El Chef de la Política
Silencios incómodos

Politólogo, profesor de la Universidad San Francisco de Quito, analista político y Director de "Pescadito Editoriales"
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La convivencia democrática toma fuerza cuando existen puntos de vista que, casi siempre, son disímiles entre sí. Esa variedad de opiniones y preferencias dificulta arribar a acuerdos únicos, por lo que, por distintos mecanismos, las mayorías terminan imponiéndose. No todos quedan satisfechos, desde luego, pero al menos es posible observar un escenario político en el que hay distintas voces. Eso, la presencia de voces, es lo que hace falta en este momento del país. Voces que se pronuncien a favor de las decisiones del gobierno y también aquéllas que planteen sus objeciones. Ahora mismo lo que tenemos, prioritariamente, son silencios incómodos. No aquellos que van de la mano con la reflexión y la expiación de culpas sino los que denotan complicidad, pusilanimidad, las dos cosas, o simplemente temor.
Los partidos políticos, por ejemplo, que deberían ser los que orienten a la ciudadanía sobre su posición respecto a las posibles preguntas de la consulta popular o a la relación entre el Ejecutivo y la Corte Constitucional, no han dicho nada. Silencio incómodo. Más allá del Partido Socialista, Unidad Popular y el Partido Social Cristiano, que en alguna medida se han manifestado oficialmente, el resto de las organizaciones políticas de carácter nacional han sido incapaces de tomar una postura específica. Esos silencios incómodos, que solamente se interrumpen en época de campaña electoral, le hacen daño al país, juegan en contra del régimen democrático y terminan apoyando a la consolidación de una sociedad inerte y sin referentes de progreso.
Algo similar ocurre con los gremios profesionales. Silencio incómodo. El rol de las organizaciones de este tipo no inicia ni concluye con el bienestar de sus afiliados. Esa es solamente una parte de su funcionalidad en un régimen democrático. La otra, más importante aún, es la de orientar a la población en los temas en los que son competentes por su formación académica. No se conocen o no se han difundido de forma adecuada las opiniones de abogados, economistas, administradores públicos y otros gremios sobre la coyuntura política del país. Callar no los convierte en mesurados ni prudentes, por el contrario, los reduce a la intrascendencia.
Las universidades van en la misma línea. Silencio incómodo. Hay expresiones de profesores universitarios sobre distintos temas del acontecer diario del país, pero nada más que eso. Una golondrina no hace verano. Las asociaciones de docentes, empleados y estudiantes prefieren abstraerse de lo que ocurre y va a seguir ocurriendo a medida que pasen las semanas y los meses. No basta con el ejercicio académico, fundamental e indispensable en la vida universitaria. Es necesario también la difusión de ideas en términos simples y sencillos, comprensibles a la ciudadanía, respecto a cómo se debería entender la vida pública en una sociedad que se precia de ser democrática. No es un llamado al activismo político, simplemente una apuesta a dejar de lado ese silencio incómodo, que además de oler a quemeimportismo, puede llegar a ser letal para el país.
Las cámaras empresariales y otros grupos de intereses específicos también se adaptan a los silencios incómodos que nos sobrecogen. Más allá de algunas expresiones generales, generalísimas, no hay una postura clara sobre los agobiantes desafíos que ahora mismo afronta el país en el plano de la inseguridad o el estatus del Estado de Derecho. La misión principal de cualquier tipo de organización social es de naturaleza cívica y acorde a ello debe ser su devenir público. No implica un juego de política partidista pero sí un ejercicio de posicionamiento político, que no es lo mismo. Ahí, como muchos otros sectores, las agremiaciones quedan en deuda con el país.
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Estos silencios resultan incómodos porque van matando de a poco a las democracias. Son parte de su debilitamiento y responsables de lo que luego puede venir. Tener voz, por el contrario, implica responsabilizarse con la sociedad y asumir una opinión esclarecedora en un momento histórico en el que las trivialidades y la insensatez ganan cada vez más espacio. Tener voz no quiere decir, necesariamente, oponerse al gobierno de turno. Tener voz implica jugarse en una posición, cualquiera que esta sea, pero con altura y argumentos. Alerta, los silencios incómodos van en aumento. No sabemos si devienen de la complicidad, la pusilanimidad o el temor. Al final, por las razones que sean, dan cuenta de una sociedad sin un derrotero común.