades que tiene el gobierno para establecer las prioridades presidenciales. Además, ese es también un síntoma de que no se está dimensionando que, a cada paso, se están generando nuevos focos de oposición que, de momento, era innecesario activarlos. La Corte Constitucional, las fundaciones o las cooperativas son solo algunos ejemplos de la creciente lista de actores inconformes con las decisiones del gobierno.
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No por mucho madrugar amanece más temprano, dice el refrán. No por el hecho de apresurarse, sin una claridad de objetivos, las cosas van a salir mejor y las réplicas a las decisiones del gobierno van a desaparecer, sería la traslación de la sabiduría popular a la ausencia de prioridades presidenciales. Valdría la pena que el gobierno identifique los temas en los que hay que poner el acelerador a fondo y aquellos en los que se puede ir con un poco más de mesura. Esta simple decisión puede ayudar a que la ciudadanía vea resultados efectivos en lo que más le interesa de momento y también a que el caudal de resistencias y oposiciones de diversa naturaleza sean administradas eficientemente. Todo es cuestión de prioridades presidenciales.