De la Vida Real
Día del Padre adelantado, noche de horror en El Carmen

Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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Nery Garcés Dueñas, su esposa Katherine y sus hijas Valentina (15) y Daniela (7) se pusieron guapos para salir a cenar en un restaurante de la vía a Chone, en el cantón El Carmen. Adelantaron el Día del Padre porque el domingo el homenajeado debía trabajar.
A su lado, un grupo de jugadores de Liga Deportiva Universitaria de El Carmen festejaba la goleada de la tarde junto a su presidente, el abogado penalista y tiktokero de 39 años, Santiago Daniel Rodríguez.
Había música de fondo y un ambiente calmado. Se oían risas de otras mesas cuando, de repente, entraron dos sicarios con fusiles en alto. Uno disparó a quemarropa al guardaespaldas Álvaro Alejandro Gámez Quintero, y el otro vació una ráfaga de balas sobre la cabeza de Rodríguez. En menos de un segundo, con muchos tiros, murió.
Pero las balas, que no entienden de fines de semana, ni de familias, ni de festejos, siguieron viajando por todos lados: una se incrustó en el pulmón y la espalda de Katherine. Otra fue al abdomen de Nery. Otra más atravesó la pantorrilla de Daniela. Y dos balas eligieron a Valentina: una se incrustó en su oído y otra en su pie.
También las balas sin rumbo tocaron el cuerpo de tres jugadores que intentaban protegerse. La suerte no estuvo de su lado esa noche. Uno de ellos recibió impactos en la pierna y en el brazo. Otro quedó con esquirlas en el abdomen. El tercero está en recuperación, fuera de peligro, pero con secuelas físicas graves y emocionales.
El caos continuó fuera del local. No había ambulancias en El Carmen. Los cuatro heridos de la familia Garcés pedían ayuda desesperadamente. Los taxistas no los querían llevar porque decían que sus asientos se iban a manchar de sangre. La gente filmaba con sus celulares, pero nadie les ayudaba.
Hasta que por fin paró un taxi que los llevó al hospital del cantón. Pero este hospital no contaba con lo necesario para atenderlos: apenas lo básico para emergencias que no sea tan graves como la de un tiroteo.
A la madrugada fueron trasladados al IESS de Santo Domingo, donde tuvieron que esperar más de nueve horas, hasta que les den una solución. Porque, según ellos, tampoco ahí tenían los insumos necesarios para operar a Katherine.
La familia firmó un descargo y pagó una ambulancia hacia un hospital privado de Quito. Solo la ambulancia, según su testimonio, les costó USD 400. En este hospital, por fin le realizaron la cirugía a Katherine: una toráxica que duró más de siete horas, en la que le reconstruyeron las costillas y le extrajeron parte del pulmón.
También sus hijas y su marido fueron intervenidos. Ya les dieron de alta.
La recuperación será larga. Las niñas, que hasta hace unos días asistían a clases, ahora pasan los días entre vendajes, pastillas para el dolor, antibióticos para las infecciones, controles médicos y sobresaltos nocturnos. Katherine, la mamá, todavía espera que le den de alta
Pero la atención médica trajo a la familia otra tragedia: la situación económica es crítica. Los gastos médicos superan los USD 40.000, una cifra inalcanzable para los Garcés.
El crimen de Santiago Rodríguez y el daño colateral que afectó a la familia Garcés sacudió a El Carmen. Las autoridades investigan el hecho como un ataque premeditado por parte de grupos delictivos organizados.
En un país como Ecuador, donde los asesinatos por sicariato ya son incuantificables, este atentado ocurrió en medio de un contexto de violencia creciente en Manabí. Esta provincia está bajo estado de excepción por la ola de homicidios y la guerra que existe entre las bandas organizadas.
Mientras la familia Garcés lucha por su recuperación física y emocional, El Carmen sigue conmocionado. No se trató de una balacera en un barrio peligroso. Fue durante una cena familiar. Una noche común. En un restaurante cualquiera.
Y fue también una tragedia que, como tantas otras, sigue exigiendo respuestas, que lo más probable es que jamás llegarán.
Porque si algo nos deja este caso es la certeza de que el peligro ya no se queda donde solía quedarse. Ahora se mueve y se acerca cada vez más donde estamos nosotros. Y lo hace sin avisar, solo interrumpe el momento en el que cualquier persona está. En un restaurante, en la playa, en una piscina, incluso dentro del mar. Donde sea, van los sicarios y sin pudor ni vergüenza y disparan.
No hay moralejas ni discursos que alivien eso. No se trata de vivir con paranoia, pero sí de entender la nueva realidad. Una en la que cualquiera, sin deberla ni buscarla, puede convertirse en la familia Garcés.
Para respaldar a la familia Garcés:
Nery Garcés Dueñas. Cédula: 1717288342
Cuenta de ahorros, Banco Pichincha: 5663876400