Señor Noboa: Deshágase, por favor, de la Narco-Constitución

Periodista, escritor, miembro de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, miembro de la Comisión Nacional Anticorrupción.
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Ecuador enfrenta una encrucijada histórica: la infiltración del crimen organizado en las estructuras estatales: gobierno, territorio y sociedad, que han dado lugar a un “narcoestado posmoderno”. Analizaremos cómo el “sicariato político” y la manipulación constitucional han socavado la democracia, y plantean la urgente necesidad de una refundación de las instituciones, liderada por el presidente Daniel Noboa.
Para comprender el contexto en el que se desenvuelve el escenario ecuatoriano y así tomar plena conciencia de él, y para desmontar, con urgencia, esa superestructura de oprobio que representa el régimen constitucional y legal que nos rige, hemos tomado como referencias dos fuentes excepcionalmente ilustrativas:
La primera es una entrevista a Kevin Casas-Zamora, exvicepresidente de Costa Rica y secretario general de IDEA (Instituto Internacional para la Democracia), {El País/ 06 /09 / 24}), que lleva el título "La presencia del crimen organizado es el mayor riesgo para la democracia en América Latina". La segunda referencia: el proyecto de reforma constitucional en la Venezuela de 2025, disponible en Wikipedia.
El trágico derrotero de nuestras naciones, desde el populismo hacia el crimen, desde la Constitución hacia las narco-constituciones y desde el imperio de la ley hacia el colapso del Estado de derecho, se ha prolongado por años. Hemos sido testigos de la consolidación en América Latina de regímenes autoritarios que, bajo la fachada de “socialismo”, han desmantelado la vida republicana de nuestros pueblos. Este proceso, al que algunos analistas denominan la formación del “narcoestado posmoderno”, se caracteriza por la conversión de la política en una coartada para actividades ilícitas y por la manipulación de las constituciones y las leyes con ese fin. Es decir, hemos visto cómo la degradación jurídica se ha ido convirtiendo en estrategia mafiosa del poder.
Así pues, el “narcoestado posmoderno” es hijo legítimo no solo del vaciamiento del “deber ser” institucional, sino del trastocamiento deliberado del ordenamiento jurídico, fruto de la manipulación de las asambleas constituyentes, del secuestro de la voluntad popular y de la creación de legislaciones y aparatos de justicia al servicio de intereses criminales.
Como en la Hidra de Lerna —el monstruo mitológico de múltiples cabezas—, aparece en este proceso otro fenómeno de nuestros tiempos: el “sicariato político”. A diferencia del sicariato tradicional, donde un individuo es contratado para eliminar a una persona, la nueva forma consiste en el reclutamiento de políticos por parte del crimen transnacional para promover y proteger sus intereses desde el poder. Este fenómeno ha estado presente en varios contextos latinoamericanos. Y en este tipo de sicariato, hay narco-políticos convertidos en jueces, presidentes, funcionarios, legisladores que actúan como ejecutores de políticas, leyes y decisiones que benefician a organizaciones mafiosas, a menudo por ser parte de ellas o a cambio de apoyo financiero, electoral o protección.
Si bien es cierto que las causas estructurales pueden ser la desigualdad y la exclusión económica y social que han propiciado el reclutamiento de personas por parte de empresas criminales con inmensos beneficios económicos, también, desde tiempos coloniales ha existido en nuestro medio, fragilidad institucional y corrupción estatal endémicas, que se han potencializado con el advenimiento de esta peste moral que sacude los cimientos del siglo XXI.
En consecuencia, la tarea confiada a Daniel Noboa no es simplemente la de gobernar. Es mucho más radical: rescatar la nación de su secuestro y liderarla para refundar el Estado sobre bases limpias, legítimas y funcionales.