El Chef de la Política
Grandes acuerdos: la educación universitaria

Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de "Pescadito Editoriales"
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Ya que los grandes acuerdos en el plano político o económico parecen ser una mera ilusión, quizás en otros temas igual de profundos para el futuro del país se puedan encontrar más acercamientos que confrontaciones. La educación superior, por ejemplo. Aunque existan diferencias en cuanto a los medios más idóneos para aumentar la calidad del sistema universitario ecuatoriano, es posible acordar en que allí está uno de los elementos clave que dificultan el desarrollo integral del país. Un gran acuerdo en torno a sanear la educación superior, la pública y la privada, podría servir de punto de partida para que la convivencia ciudadana mejore, la democracia no tambalee con cualquier leve sismo y los enormes problemas de distribución se reduzcan.
Si se observa de forma comparada el sistema universitario de América Latina, el posicionamiento del país es realmente lamentable, aunque el término más preciso es vergonzoso. Acorde al último informe de la reputada firma QS World University Rankings, entre las primeras cincuenta instituciones de educación superior de esta parte del mundo solamente dos corresponden al Ecuador. Una de origen privado, la Universidad San Francisco de Quito, y la otra de naturaleza pública, la Escuela Superior Politécnica del Litoral. Quienes ocupan los primeros sitiales son países con tamaños poblacionales diversos. Desde los grandes, Brasil y México, pasando por uno intermedio, Colombia, y cerrando con otro poblacionalmente muy similar al Ecuador, como es Chile. De hecho, la primera universidad en el índice citado corresponde a ese país.
Independientemente de los sesgos de diferente naturaleza que podrían recaer sobre la medición indicada, es indudable que allí se nos desnuda como sociedad. La lapidaria conclusión que se deriva, por tanto, es que acá, en el equinoccial país, la educación superior no es una prioridad ni constituye uno de los ejes fundamentales de las agendas de los distintos gobiernos. Más allá de declaraciones superficiales y vacías de contenido, lo de fondo es que carecemos de acuerdos básicos que permitan no solo posicionar a nuestras universidades en el contexto internacional sino también aportar efectivamente al desarrollo del país.
No es solo cuestión de recursos económicos, que son importantes también. El problema es que no discutimos los temas trascendentales que dan lugar a tener un mejor sistema universitario. El reclutamiento es uno de ellos. ¿Libre acceso o pruebas de admisión? Dos modelos distintos con ventajas y desventajas pero que deberían ser discutidos con claridad y transparencia. Otro tema esencial: ¿la universidad pública debe ser enteramente gratuita, sin excepciones de ninguna naturaleza, o quienes están en condiciones de pagar de forma diferenciada deberían hacerlo? Esta segunda opción quizás serviría para que los más necesitados no solo puedan educarse sin pagar, sino que además tengan la posibilidad de recibir estipendios para alimentación o transporte.
Un tema más: la vigilancia. Las universidades deben tener libertades para autodeterminarse, pero a la par requieren un ente estatal que impida que en el patio posterior de una casa se inauguren carreras relacionadas con cuestiones socialmente sensibles, como las que tienen que ver con la salud humana. De los posgrados también hay mucho que decir. Hasta hace poco conseguir una maestría era una distinción. Ahora es un título que, con poquísimas excepciones, se lo obtiene sin mayores exigencias académicas. Por el mismo camino van los doctorados. Dentro de poco el país estará lleno de doctores, así, con ese nombre, porque PhD es un título exclusivamente anglosajón, que difícilmente podrían competir en el entorno internacional por una plaza de trabajo, una estancia de investigación o un espacio en un congreso de especialistas.
La docencia e investigación son otras aristas decisivas en torno a las que es prioritario llegar a acuerdos básicos. ¿Qué se enseña y qué se investiga?, ahí está el debate. ¿En qué medida lo que se enseña e investiga aporta a la problemática del país y en qué medida se exterioriza el conocimiento al común de los ciudadanos? Ahí más insumos para una discusión hasta ahora inexistente en el país y en torno a la que, como en otros grandes temas, es necesario generar grandes acuerdos. De lo contrario, seguiremos viendo indicadores como el de QS World University Rankings, en el que la educación superior ecuatoriana ocupa sitiales discretos en el contexto internacional.