De la Vida Real
La estafa que sufrí en Facebook
Es periodista y comunicadora. Durante más de 10 años se ha dedicado a ser esposa y mamá a tiempo completo, experiencia de donde toma el material para sus historias. Dirige Ediciones El Nido.
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En abril de 2023, intenté entrar a Facebook desde mi celular, pero no pude. Intenté cambiar la clave, pero fue imposible. Revisé mi correo en busca de alguna notificación, pero no había nada. Entré en pánico, convencida de que me habían hackeado.
Me sugirieron iniciar sesión desde la computadora, pero no podía. Días antes, me robaron la laptop.
Recordé que la noche del robo cambié las contraseñas de mis correos y de Facebook, pero no puse 'cerrar sesión en todos mis dispositivos'. Estos son detalles de seguridad cibernética que he aprendido a lo largo de este año y medio. Antes de esta experiencia, pensaba que un hackeo no era nada grave: se cambia la clave y listo. Pero no tenía idea de hasta dónde pueden llegar los suplantadores de identidad.
Con ayuda de un profesional logré recuperar mi cuenta de Facebook, pero no nos fijamos que también debíamos revisar la cuenta de Meta. Meta es la plataforma que Facebook usa para que las personas con cuentas de negocios puedan pautar y pagar por publicidad. Es un sistema complicado y muy poco claro para los usuarios comunes.
Yo usaba Facebook para vender libros y necesitaba hacer una publicidad. Preparé el arte, escribí la descripción del libro, como siempre lo hago, y cuando fui a pagar, me encontré con un mensaje que decía que tenía un pago pendiente de USD 1.057. Sabía que había un error, porque siempre fui muy cuidadosa de no dejar mi tarjeta guardada en la cuenta. Facebook siempre hacía el cobro y yo retiraba la tarjeta de inmediato.
Así había funcionado sin problemas durante ocho años. Pero ese día me apareció ese monto absurdo. Intenté contactar a Facebook, pero jamás recibí una respuesta.
Fui donde una experta en redes sociales, que entiende bien cómo funciona Meta, y descubrió algo terrible: me habían clonado la cuenta. Pero eso no era lo peor. Resulta que habían utilizado tarjetas de crédito de personas que nunca reclamaron el robo. Y peor aún, me habían puesto como la cabecilla de una red de hackers en Malasia, con cinco administradores más bajo mi nombre, quienes estaban realizando estafas millonarias.
Entré en pánico. Yo, que siempre he tratado de hacer las cosas bien, ahora aparecía como una delincuente. ¡Y todo esto estaba ocurriendo en Asia, un continente que ni siquiera conozco, en un idioma que ni entiendo! Las estafas aparecían escritas en lenguajes ilegibles para nosotras. La experta, con mucha paciencia, fue copiando los textos y traduciendo con Google para poder entender cómo operaba esta organización.
Descubrimos que, bajo mi nombre y con la página de mi negocio, 'El Nido', robaban tarjetas de crédito para hacer pautas publicitarias millonarias en Facebook. Anunciaban supuestas tiendas de ropa y accesorios, con un gasto diario en publicidad de más de USD 1.000. Sospechamos que alguno de los dueños de las tarjetas utilizadas hizo una denuncia y por eso las últimas transacciones no pudieron completarse.
Intentamos de mil maneras comunicarnos con Facebook. Escribimos correos, reportamos el problema, y en una ocasión nos dijeron que nos llamarían en 24 horas, pero esa llamada nunca llegó. Cada noche era una pesadilla para mí, con el miedo constante de que mi nombre estuviera asociado con estafas.
La experta bloqueó a los estafadores y presentó una denuncia formal en Facebook, pero no tuvo respuesta. Me sentí desprotegida, vigilada y amenazada, a pesar de que sabía que los delincuentes estaban a miles de kilómetros de distancia. La sensación de inseguridad no me dejaba en paz.
He llegado a la desesperación de asumir ese pago, pero tampoco se puede. Es imposible. Hasta hemos calculado el IVA y la salida de divisas, pero no hay forma de cancelar esta deuda, y mejor, es demasiada plata que no me corresponde pagar.
Como consecuencia de todo esto, Facebook me penalizó. Mis publicaciones, que antes llegaban a más de 20.000 personas, ahora apenas alcanzan a 400. Lo mismo ocurrió con la página de mi editorial. Logramos desvincular mi cuenta personal de la de mi empresa, pero cuando parecía que todo iba mejor, Facebook volvió a suspender mi perfil por 30 días más.
Otro experto me sugirió crear un nuevo perfil, pero Facebook detectó que era yo misma y bloqueó la cuenta nueva por 15 días.
Ahora estoy trabajando con otra persona experta en el tema. Mi negocio de venta de libros por internet sigue paralizado. Esta nueva experta creó un perfil desde otra ubicación y con otro correo para ver si así podemos seguir adelante.
Es agotador depender de una entidad como Facebook, que permite que estas cosas sucedan. He probado de todo, incluso contactamos al director de Facebook en Ecuador, pero lo único que nos dijo fue: "Sigan escribiendo a Facebook, en algún momento les contestarán”.